El Vicepresidente de Estados Unidos juramentado en Matanzas que nunca llegó a ejercer

William Rufus King, 13º vicepresidente de EE UU, juró su cargo en el poblado matancero de Limonar y murió un mes y medio después en Alabama.

Fue un hecho insólito. Sin precedentes y hasta ahora no repetido.  Verdaderamente increíble. William Rufus DeVane King juró su cargo como decimotercer vicepresidente de Estados Unidos en la casa de vivienda del ingenio azucarero Ariadna, en Limonar, provincia de Matanzas. Estaba tan débil y delicado de salud que para mantenerlo en pie durante la ceremonia hubo que sostenerlo por ambos brazos. Falleció 45 días después en su hacienda del condado de Dallas, en Alabama, sin haber podido desempeñar ninguna de las funciones inherentes a su alta investidura como segundo del presidente Franklin Pierce.

UNA CARRERA ASCENDENTE

Aunque sus compañeros de hemiciclo se burlaban de un ser melindroso y cursi que solía tocarse con pelucas empolvadas ya fuera de moda, William Rufus King fue, se dice, un legislador capaz y un orador impresionante. A su muerte, el después presidente James Buchanan lo ubicó “entre los mejores, más puros y más consistentes hombres públicos que he conocido”, pero la recomendación, como se verá enseguida, venia de muy cerca.

Nacido en el condado de Sampson, Carolina del Norte, el 7 de abril de 1786, en el seno de una familia acaudalada. Su caudal se enriqueció cuando fundó la plantación de algodón, “Chestnut Hill”, sobre la base de mano de obra esclava. Su familia llegó a ser una de las mayores esclavistas del estado de Carolina del Norte, poseyendo más de 500 africanos entre ellos.

Cursó estudios universitarios y en 1806 fue electo a la legislatura de su estado natal. Desempeñó en tres ocasiones un acta de Representante a la Cámara en Washington. Llegó al Senado en 1819 y presidió su comisión de Relaciones Exteriores.

En el Congreso King mantuvo una posición pro-esclavitud, argumentando que la Constitución protegía dicha institución tanto en los estados del Sur como en los territorios federales.

A la muerte del presidente Zachary Taylor, el vice Millar Fillmore ocupó la primera magistratura, con lo que la vicepresidencia quedó vacante. King, ya presidente del Senado, se colocó, como estipulaba entonces la Constitución, en la primera línea de la sucesión presidencial. Con el tiempo, en 1844, planeó integrar, como vice, el tiquete presidencial con Buchanan, a lo que se opuso el Partido Demócrata. Aunque se les calificaba de asexuales y solterones, la amistad entre ambos despertó el morbo de sus compañeros en el Congreso que se referían a ellos como “la señorita Nancy” y “la tía Nancy”, eufemismos de entonces para aludir a los homosexuales, lo que a ninguno de dos les importó. De hecho, vivieron juntos durante 13 años, de 1840 hasta la muerte de King en 1853, y Buchanan se refirió a su relación como una “comunión”.

EN CUBA, CONVAESCIENTE
El mayor éxito político de King fue, en 1852, su elección por los demócratas a la vicepresidencia de Estados Unidos como segundo del presidente Franklin Pierce.

A esas alturas era ya un hombre muy enfermo, minado por la tuberculosis. Aconsejaron los médicos un cambio de clima y se impuso un viaje a Cuba en busca del posible restablecimiento o al menos de una mejoría. Acompañado de su sobrino y algunos colaboradores hace el viaje inmediatamente después de la elección.

Se aloja, al comienzo de su estancia en la Isla, en la residencia de su amigo William Scott Jenckes Updike. Una mansión de dos plantas ubicada en La Cumbe, actual reparto Versalles, junto a la bahía matancera. Fue la zona que recomendaron los médicos y allí permaneció por espacio de dos semanas hasta que los molestos nortes, con lluvia, viento y frío, recomendaron su traslado.

Con su sobrino y colaboradores se instala entonces en el ingenio Ariadna, en la zona de Limonar, bien alejado de la costa, propiedad de Juan Chartrand-Dubois, padre de Esteban y Felipe, los excelentes paisajistas, la misma fábrica de azúcar donde, en 1851, se había instalado la sueca Fredrika Bremer, que acopió allí buena parte de la información para su libro Cartas desde Cuba, que ilustró ella misma.

EL JURAMENTO, APUNTALADO

No se ponen de acuerdo los investigadores al fijar el lugar exacto donde William Rufus King juró como vicepresidente de Estados Unidos. Algunos insisten en que la ceremonia se efectuó en La Cumbre, en la residencia de Updike; otros, en un barco que Washington envió a Matanzas para la ocasión. La versión oficial sitúa el hecho en La Habana, lo que es poco probable porque a esas alturas el político estaba muy enfermo y no se trasladaría a la capital de la Isla. Por otra parte, el USS Fulton, el buque de la Marina de Guerra estadounidense que lo llevó a Matanzas, también lo regreso a Estados Unidos, y esa embarcación, con su ilustre pasajero a bordo, zarpó de la bahía de Matanzas.

Queda entonces la hipótesis sostenida por el fallecido historiador matancero Raúl Ruiz en su libro Aguas de la ciudad, de que el juramento tuvo lugar en los predios de Chartrand.

Se acercaba la fecha de la toma de posesión y King comprendió que le resultaría imposible hacer el viaje. Sus correligionarios y amigos inician entonces las gestiones para lograr la autorización para efectuar el juramento en Cuba.

Aprueba el Congreso dicho permiso y en virtud de esa decisión, William Sharley, cónsul de Estados Unidos en La Habana, se personaría en Matanzas y tomaría juramento a Rufus en el ingenio Ariadna.

Concluida la ceremonia, Rufus King conversó con los asistentes y se retiró a una habitación. Doce días después partía de regreso a su país. En el puerto de Mobile una multitud aguardaba al viajero que, tras una breve estancia en el lugar, remontó el río Alabama hasta su hacienda de “Chestnut Hill”, donde murió.

Tarja colocada en Selma, Alabama

A finales de la década de 1940 o a comienzos de la siguiente, la Alabama Historical Society quiso perpetuar el hecho con la colocación de una tarja en una de las columnas de la entrada del Palacio Municipal matancero. Desconoce este cronista el destino de esa pieza.  No puede precisar tampoco si llegó a colocarse.

Joaquín Molinet, periodista cubano.
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