Keys for the future of Cuba’s relations with the United States (+Español)

On April 19, Miguel Díaz-Canel was re-elected by the National Assembly of People’s Power to serve as president of Cuba for another five years. It was not a surprise, nor was the ratification of the other main positions of his government. However, this continuity is not a reflection of calm, since very difficult times are foreseen for the future of Cuba.

The main destabilizing factor continues to be the United States policy towards island. After the improvement in relations that originated from the Obama opening, the Donald Trump administration was an absolute setback, which placed these relations in one of the worst moments in their history. In particular, the intensification of the economic blockade reached unprecedented levels and its effects worsened due to the impact of the Covid-19 pandemic in the country, as happened throughout the world.

The Joe Biden administration has done little to alleviate this situation. Trump’s policy towards Cuba has remained almost intact and was particularly cruel during the pandemic, depriving the country of access to medicines and supplies it needed to face it. More alone than anyone, Cuba had to deal with the pandemic. And only because of its own vaccines, an achievement scarcely recognized in the world, as well as the effectiveness of a health system that worked at the limit of its capacity, were Cubans saved from a humanitarian catastrophe of incalculable levels. Having prevented it was the great merit of the past government, although it was achieved at the cost of a disastrous blow to the economy — increased by its own mistakes —, as well as social setbacks, which have also had an impact on national politics and have triggered a voluminous emigration.

Some analysts believe that Biden’s policy towards Cuba is explained by temporary domestic factors, such as the Cuban-American vote in the state of Florida, or the relative power of Democratic Senator Bob Menéndez, known for his anti-Cuban positions. However, if we look at the composition and international performance of the Biden administration other, deeper causes could better explain its conduct towards Cuba.

The current situation shows a marked stagnation of American political thought. If Trump represented the revitalization of the most infamous currents of American conservatism, the Biden administration constitutes a return to the most primitive model of liberal imperialism, a retreat from the “intelligent power” that Barack Obama tried to apply in his foreign policy and that took into account the policy towards Cuba, the most daring of his proposals.

With a cold war mentality, obsessed with communism and a fairly basic discourse in favor of democracy that is not practiced at home, the current US government does not hope to “promote capitalism in Cuba,” as Obama proposed, but rather “to destroy Cuban socialism,” by intensifying pressure on the country. Acting this way is in the DNA of the administration; it does not take someone to induce them to do it.

In the near future no changes are perceived in the policy towards Cuba since the internal situation of the United States does not show projections of evolution of the main sides in conflict. Both tendencies pursue the same objective: to reposition US dominance through policies of force and sanctions of which Cuba is one of its victims. On the other hand, in the face of a globalization process that has become dysfunctional for US hegemonic projects, the emergence of alternative blocs, led by China, seems the only Cuban option to face US hostility, and this increases the obstacles to possible dialogue. 

The other variable to take into account is the possibilities of Cuba overcoming the crisis and thus discourage the US currents that predict a debacle of the Cuban political system. Since we are not in times where international solidarity prevails, in order to insert itself into the alternative blocs on a global scale Cuba must improve its economic situation and be able to contribute to the value chains that make up these markets. Therefore, profound reforms are imposed on the Cuban socialist model. That will be the main task of Miguel Díaz Canel and his administration.

“Socialism is the closest thing to youth, because it is not a finished work, it is being done every day and the energy and natural ambition of young people are fundamental in this work,” said Díaz-Canel in one of the most interesting moments of his speech at the Constitutive Session of the X Legislature of the National Assembly of People’s Power. Under this conception there should be no place for dogmatism or obstacles that, under the excuse of false principles, have slowed down the transformations that the country requires. Many of them proposed by the government itself and approved by the people in various processes, but slowed down in their execution due to the lack of energy from the authorities.

Breaking this inertia is Miguel Díaz-Canel’s mission for the next five years, no matter the United States’ policy towards Cuba.

*****

Versión en Español:

Claves para el futuro de las relaciones de Cuba con los Estados Unidos 

Por Jesús Arboleya

El pasado 19 de abril, Miguel Díaz Canel fue reelecto por la Asamblea Nacional de Poder Popular, para ejercer la presidencia de Cuba por otros cinco años. No fue una sorpresa, como tampoco lo fue la ratificación de los principales cargos de su gobierno. Sin embargo, esa continuidad no es reflejo de sosiego, toda vez que se avizoran tiempos muy difíciles para el futuro de Cuba. 

El principal factor de desestabilización continúa siendo la política de Estados Unidos hacia el país. Después de la mejoría en las relaciones que originó la apertura obamista, el gobierno de Donald Trump fue un retroceso absoluto, que colocó estas relaciones en uno de los peores momentos de su historia. En particular la intensificación del bloqueo económico alcanzó niveles sin precedente y sus efectos se recrudecieron, debido al impacto de la pandemia de Covid-19 en el país, tal y como ocurrió en todo el mundo. 

Poco hizo la administración de Joe Biden por aliviar esta situación. La política de Trump hacia Cuba se ha mantenido casi intacta y resultó particularmente cruel durante la pandemia, al privar al país del acceso a medicinas e insumos para enfrentarla. Más sola que cualquiera tuvo que lidiar Cuba con la pandemia y solo el diseño de vacunas propias, un logro escasamente reconocido en el mundo, así como la efectividad de un sistema de salud que funcionó al límite de su capacidad, salvó a los cubanos de una catástrofe humanitaria de niveles incalculables. Haberlo impedido fue el gran mérito del pasado gobierno, aunque se logró a costa de un golpe desastroso para la economía, incrementado por errores propios, así como retrocesos sociales, que también han tenido un impacto en la política nacional y han disparado el volumen de la emigración.   

Algunos analistas consideran que la política de Biden hacia Cuba se explica a partir de factores domésticos coyunturales, como el voto cubanoamericano en el estado de la Florida o el peso relativo del demócrata Bob Menéndez, conocido por sus posiciones anticubanas, en el polarizado senado del país. Sin embargo, si observamos la composición y la actuación internacional de este gobierno, otras causas, más profundas, pudieran explicar mejor su conducta hacia Cuba.  

La situación actual muestra un marcado estancamiento del pensamiento político norteamericano. Si Trump representó la revitalización de las corrientes más infames del conservadurismo estadounidense, el gobierno de Biden constituye un retorno al modelo más primitivo del imperialismo liberal, un retroceso respecto al “poder inteligente” que pretendió aplicar Barack Obama en su política exterior y que tuvo en la política hacia Cuba la más osada de sus propuestas. 

Con mentalidad de guerra fría, obsesionados con el comunismo y un discurso bastante elemental a favor de la democracia que no se cumple en su propia práctica, el actual gobierno norteamericano no espera “promover el capitalismo en Cuba”, como proponía Obama, sino “reventar al socialismo cubano”, mediante la intensificación de las presiones sobre el país. Actuar de esta manera está en el ADN de la administración, no hace falta alguien que los induzca a hacerlo.  

A futuro no se perciben cambios en la política hacia Cuba, toda vez que la situación interna de Estados Unidos no muestra proyecciones de evolución de los principales bandos en pugna. Ambas tendencias persiguen el mismo objetivo: reposicionar el dominio norteamericano, mediante políticas de fuerza y sanciones de las que Cuba es una de sus víctimas. Por otro lado, de cara a un proceso de globalización que se ha tornado disfuncional para los proyectos hegemónicos estadounidenses, la emergencia de bloques alternativos, encabezados por China, parece la única opción cubana para enfrentar la hostilidad estadounidense y ello incrementa los obstáculos al diálogo posible.

La otra variable a tener en cuenta son las posibilidades de Cuba para superar la crisis y así desalentar las corrientes norteamericanas que auguran una debacle del sistema político cubano. Como no estamos en tiempos donde prime la solidaridad internacional, para insertarse en los bloques alternativos a escala mundial, Cuba debe mejorar su situación económica y ser capaz de aportar a las cadenas de valor que conforman estos mercados. Se impone, por tanto, profundas reformas al modelo socialista cubano y esa será la principal tarea de Miguel Díaz Canel y su gobierno.

“El socialismo es lo más cercano que hay a la juventud, porque no es una obra acabada, se va haciendo todos los días y la energía y la ambición natural de los jóvenes son fundamentales en esa obra”, dijo Díaz Canel en uno de los momentos más interesantes de su discurso en la Sesión Constitutiva de la X Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Bajo esta concepción no deben tener cabida los dogmatismos ni las trabas que, bajo la excusa de falsos principios, han frenado las transformaciones que requiere el país. Muchas de ellas propuestas por el propio gobierno y aprobadas por el pueblo en diversos procesos, pero frenadas en su ejecución por la falta de energía de las autoridades.

Romper esta inercia es la misión de Miguel Díaz Canel en los próximos cinco años, sea cual fuere la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Progreso Semanal/ Weekly autoriza la reproducción total o parcial de los artículos de nuestros periodistas siempre y cuando se identifique la fuente original y el autor.
Síganos en Facebook, en Twitter @ProgresoHabana y en Telegram.