
Petro plantea una alianza Colombia-Venezuela contra los ataques estadounidenses
La administración del presidente Donald Trump ha intensificado una polémica campaña de ataques contra pequeñas embarcaciones frente a las costas de Venezuela y Colombia, alegando que los ataques tienen como objetivo las operaciones de narcotráfico que representan una amenaza existencial para Estados Unidos. En los incidentes más recientes, fuerzas estadounidenses atacaron esta semana dos embarcaciones más en el Pacífico oriental, causando la muerte de seis personas y elevando el número de fallecidos en esta serie de operaciones, que se extiende desde hace meses, a más de 70.
Los ataques, que comenzaron en septiembre, han pasado de ser acciones aisladas de interdicción a una campaña militar sostenida. Funcionarios estadounidenses, incluyendo al presidente Trump y al secretario de Defensa, Pete Hegseth, argumentan que estas acciones constituyen legítima defensa contra organizaciones criminales transnacionales que trafican grandes cantidades de cocaína y otras drogas hacia Estados Unidos. Han enmarcado la campaña como parte de un “conflicto armado no internacional” contra grupos narcoterroristas designados y afirman que el poderío militar está interrumpiendo envíos que, de otro modo, llegarían a las calles estadounidenses.
Sin embargo, expertos legales, organizaciones de derechos humanos y muchos gobiernos extranjeros tienen una visión muy diferente de estos ataques. Expertos independientes del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas afirman que los ataques estadounidenses frente a las costas de Venezuela, en aguas internacionales, constituyen “ejecuciones extrajudiciales”.
Consideraciones legales y normativas
Desde la perspectiva del derecho internacional, las cuestiones centrales giran en torno a la soberanía, el uso de la fuerza y la naturaleza del objetivo. Los críticos argumentan que la destrucción de embarcaciones en aguas internacionales sin el consentimiento explícito del Estado anfitrión, una atribución clara o pruebas divulgadas públicamente, viola el derecho del mar y las leyes de los conflictos armados. Por ejemplo, los expertos de la ONU determinaron que, incluso si se corroboraran las acusaciones de vínculos con el narcotráfico, el uso de fuerza letal en aguas internacionales sin una base jurídica adecuada es ilegal.
En Estados Unidos, surgen dudas sobre si el presidente tiene la facultad de iniciar operaciones militares prolongadas fuera de las zonas de guerra declaradas, sin la autorización explícita del Congreso. Algunos miembros del Congreso sostienen que el gobierno está transformando un problema de aplicación de la ley penal en operaciones militares prolongadas sin supervisión legislativa.
Desde un punto de vista práctico, persisten las dudas sobre si los ataques están reduciendo el flujo de narcóticos. Los informes de investigación sugieren que muchas de las embarcaciones atacadas son pequeñas, no necesariamente los barcos de gran calado y alta capacidad utilizados por los narcotraficantes, que constituyen la columna vertebral del flujo transatlántico de cocaína. Organizaciones humanitarias advierten sobre posibles víctimas civiles, el riesgo de identificaciones erróneas y la falta de transparencia y de rendición de cuentas en torno a las operaciones.
Repercusiones regionales y aumento de tensiones
A nivel regional, los ataques han provocado una fuerte condena. Funcionarios venezolanos denuncian las operaciones como violaciones de la soberanía y “ejecuciones extrajudiciales”. El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha criticado duramente el despliegue estadounidense y los ataques, lo que ha agravado la crisis diplomática con Washington. La Cancillería colombiana ha calificado la presencia militar estadounidense de “excesiva” y desestabilizadora.
Petro ha ido más allá: afirmó que uno de los buques atacados recientemente por Estados Unidos era, de hecho, colombiano y que llevaba a bordo ciudadanos colombianos. La Casa Blanca calificó la afirmación como “infundada y reprobable”.
El giro inesperado: Petro plantea la unión con Venezuela
En medio de esta creciente tensión, el presidente Petro ha insinuado un proyecto político más ambicioso: una mayor unión o alianza con Venezuela. Si bien no ha declarado formalmente una fusión de estados, Petro ha hablado de una mayor cooperación a través de la frontera entre Colombia y Venezuela, de la integración económica y de un frente común contra la intervención extranjera. En declaraciones anteriores, ha enfatizado la necesidad de “diálogo, reconciliación y unión” en Venezuela y, por extensión, en toda la región.
Aunque Petro ha criticado a ciertos sectores del régimen venezolano, también ha rechazado la estrategia militar estadounidense. Ha buscado preservar las relaciones con Venezuela en lugar de romperlas. La idea de una unión con Venezuela es controvertida: alarma a muchos en los círculos diplomáticos tradicionales de Bogotá y entre los socios occidentales, que consideran al gobierno venezolano de Nicolás Maduro opresivo e implicado en redes de narcotráfico.
¿A qué se debe este cambio? Los analistas sugieren que el gesto de Petro es, en parte, una contramedida estratégica frente al despliegue militar estadounidense en el Caribe y el Pacífico. Al señalar una posible alianza entre Colombia y Venezuela, Petro está reposicionando a Bogotá como actor regional independiente y rechazando lo que percibe como una extralimitación estadounidense. Esta medida complica aún más los cálculos de Washington: lo que se consideraba una alianza bilateral entre Colombia y Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico ahora se ve envuelto en una dinámica triangular que involucra a Colombia, Venezuela y Estados Unidos.
Aumento de la presencia militar estadounidense y sus implicaciones
La presencia militar estadounidense en la región ha crecido significativamente. Los despliegues incluyen buques de guerra, un submarino nuclear, cazas furtivos F-35, aeronaves de vigilancia y miles de soldados en el sur del Caribe y en el Pacífico. Venezuela detectó recientemente aviones de combate estadounidenses cerca de su costa y los describió como una amenaza para la seguridad nacional.
El gobierno de Trump sostiene que este aumento de la presencia militar es necesario para interceptar el narcotráfico, pero muchos gobiernos regionales lo interpretan como una presión sobre Venezuela o incluso como una estrategia para operaciones de cambio de régimen. Debido a la escasa documentación de los ataques, persisten las sospechas de motivos ocultos. Colombia, a través del gobierno de Petro, ha protestado formalmente por la escalada y la actividad militar cerca de su frontera.
Cómo encaja el discurso de la unión
En el contexto de la implicación de Petro sobre una unión entre Colombia y Venezuela: la propuesta se desarrolla en medio de una creciente tensión regional. La lógica parece compleja:
- Profundidad estratégica: Una mayor cooperación entre Colombia y Venezuela otorga a Petro un mayor poder de negociación frente a la presión estadounidense y posiciona a Colombia no solo como socio de Estados Unidos, sino también como actor soberano con múltiples alianzas.
- Mensaje diplomático: Al fundar un posible bloque con Venezuela, Petro envía un mensaje a Washington y a otros actores regionales: América Latina no es un patio trasero de Estados Unidos para negociar de manera unilateralmente.
- Lógica fronteriza y económica: Colombia y Venezuela comparten una extensa frontera y comunidades transfronterizas; Petro ha promovido la idea de una integración económica binacional.
- Postura antiintervencionista: La inminente presencia militar estadounidense impulsa a Petro a apelar a la solidaridad latinoamericana contra las operaciones militares externas. Una unión entre Colombia y Venezuela fortalecería simbólicamente ese frente.
Si bien la idea de una unión total sigue siendo especulativa, su presencia en la retórica de Petro señala un cambio fundamental en la postura de Bogotá y complica la planificación estratégica de Estados Unidos en el hemisferio.
Conclusión
Esto no es simplemente un caso fallido de interdicción de drogas. Refleja cambios en las alianzas geopolíticas, doctrinas contrapuestas sobre la autodefensa y el uso de la fuerza, y una creciente resistencia en la región de influencia de América Latina frente a lo que muchos consideran un abuso de poder militar estadounidense.
Desde la perspectiva estadounidense, los ataques representan un intento audaz de redefinir la lucha contra el narcotráfico, calificando el tráfico de drogas como “narcoterrorismo” y autorizando acciones militares en lugar de limitarse a la aplicación de la ley. Sin embargo, la falta de transparencia y de claridad jurídica corre el riesgo de erosionar la legitimidad y de provocar una reacción adversa a nivel regional.
Desde la perspectiva colombiana y latinoamericana en general, los ataques y el despliegue militar generan temores de intervención, violación de la soberanía e instrumentalización de la política de drogas con fines geopolíticos. El acercamiento de Petro a una unión con Venezuela refleja un deseo de recuperar el control de la situación, aunque también plantea nuevas interrogantes sobre la trayectoria de la política exterior colombiana y las alianzas que buscará.
Si la idea de la unión se concreta, podría reconfigurar drásticamente las alianzas en la región. Por ahora, sigue siendo una cuestión retórica, pero subraya cómo la campaña militar estadounidense frente a las costas de Venezuela y Colombia se está convirtiendo en un debate mucho más amplio sobre el poder, la soberanía y el futuro de la seguridad hemisférica.
Repercusiones regionales y aumento de tensiones