Una guerra moderna: la propaganda en torno a la guerra hispano-norteamericana de 1898

Se dice que esta fue la primera guerra moderna. No por el armamento empleado, sino por su impacto mediático. En realidad, fueron dos guerras: la de independencia de Cuba de España, y la hispana-norteamericana que puso fin a la contienda y se “robó” los titulares.

El 12 de agosto de 1898, hace ahora 127 años, España y Estados Unidos firmaban el armisticio que ponía fin a la guerra que los había enfrentado en territorio cubano. Los representantes cubanos no estaban presentes.

Días antes, el 16 de julio, a la sombra de una ceiba que crecía cerca de la loma de San Juan, se rendía la ciudad de Santiago de Cuba, asediada por las bombas norteamericanas desde el dia 9. Semanas después, el 10 de diciembre, representantes de dichas naciones suscribían el Tratado de París con el que Madrid resignaba su soberanía sobre Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otros enclaves menores.  Acuerdos todos elaborados con la ausencia de una representación del pueblo cubano, y con total olvido del papel decisivo de la participación mambisa en la contienda, sin la cual el triunfo norteamericano sobre España hubiera resultado más difícil. De cualquier manera, en los 113 días que duró la guerra, EE UU tuvo en Cuba 280 bajas mortales y unos 1 430 heridos.

Desde el 24 de febrero de 1895, Cuba había reiniciado su lucha por la independencia; una clásica guerra anticolonial.  La intervención norteamericana en ese escenario hizo que a esa contienda anticolonial se le superpusiera otra, la de EE UU contra España por el dominio de Cuba, un colonialismo nuevo que daba una batalla, ganada de antemano, por desplazar de la Isla un viejo colonialismo.

¿Qué nombre darle entonces a esa guerra? Durante años, mientras se daba al conflicto el nombre de guerra hispano-norteamericana, historiadores cubanos se empeñaron y consiguieron un nuevo nombre: guerra hispano-cubano-norteamericana.

¿Cuál de los dos será el apropiado? El historiador Oscar Loyola se decide por el primero; una guerra que se libra en el mismo escenario en que transcurría la guerra hispano-cubana.

Apunta Loyola: “Los intereses que llevaron a Cuba, a España y a EE UU a la guerra eran tremendamente diferentes… Lo que determina el carácter de una guerra es el fin que persigue. A la guerra nacional liberadora del pueblo cubano le fue arrebatada, en los marcos de una guerra entre potencias, la primacía histórica”.

¿MOTIVOS HUMANITARIOS?

Washington interviene en Cuba alegando motivos humanitarios.  En marzo de 1898, el senador William R. Proctor describía en el Senado la situación terrible de las víctimas de la reconcentración de campesinos en las ciudades ordenada por Weyler, y otro senador, Jacob Gallinger, calificaba a Cuba, también en el Senado, como “tierra de hambre y de dolor”.

Ya para entonces el Secretario de Estado, William Day, había entablado importantes negociaciones diplomáticas con naciones europeas sobre la cuestión cubana, y el presidente McKinley enviaba, el 11 de abril, un mensaje al Congreso en el que pedía autorización para intervenir en la Isla e imponer la paz. Dos días después el Comité de Relaciones Exteriores del Senado presentaba el informe que sirvió de base para acometer la intervención armada en Cuba. El 19, el Congreso aprobaba la Resolución Conjunta (“Cuba es y de derecho debe ser libre y soberana…”) con la que EE UU exigía a España que renunciara a su autoridad en la Isla y el 20, ya con la Resolución convertida en ley, McKinley daba a España un plazo de tres días para que saliera de Cuba, disponiendo que, de no hacerlo, se movilizarían todas las fuerzas militares para sacarla.

Se dice que cuando el ministro norteamericano en Madrid entregó al Gobierno español copia de la Resolución, España lo declaró persona no grata y el 24 declaraba la guerra a Washington.

El 27 de abril el crucero Nueva York bombardea Matanzas. La guerra había comenzado. Días después atacan las baterías españolas en Cienfuegos, mientras que el bloqueo empieza a hacerse sentir en toda la Isla.

OFENSIVA MAMBISA

El 19 de mayo la escuadra del almirante Cervera entra en la bahía de Santiago. El 7 de junio la escuadra norteamericana bombardea los fuertes de Santiago y el pueblo de Aguadores, ataque que se repite el 16, y Cayo Smith es atacado con bombas de dinamita de 250 libras disparadas con cañones de aire. El 10 cañonean Guantánamo y Caimanera y desembarcan allí 600 marines. El 22, llegan a Daiquiri 16 800 soldados salidos de Tampa en 35 transportes. No pierden un solo hombre gracias al apoyo del general Castillo Duany y el coronel González Clavel.

El mayor general Calixto García se entrevista con el general William Shafter, jefe del contingente norteamericano, y le promete el apoyo de 5 000 mambises.

Siguen los combates de Las Guásimas y Siboney. El Caney y San Juan. Comienza el sitio de Santiago de Cuba. Los norteamericanos atacan con valor y desprecio de sus vidas, pero la defensa española no es menos heroica. El ya aludido coronel González Clavel tuvo una participación extraordinaria en El Caney y en San Juan el mismo día.

El alto número de bajas entre los norteamericanos desmoraliza al general Shafter. Renuncia, y el general Lawton asume la jefatura. El alto mando se siente tan desconcertado que llega a pedir a Calixto que asuma el mando del ejército ocupante, lo que no acepta el caudillo porque de hacerlo se hubiera convertido en el ejecutor de la política norteamericana en Cuba.  Antes bien, recomienda a Shafter que no interrumpa el ataque porque hacerlo hubiera dado a los españoles la oportunidad de reorganizarse y enviar refuerzos considerables a Santiago.

Ya para entonces el Ejército Libertador había desatado una ofensiva general en el oeste de Santiago y con ello completó el cerco de la ciudad. Sucesivamente los mambises se apoderaron de San Vicente, Dos Bocas, Boniato y Cuabitas y de las estratégicas lomas de Quintero, desde donde se dominaba la ciudad. Las guarniciones españolas emplazadas en esos puntos los abandonaban precipitadamente.

El 3 de julio, el almirante Pascual Cervera recibe la orden de romper con su flota el sitio que a la bahía de Santiago había impuesto la flota del almirante Sampson. A las 9:45 de la mañana del día siguiente, disparando sin cesar por ambas bandas, empieza a salir con rumbo Este. Una hora después la flota española sucumbía ante el poder de la flota norteamericana, un hecho de enorme trascendencia militar que precipitó el fin de la contienda. Dejó para España un saldo de 326 muertos, 215 heridos y 1720 prisioneros; los norteamericanos tuvieron un muerto y un herido. El propio Cervera debió alcanzar la costa a nado, donde cayó prisionero. Trece mil soldados españoles se rinden. No hay nada que hacer. El general Toral entrega su espada al general Shafter. Las tropas mambisas no pueden entrar en Santiago de Cuba.

89 CORRESPONSALES

Se dice que esta fue la primera guerra moderna. No por el armamento empleado, sino por su impacto mediático. Sucesos que antecedieron al estallido de la contienda fueron enfocados por la prensa norteamericana con un tinte “amarillo” y sensacionalista que en buena medida condicionó para lo que vendría la mentalidad del norteamericano promedio.

Hubo hechos construidos por la propia prensa, como la fuga de la patriota cubana Evangelina Cisneros de la Casa de Recogidas de La Habana, a quien, ya en EE UU, la esperaba una recepción grandiosa en Madison Square. El Presidente la recibió en la Casa Blanca, la agasajaron en el Congreso y las familias más conspicuas, mientras se fundían en su honor 100 000 monedas de plata para hacerle vivir sus 15 minutos de gloria.

 

Para reportar el conflicto –algo insólito en la época- 89 periodistas se acreditaron y viajaron como corresponsales de guerra, entre ellos 20 fotógrafos y seis dibujantes.

El cinematógrafo, recién inventado entonces, no quedó fuera y llegó asimismo para dar testimonio en las principales direcciones en que el cine habría de desarrollarse: la ficción y el documental. Fue entonces cuando se filmaron, por la Vitagraph Co., las primeras imágenes en movimiento de una guerra real. La historia del teniente Rowan, portador del célebre mensaje del Presidente norteamericano a Calixto García, se ficcionó en una cinta de Hollywood protagonizada por Wallace Beary, uno de los adelantados del entonces incipiente sistema de estrellas.

Joaquín Molinet.