Las luces de Cuba siguen parpadeando

A dos meses del inicio del otoño de 2025, los cubanos atraviesan una de las peores crisis energéticas en décadas. Desde Santiago hasta Pinar del Río, los apagones prolongados han sumido a las comunidades en la oscuridad, sobrecargando los hospitales, interrumpiendo los sistemas de bombeo de agua y poniendo a prueba la paciencia de los ciudadanos que ya enfrentaban dificultades económicas.

Un sistema al borde del abismo

Durante septiembre de 2025, la red eléctrica nacional de Cuba —el Sistema Eléctrico Nacional (SEN)— operado por la empresa estatal Unión Eléctrica (UNE)— tuvo dificultades para satisfacer ni siquiera la mitad de la demanda máxima. El 8 de septiembre, la UNE reportó una capacidad disponible de aproximadamente 1910 megavatios (MW) frente a una demanda de 3450 MW, lo que deja un déficit de más de 1500 MW.

Esa semana, un corte en la línea de transmisión de 220 kilovoltios entre Nuevitas y Las Tunas provocó apagones generalizados en las provincias orientales. Estas fallas técnicas, combinadas con la disminución del suministro de combustible, dejaron a millones de personas sin electricidad durante hasta 20 horas al día.

A finales de septiembre, los déficits superaban regularmente los 1,600 a 1,800 MW, cifras sin precedentes en los últimos años. El 30 de septiembre, la UNE registró una generación disponible de 1,670 MW, en comparación con una demanda prevista de 2,840 MW, advirtiendo que los déficits en hora punta podrían superar los 1,700 MW.

“El sistema ha colapsado”, declaró un ingeniero en Holguín que pidió no ser identificado. “No se trata solo de una unidad inactiva, sino de toda la red envejeciendo a la vez”.

Escasez de combustible y plantas en mal estado

El núcleo de la crisis reside en la escasez de combustible y el deterioro de la infraestructura. Gran parte de la generación de energía térmica de Cuba depende del fueloil y el diésel importados, ambos escasos a medida que el país lucha por obtener crédito y se enfrenta a la disminución de los envíos de petróleo de aliados tradicionales como Venezuela.

A principios de octubre, funcionarios de la UNE reconocieron públicamente que las reservas nacionales de combustible eran insuficientes para el mes. Tres centrales térmicas estaban completamente fuera de servicio, lo que supuso la pérdida de 270 MW de la red, mientras que la escasez de diésel dejó fuera de servicio a muchas unidades generadoras distribuidas y más pequeñas, lo que añadió otros 600 MW de capacidad.

Un informe del 8 de octubre indicó que las centrales térmicas de Cuba operaban a tan solo el 25 % de su capacidad total, con tres de las siete principales centrales del país cerradas por falta de repuestos o de mantenimiento.

“Las unidades de Felton, Renté, Nuevitas y Santa Cruz se encuentran en estado crítico”, indicó el boletín diario de la UNE. “Las averías y la escasez de combustible han limitado gravemente el servicio”.

Otra ronda de apagones nacionales

La escasez culminó en varios apagones a nivel nacional entre el 9 y el 11 de septiembre, afectando a hasta 10 millones de cubanos, según The Guardian, que informó que el país sufrió su “quinto apagón en menos de un año”.

Reuters describió la situación en la capital: “La Habana volvió a la normalidad solo unos días después, tras la recuperación de la red eléctrica tras un apagón nacional que paralizó el transporte público y el almacenamiento de alimentos”.

A principios de octubre, la mejora fue mínima. La UNE proyectó déficits cercanos a los 1,900 MW el 1 de octubre, y el 2 de octubre algunas regiones reportaron apagones de 24 horas.

Impacto en la vida cotidiana

En toda la isla, los cubanos de a pie se han adaptado a la oscuridad. Las familias cocinan antes del amanecer o después de la medianoche; los estudiantes estudian a la luz de las velas y los vecindarios comparten generadores para mantener en funcionamiento los electrodomésticos esenciales.

En Santiago de Cuba, María Gómez, una residente de 63 años, declaró a periodistas independientes que no había tenido un día completo de electricidad “desde principios de septiembre”. “No se puede refrigerar la comida”, dijo. “Hemos perdido todo lo que compramos: pollo, leche, incluso agua a veces”.

Los centros urbanos se encuentran en una mejor situación que las provincias rurales, donde los apagones suelen durar un día entero. En La Habana, se anuncian horarios de cortes de luz escalonados, pero rara vez se cumplen. “Dicen cuatro horas, pero suelen ser ocho o más”, dijo un conductor de autobús en Alamar.

Los pequeños negocios, ya afectados por la inflación y la escasez, ahora enfrentan pérdidas crecientes porque los sistemas de refrigeración, aire acondicionado y pago fallan sin electricidad.

Las energías renovables ofrecen destellos de luz

En medio de la desolación, Cuba ha impulsado nuevos proyectos de energía solar para diversificar su producción y dejar de depender de los combustibles fósiles. En septiembre, las autoridades inauguraron dos parques fotovoltaicos de 21,8 MW en las provincias de Holguín y Camagüey, sumándose a una creciente red de más de 30 instalaciones solares en todo el país.

A mediados de septiembre, estos parques aportaban alrededor de 597 MW de potencia máxima durante el mediodía y aproximadamente 3,000 megavatios-hora en total, una fracción de lo que se necesita para cubrir la escasez diaria.

El objetivo a largo plazo, según lo establecido en los planes gubernamentales, es generar el 24 % de la electricidad de Cuba a partir de fuentes de energía renovable para 2030. Sin embargo, el progreso es lento, limitado por la financiación, la tecnología importada y los problemas de mantenimiento.

Contexto económico y político

La actual ola de apagones coincide con una de las recesiones económicas más profundas de Cuba desde la década de 1990. La disminución de los ingresos por turismo, el endurecimiento de las sanciones estadounidenses y la reducción de los envíos de petróleo desde Venezuela han agotado las reservas de divisas, impidiendo al gobierno comprar repuestos y combustible en los mercados internacionales.

En algunas zonas, las interrupciones de la electricidad han provocado protestas locales, especialmente en las provincias orientales. Vídeos compartidos en redes sociales a finales de septiembre mostraban a residentes golpeando cacerolas y coreando “¡Queremos luz!”.

Aunque las autoridades han evitado en gran medida la confrontación, se ha reportado la presencia policial en varios barrios afectados.

De cara al futuro

El gobierno cubano insiste en que las labores de recuperación continúan. El 15 de octubre, el ministro de Energía, Vicente de la O Levy, reiteró que “las brigadas de mantenimiento están trabajando las 24 horas” y que se esperaba más combustible de parte de países amigos. Sin embargo, las autoridades no han ofrecido un cronograma para el fin de los apagones.

Los analistas advierten que, a menos que Cuba pueda asegurar un suministro estable de combustible y renovar su parque generador anticuado, la red eléctrica del país seguirá siendo vulnerable al colapso.

“Aunque una o dos unidades térmicas regresen, los problemas estructurales persisten”, afirmó el economista Omar Everleny Pérez Villanueva, exprofesor de la Universidad de La Habana. “Sin inversión, Cuba enfrentará esta crisis cada año”.

El costo humano

Por ahora, los cubanos de a pie siguen siendo los más afectados. En Cienfuegos, el profesor Ernesto López, de 29 años, resumió el estado de ánimo imperante: “Hemos aprendido a vivir con el sol. Cuando se pone, el país se paraliza”.

La ironía no pasa desapercibida para los residentes: una nación con abundante luz solar, pero con escasez de electricidad.

Felipe Pagliery es un profesor de historia jubilado que reside en West Palm Beach, Florida. Gran parte de la información de este artículo se obtuvo de fuentes como The Guardian, Reuters, Associated Press, Evrim Ağacı, Cuba Headlines y CiberCuba.