Melissa golpea el este de Cuba

Melissa podría servir como un recordatorio más de que las naciones insulares enfrentan costos significativos derivados de un cambio climático en cuya causa tuvieron poca influencia.

El huracán Melissa tocó tierra en el este de Cuba la madrugada del 29 de octubre de 2025, con una ferocidad que alarmó incluso a meteorólogos y gestores de emergencias experimentados. Tras devastar Jamaica como un huracán de categoría 5, Melissa llegó a Cuba como una fuerte tormenta de categoría 3 (y brevemente de categoría 2), desatando vientos destructivos, lluvias torrenciales y una marejada ciclónica que azotó la costa sureste de la isla.

El ojo de la tormenta

Según el Centro Nacional de Huracanes, los vientos sostenidos de Melissa alcanzaron aproximadamente 195 km/h (120 mph) al tocar tierra cerca de la región de Guamá, al oeste de Santiago de Cuba, en la zona montañosa del sureste de la isla. Las autoridades evacuaron a más de 730.000 personas de las provincias de Granma, Santiago de Cuba, Guantánamo y Holguín antes de la llegada de la tormenta.

En mensajes a la nación, el presidente Miguel Díaz-Canel advirtió sobre “daños significativos” e instó a los cubanos a tomar en serio las advertencias. Las consecuencias comenzaron a manifestarse casi de inmediato: graves inundaciones en pueblos de tierras bajas, deslizamientos de tierra en las laderas de la Sierra Maestra y viviendas derrumbadas bajo el implacable torrente.

Los daños y las pérdidas humanas

Aunque aún se están elaborando evaluaciones detalladas, la destrucción es evidente. Solo en la provincia de Granma, zonas como Jiguaní recibieron 40 cm (15 pulgadas) o más de lluvia, lo que provocó el desbordamiento de ríos e inundaciones en comunidades enteras. Se reportaron marejadas ciclónicas de hasta 3,6 m (12 pies) a lo largo de la costa sur; fuertes vientos arrancaron techos de edificios y se produjo el colapso masivo de líneas eléctricas, situación agravada por la ya frágil red eléctrica de Cuba.

Si bien aún se están recopilando las cifras oficiales de víctimas en Cuba, informes regionales indican que se perdieron vidas en el Caribe debido al impacto de Melissa: más de 25 fallecidos en Haití, con víctimas adicionales en Jamaica y la República Dominicana. Por lo tanto, se espera que las cifras cubanas aumenten a medida que se alcancen las zonas remotas. Para Cuba, la tormenta llega en un momento particularmente inoportuno: las dificultades económicas, la escasez de combustible y alimentos, y las vulnerabilidades de infraestructura existentes agravan el potencial de consecuencias a largo plazo.

Tras el paso del viento, el desafío de la recuperación

Una vez que amainaron los vientos y cesó la lluvia, Cuba se movilizó rápidamente para responder a la emergencia. Se movilizaron 2.500 cuadrillas de trabajadores de líneas eléctricas para restablecer el suministro eléctrico, especialmente en las provincias orientales más afectadas. Mientras tanto, agencias humanitarias internacionales como UNICEF informaron sobre el despliegue de láminas para techos, mantas impermeables y kits para niños, previendo la recuperación posterior a la tormenta.

Sin embargo, la magnitud de la tarea que se avecina es abrumadora. Gran parte de los daños se concentra en comunidades rurales de montaña, donde las carreteras podrían verse bloqueadas y las comunicaciones interrumpidas. Los cultivos podrían quedar destruidos, las casas podrían quedar inhabitables o incluso destruidas, y las repercusiones en el turismo, el empleo y la vida cotidiana probablemente se prolongarán durante meses. La marejada ciclónica y las inundaciones también podrían dejar tras de sí enfermedades transmitidas por el agua, pozos contaminados y una erosión a largo plazo de las tierras costeras.

Un crudo recordatorio del cambio climático

Los meteorólogos están realizando un seguimiento exhaustivo: la fuerza de Melissa —uno de los huracanes que tocaron tierra en el Atlántico con mayor intensidad en la historia reciente— pone de relieve lo que muchos científicos describen como una tendencia creciente de huracanes que se intensifican con mayor rapidez y fuerza, debido al calentamiento de los mares y a la alteración de la dinámica atmosférica. Para Cuba y sus vecinos caribeños, el mensaje es claro: la resiliencia ya no es opcional; debe ser inmediata y contundente.

De cara al futuro

La atención inmediata se centrará en la búsqueda, el rescate, el alojamiento de los desplazados y la limpieza de escombros. Sin embargo, en las próximas semanas, Cuba se enfrentará a cuestiones más profundas relacionadas con la reconstrucción, como el fortalecimiento de la infraestructura, la diversificación de las fuentes de energía, la mejora de los planes de evacuación y la protección de las zonas costeras vulnerables. Para la comunidad internacional, Melissa podría servir como un recordatorio más de que las naciones insulares enfrentan costos significativos derivados de un cambio climático en cuya causa tuvieron poca influencia.

En las provincias orientales de Cuba, las familias se esforzarán por reconstruir lo que puedan, reconstruir sus hogares y esperar a que se conozcan todas las consecuencias del impacto de Melissa. Y cuando la situación se calme, la temporada de huracanes habrá terminado, pero las consecuencias perdurarán mucho más tiempo.

La información para este artículo fue recopilada de Reuters, Associated Press (AP), Cadena SER y otros medios de comunicación.
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