
La controversia histórica en torno al 24 de febrero en Occidente (2da parte)
Más allá de su designación por Martí como Jefe Militar de Occidente, la experiencia y prestigio del Gral. Julio Sanguily eran factores determinantes del éxito del alzamiento del 24 de febrero y, por tanto, su participación era clave para muchos de los complotados. Después del alzamiento los diversos grupos sublevados debían encontrarse el 28 en Corral Falso (hoy Pedro Betancourt) según orden que había dado Sanguily, y en dicho lugar estaría él para hacerse cargo del mando.

Pero en realidad Julio Sanguily estaba lejos del compromiso que los demás conspiradores le atribuían. Por un lado, pesaban sobre él problemas económicos, cuyas causas han sido pasto de muchas especulaciones y cuestionamientos de su conducta.
Al propio Pedro Betancourt no hacía más que pedirle dinero. En carta fechada en el Cerro el 9 de febrero de 1895 Sanguily le dice a este: “Ayer le pedí prestado a Joaquín Pedroso 25 centenes que necesitaba para haberme ido hoy al campo, sacar mi machete y revólver, que los tengo empeñados, y poder dejar algo en mi casa y no me los dio; me dijo que no los tenía. Así es que no me puedo mover, porque no tengo ni qué comer. Yo quisiera, y a ese objeto escribo esta carta, que Ud. se apresurase a conseguirme los $2,500 que es lo que necesito; ni un medio menos; pues crea Ud. que si no los tengo pronto la situación en la casa será difícil. Además, como estoy no tengo cabeza para ocuparme de nada de lo que interesa. Así pues, le pido que cuanto antes me remita eso para yo poderme dedicar solo a nuestro asunto”.
En vísperas del levantamiento, con la orden dada por la Junta de que se ocultaran los jefes el 20 y se alzaran el 24, Julio Sanguily se niega a cumplirla. Dice Juan Gualberto Gómez: “A pesar de que habíamos decidido que el 20 de febrero el Gral. Sanguily, el Gral. Aguirre y yo nos íbamos a ausentar de La Habana, el 20 no nos ausentamos, el 21 tampoco ni tampoco el 22; y era que surgían dificultades, unas de orden material, otras de orden moral. Yo estaba preparado para marchar al lugar que se me había señalado; pero yo no quería desaparecer de La Habana dejando a hombres como Aguirre y Sanguily en la capital; me parecía que ellos debían irse hasta antes que yo, o, por lo menos, juntos, y los apremiaba extraordinariamente. El 22 de febrero yo tuve un poco la clave de esa inactividad del Gral. Sanguily… Como a las 2 p.m. del 22 de febrero veo llegar a mi casa al Gral. J. Sanguily en compañía de su hermano, el Cnel. Manuel Sanguily. Este llegó altivo, insolente, hosco, malhumorado, en una actitud rayana en la impertinencia. Dijo: ‘Vengo a impedir que hagan Uds. una locura… mi hermano me lo ha dicho todo, y es demencia querer agitar a este país en estas circunstancias, sin elementos, sin recursos, y sin preparación; así es que vengo a impedir que hagan Uds. esa locura… y en último caso, si Ud. quiere hacerlo, que no se comprometa en esa aventura a mi hermano.’
“Le referí todo lo que estábamos haciendo para demostrarle que era necesario que fuera, sobre todo, el Gral. Julio Sanguily, si no quería dejar su honor perdido para siempre en la historia de su pueblo. Y entonces Manuel Sanguily… se volvió con severidad hacia Julio y le dijo: ‘tú no me has dicho todo esto. ¡Ah! Esto cambia enteramente el problema, y ahora no solamente creo que tú debes ir, que tienes que ir, sino que si yo pudiera también me iría con ustedes desde ahora.’
“Todas esas vacilaciones entonces desaparecieron, y decidimos… que el día 23 de todas las maneras, nos embarcaríamos. El 23 vino [Julio], a las 10 a.m., a decirme que por dificultades materiales no se podía embarcar, que lo dejásemos para irnos juntos el 24 por la mañana. Yo me opuse resueltamente a eso. Ya no era posible que yo permaneciera una hora más en La Habana; era una imprudencia extraordinaria.”
Más adelante dice Juan Gualberto: “…Con la palabra que me diera el Gral. Aguirre y el Gral. Julio Sanguily de embarcarse el 24 de febrero por la mañana, ya que no podía él hacerlo en mi compañía el 23, salí a reunirme con los que habían de acompañarme a la cita que se me diera en la provincia de Matanzas.”
Como previeron todos los organizadores, ese día Julio Sanguily fue detenido por las autoridades españolas. En su libro dice Trelles: “La causa principal del fracaso del movimiento en Matanzas se debió a la prisión del citado General. Si él hubiera atendido a las instancias de Juan Gualberto Gómez, que le rogaba que desde el 20 desapareciese o se ocultase; o si hubiera seguido el consejo que le dio su ilustre hermano Manuel el día 23 por la tarde, de irse o esconderse, y si hubiera podido estar en Ibarra el 24, la revolución habría tomado gran incremento no sólo en la provincia matancera sino en las inmediatas y es casi seguro que el problema de Cuba se hubiera resuelto mucho más pronto.”
The historical controversy surrounding February 24 in western Cuba (Final Part)
¿Era Julio Sanguily en 1895 el mismo jefe patriota que Agramonte rescatara de manos de las tropas españolas en 1871? ¿Qué motivó su comportamiento indeciso e indolente en esta ocasión? El historiador Rolando Rodríguez García afirma el “carácter de ‘traidor’ de Julio Sanguily, cuya fea hoja de servicios comenzó a empañarse, según Vicente García, cuando en la manigua empezó a traficar con productos para su uso con los enclaves de enemigo… Sanguily casi seguramente fue el delator del 24 de febrero de 1895 ante el alto mando español… hay testimonio de su postura ante el alzamiento y documentos que muestran que le habían llegado confidencias en ese sentido al capitán general Emilio Calleja. Dada su postura no es de dudar habían sido proporcionadas por este sujeto. Sin dudas, Julio Sanguily fue el gran traidor de la independencia cubana.”
Con relación a su detención en la mañana del 24 de febrero de 1895, Rodríguez dice: “no estaba en el campo de batalla, sino en su mansión del Cerro, donde fue arrestado, casi con seguridad, para prestarle una coartada.”
En vísperas del 24![]()
La víspera de ese día famoso en la historia de Cuba, Juan Gualberto Gómez salió de La Habana, guiado por López Coloma, que había recibido de los jefes de Matanzas el encargo de acompañarlo, y desembarcó por la tarde en Ibarra, muy cerca del demolido ingenio La Ignacia, lugar en que debía encontrarse con las fuerzas que se sublevarían en esa provincia.
Por su parte, Gómez relata su versión detallada de los acontecimientos: “Fui a La Ignacia, siguiendo las indicaciones del Dr. Betancourt, jefe de la conspiración en la provincia de Matanzas… En la noche del 23 al 24 debía empezar a congregarse en Ibarra, unos 400 hombres… a cuyo frente se pondría el Dr. Betancourt, iniciando el movimiento en La Ignacia el domingo 24 de febrero, y realizando las operaciones que pudiera para llegar el jueves 28 a Corral Falso, donde estarían los demás grupos que se sublevaran…a fin de ponerse todos a las órdenes superiores del Gral. J. Sanguily, Jefe del Dpto. Occidental.”
Gómez, López Coloma y otros 14 hombres llegaron a La Ignacia en la noche del 23, pero Betancourt no llegó sino en la mañana del 24, cuando ya habían abandonado el lugar el grupo de Juan Gualberto, perseguido por las tropas españolas. Y ese desencuentro resultó fatal para el alzamiento.
Dice Betancourt en su carta a Juan Gualberto: “…a aquella hora (noche del 23) yo le creía a Ud. aun en la Habana; pues no tenía noticia de su llegada a Ibarra, cuyo aviso recibí tres horas después, a las 11:00 p.m. por Bonifacio Gómez. Por él supe que en Ibarra Uds. me esperaban y a aquel lugar me hubiera marchado inmediatamente si mis deberes y compromisos como Pres. del Comité no me hubieran forzosamente retenido en la ciudad”.
Respuesta de los jefes de grupos matanceros
Se puede decir que casi todos los jefes de grupos matanceros comprometidos con el alzamiento dejaron “plantados” a Betancourt ese 24 de febrero. Le exigieron “como condición sine qua non… prueba evidente de la presencia ya en el campo del jefe-militar de la provincia, Gral. Julio Sanguily”, agregando que “tenían noticia cierta… que dicho jefe no se movería de la Habana, quedando acéfala nuestra organización.”
Finaliza Betancourt reportándole a su antiguo jefe: “En esta situación desesperante y temiendo males peores abracé los ijares de mi caballo, saliendo de Matanzas con rumbo hacia Ibarra a las once de la mañana del día 24 de febrero de 1895.” Pero Betancourt no llegó a tiempo.
Alzamientos y desencuentros
Esa mañana del domingo 24 Pedro Betancourt acompañado de Pedro Acevedo se dirige al ingenio La Ignacia donde contaban reunirse con Juan Gualberto y López Coloma. En vez, en el batey los esperaban las tropas españolas y se salvaron gracias a que Acevedo las divisó a tiempo. Preguntaron a los vecinos por el grupo de Juan Gualberto y exploraron la manigua, sin éxito. El grupo de López Coloma y Juan Gualberto había abandonado La Ignacia horas antes, cuando recibió aviso de su primo, jefe de la estación de Ibarra, diciéndole que la conspiración estaba descubierta.”
Betancourt y Pedro Acevedo regresan a San José donde está al grupo de Calzadilla. A las 5 p.m. del día 24 no se había presentado un solo hombre de los demás grupos. El grupo liderado por Betancourt nunca llegó a alzarse.
Toda la madrugada del 25, Pedro Betancourt y Guillermo Acevedo recorrieron aquellas localidades en busca de Juan Gualberto y su grupo, y al amanecer se separaron, amenazados de caer prisioneros. En la mañana del 27 Betancourt envió un práctico a Matanzas para informarse de la situación. Supo que de la ciudad sólo habían salido unos cuantos el 24 y que todos se habían reintegrado a sus hogares esa noche. El movimiento había fracasado.

Detención
Cuenta Betancourt a Gómez que en el poblado de Cidra cambió de traje y tomó el tren para Matanzas. Al llegar a la estación el Comandante Bisbé de la Guardia Civil lo detuvo y lo llevó al Gral. Prats, Gobernador Militar de la provincia, quien le solicitó que se declarara a favor de deponer las armas. Ante su negativa fue conducido al Castillo de San Severino y al día siguiente a La Habana a presentarse al Capitán General. Fue presentado al Gral. Calleja quien lo recibió muy cortésmente y solicitando que la ayudara a influir sobre los revolucionarios para que depusieran sus armas. Ante su negación Calleja le informó que, para no internarlo en La Cabaña se veía obligado a deportarlo inmediatamente a España. Dio instrucciones para que el trasatlántico Montevideo retardara su salida y lo entregó al Cnel. Pagliery, jefe del Orden Público, quien lo llevó a almorzar y en todo el tiempo trató de persuadirlo a que ayudara al Gral. Calleja a pacificar el país.
Después de huir de La Ignacia el grupo de López Coloma acampa en Cueval de Santa Elena, en los montes cercanos. El día 28 son rodeados por tropas españolas. López Coloma es el primero en caer prisionero; Juan Gualberto, Torres, Latapier y Treviño llegan con dificultad a la finca La Concepción, cerca del ingenio Vellocino. Los demás se dispersaron.
Juan Gualberto Gómez y sus dos otros compañeros fueron llevados a Sabanilla por el Dr. Leoncio Junco, Presidente del Comité Autonomista y Teniente Alcalde de Sabanilla, y el Sr. Felipe Montes de Oca, amigo de Juan Gualberto y dueño del ingenio Vellocino. Decidieron acogerse al indulto ofrecido por el gobernador de la Isla, que después incumplió. Lo condujeron a la alcaldía, desde donde fue llevado preso a Palacio. Tanto él como Coloma fueron condenados a 20 años de presidio en Ceuta por el delito de rebelión. A López Coloma le celebraron un nuevo juicio en La Habana, donde fue condenado a muerte y fusilado en La Cabaña.
El historiador Pérez Guzmán lo resume así: “De los 500 hombres que debían levantarse en armas en la manigua matancera el caer la noche del 24 sólo lo habían hecho unos 50. La insurrección en Occidente parecía condenada al fracaso. El jefe militar de la sublevación, Gral. Julio Sanguily, era detenido en su casa. El responsable del movimiento en Matanzas, Pedro Betancourt, no había efectuado el movimiento esperado por Juan Gualberto Gómez y también era detenido y posteriormente deportado a España. Otro de los principales complotados, José María Aguirre, era sorprendido por las autoridades españoles. Completaban las malas noticias el asesinato de Manuel García en Ceiba Mocha.”
Epílogo
El levantamiento armado por la independencia de Cuba del 24 de febrero de 1895 fracasó en Matanzas. Tampoco hubo alzamientos en Las Villas o Camagüey, ni se produjeron por varias semanas los esperados desembarcos de expediciones y de jefes prestigiosos de la Guerra Grande para apoyar a los alzados, como planearon Martí y Máximo Gómez. Sólo en Oriente, Guillermón Moncada, Bartolomé Masó y otros patriotas prendieron la llama de la insurrección que no se apagaría hasta obtener la victoria. A Occidente llegaría la guerra un año después con la invasión comandada por el Lugarteniente General Antonio Maceo, y Matanzas lo esperaba ansioso por luchar.
Después de huir del destierro español y llegar a suelo estadounidense Betancourt se enroló en tres expediciones antes de finalmente lograr regresar a Cuba, desembarcando por Baracoa, Oriente, el 25 de marzo de 1896 y llegando a su provincia natal a fines de junio. En julio al entonces Capitán Betancourt se le encomendó que organizara la Brigada Oeste de Matanzas. Durante año y medio combatió con efectividad y valentía en uno de los escenarios más difíciles de la guerra, y terminó ésta con grados de brigadier general al mando de la 1ª División del 5º Cuerpo de Ejército, compuesta de cuatro brigadas.
Hay muchas guerras y revoluciones que comienzan con derrotas militares luego devenidas en victorias morales. El 24 de febrero de 1895 probó ser esta clase de victoria.
Rafael Betancourt economista, profesor universitario. Email: rbetancourt3114@gmail.com
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