Migrantes cubanos enfrentan nuevas dificultades bajo nueva orden del Departamento de Justicia (+English)

La Junta de Apelaciones de Inmigración del Departamento de Justicia de Estados Unidos acaba de emitir un fallo, que inhabilita la posibilidad de acogerse a la Ley de Ajuste Cubano (LAC), a aquellos inmigrantes de este origen que ingresaron al país en virtud del formulario I-220A. Esta categoría constituye una “Orden de Liberación bajo Reconocimiento”, que significa que son liberados del control físico de Departamento de Inmigración (ICE), pero quedan en “libertad bajo palabra”, sujetos al control de ese organismo.

El procedimiento de conceder “libertad bajo palabra”, también llamado parole, a los inmigrantes cubanos, ha sido utilizado desde principios de la década de 1960 para resolver el estatus circunstancial de aquellos inmigrantes cubanos que, alentados por la propia política norteamericana, han ingresado de manera ilegal a su territorio. 

En este caso, mayormente se trata de aquellos que han arribado a la frontera en los dos últimos años, formando parte de las oleadas de millones de inmigrantes que el gobierno norteamericano trata infructuosamente de detener, mediante políticas muy represivas contra estas personas. Aunque los cubanos no han sido los únicos que fueron temporalmente aceptados a ingresar mediante el formulario I-220A, una medida inevitable, destinada a descongestionar las cárceles del ICE en las fronteras, su gran ventaja es que se suponía que al año y un día de estancia en Estados Unidos podían acogerse a la LAC y obtener la residencia permanente en el país.

Aprobada en 1966, la LAC es una ley singular que solo se aplica a los cubanos. Aunque han existido otras leyes de ajuste para resolver la estancia legal de otros inmigrantes, la LAC es la única que se aplica de manera indefinida, o sea, otorga la potestad al fiscal general de proceder al ajuste legal de cualquier cubano que llegue a Estados Unidos, después del primero de enero de 1959.

Aunque la propia ley establece como requisito haber sido previamente “inspeccionado y admitido” por las autoridades inmigratorias en el momento de arribo, a muy pocos cubanos se les ha negado la posibilidad de legalizar su estatus. Eso es precisamente lo que ha cambiado en la actualidad, según las autoridades federales de inmigración, el I-220A no es equivalente al llamado “parole humanitario”, sino solo una “aceptación transitoria” que no califica para los términos de “inspeccionado y admitido”, establecido por la LAC. 

Tal decisión deja en un limbo legal a más de 300 000 inmigrantes cubanos que han ingresado de manera indocumentada a Estados Unidos en los últimos años. Al igual que ocurre con los inmigrantes de otros países, están sujetos a la deportación, con la agravante de que el gobierno cubano estaría obligado a aceptarlos, ya que así lo establece los acuerdos migratorios firmados entre los dos países. A esto se agrega que, por lo general, estas personas no emigraron ilegalmente de Cuba, sino que arribaron a un tercer país de manera legal, antes de continuar viaje hacia la frontera norteamericana.

Resulta difícil imaginar al gobierno norteamericano involucrado en la persecución, arresto y deportación de decenas de miles de inmigrantes cubanos, como ocurre con otras nacionalidades. Toda la construcción mediática elaborada alrededor de la “excepcionalidad” de los migrantes cubanos se vendría abajo, si aparecen las imágenes de la “migra” asaltando sus centros de trabajo o lugares de residencia para atraparlos, máxime cuando, aunque no deja de ser un volumen significativo, poco representan en la escala del gran problema inmigratorio que afecta a ese país.          

Aunque a tono con el rechazo a la inmigración que predomina en la política norteamericana, de la que no están exentos los nuevos inmigrantes cubanos, incluso por buena parte de la comunidad de este origen asentada en Estados Unidos, más bien hay que pensar que se trata de una medida disuasiva que, combinada con otras que restablecen los procedimientos legales paralizados por el gobierno de Donald Trump, tratan de mantener bajo control el flujo de cubanos.

El conflicto entre, por un lado, alentar la emigración cubana y, por otro, tratar de controlarla a niveles aceptables para Estados Unidos, ha estado en el centro de la política norteamericana hacia Cuba. La Ley de Ajuste Cubano ha operado como una de las válvulas para ejercer este balance y en este caso se está cerrando, aunque sea a medias y nadie sepa hasta cuándo.  

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English version:

Cuban migrants face new difficulties under new DOJ ruling

The Board of Immigration Appeals of the United States Department of Justice recently issued a ruling which disqualifies the possibility of benefiting from the Cuban Adjustment Act (CAA) to those immigrants of this origin who entered the country under Form I -220A. This category constitutes an “Order of Release on Recognizance,” which means that they are released from the physical control of the Immigration Department (ICE), but remain on “parole,” subject to the control of that agency.

The procedure of granting “parole” to Cuban immigrants has been used since the early 1960s to resolve the circumstantial status of those Cuban immigrants who, encouraged by US policy itself, have entered illegally to its territory.

In this case, these are mostly those who have arrived at the border in the last two years, forming part of the waves of millions of immigrants that the US government tries unsuccessfully to stop using very repressive policies against these people. Although Cubans have not been the only ones who were temporarily accepted to enter through the I-220A form, an inevitable measure aimed at decongesting the ICE prisons on the borders. its great advantage is that it was assumed that after a year and a day of stay in the United States these persons could benefit from the CAA and obtain permanent residency in the country.

Passed in 1966, the CAA is a unique law that only applies to Cubans. Although there have been other adjustment laws to resolve the legal stay of other immigrants, the CAA is the only one that applies indefinitely, that is, it grants the power to the attorney general to proceed with the legal adjustment of any Cuban who arrives or arrived in the United States after January 1, 1959.

Although the law itself establishes the requirement of having been previously “inspected and admitted” by the immigration authorities at the time of arrival, very few Cubans have been denied the possibility of legalizing their status. That is precisely what has changed as of the recent ruling, according to federal immigration authorities, the I-220A is not equivalent to the so-called “humanitarian parole”, but only a “transitional acceptance” that does not qualify for the terms of “inspected and admitted.” established by the CAA.

Such a decision leaves more than 300,000 Cuban immigrants who have entered the United States undocumented in recent years in legal limbo. As is the case with immigrants from other countries, they are subject to deportation, with the aggravating factor that the Cuban government would be obliged to accept them, since this is established in the immigration agreements signed between the two countries. Added to this is that, in general, these people did not emigrate illegally from Cuba, but rather arrived in a third country legally, before continuing their journey to the US border.

It is difficult to imagine the US government involved in the persecution, arrest and deportation of tens of thousands of Cuban immigrants, as is the case with other nationalities. The entire constructed and developed around the “exceptionality” of Cuban migrants would collapse if images of the “migra” appear attacking their workplaces or places of residence to catch them, especially when, although it is still a significant number, they represent a minority on the scale of the great immigration problem that affects the US.

Although in line with the rejection of immigration that predominates in US policy, from which new Cuban immigrants are not exempt, even by a large part of the community of this origin settled in the United States, one must rather think that it is of a deterrent that, combined with others that reestablish legal procedures paralyzed by Donald Trump’s administration, try to keep the flow of Cubans under control.

The conflict, on the one hand, encourages Cuban emigration and, on the other, tries to control it to levels acceptable to the United States, has been at the center of US policy towards Cuba. The Cuban Adjustment Act has operated as one of the valves to exercise this balance and in this case it is being closed, even if it is only half-way and no one knows for how long.