Leche condensada ucraniana
Si es lo que dicen muchos por ahí, que la realidad supera la ficción: en establecimientos comerciales de la capital cubana se está vendiendo en moneda nacional la leche condensada ucraniana para que algunos dislocados piensen que las vacas de ese país no están en guerra, que producen y son felices.
En plenos y serios avatares con la alimentación, que desde hace años está considerada como un problema de seguridad nacional, llegan ahora estas latas en perfecto español y la gente en la calle no hace más que comentarlo, que mire usted, entre cohetazos de ambos bandos, destrucción y muerte, viene ese líquido salvador, imprescindible en niños y ancianos.
No cabe en una sensata cabeza que así sea. El producto, ya desaparecido en su producción local, debió haber llegado a la isla mucho antes de comenzar la conflagración entre estos primos hermanos. Por seguro con estancia de algún tiempo en almacenes lo mismo techados al aire libre que a 50 metros bajo tierra. Vaya usted a saber cómo arribaron.
Paradójicamente, a la par de la leche ucraniana, se está moviendo, en perfecta armonía, la llamada carne rusa, aunque envasada en Italia.
Ellos, rusos y ucranianos fajados a muerte. Nosotros también “fajados” con la leche y la carne. Un vasito de leche con unas croqueticas de esas latas. Así es la vida; así somos.