
El corolario de Trump no es política exterior, es imperialismo a plena luz del día
Esto no es política. Es una extorsión. Y ya estamos viendo las consecuencias.
Dejemos de fingir que no sabemos lo que estamos viendo. El llamado “Corolario Trump” —el derecho recién declarado por Washington a remodelar América Latina por la fuerza, mediante operaciones encubiertas o el estrangulamiento económico— no es una doctrina, una estrategia ni una “prioridad regional”. Es imperialismo. Imperialismo a la vieja usanza, con la bota en el cuello, solo que envuelto en el lenguaje de 2025 y vendido como “seguridad”.
Y la gente de Biden, Obama, Bush y Clinton debería ahorrarnos su indignación. Lo único que hizo Trump fue decir en voz alta lo que todos pensaban en silencio.
Una doctrina construida sobre la arrogancia
La Doctrina Monroe nació como un farol de un joven y débil Estados Unidos en 1823: una línea simbólica contra la recolonización europea. Pero rápidamente mutó en algo aún peor: una pretensión unilateral sobre todo el hemisferio. En 1904, Theodore Roosevelt se quitó la máscara por completo, declarando a Estados Unidos como el “policía” autoproclamado de América Latina.
“Policía” es una palabra amable. En realidad, Washington se convirtió en un pirómano que volvía a la escena del crimen con un bidón de gasolina.
Cuba. Nicaragua. Guatemala. Chile. Haití. Panamá. Honduras. República Dominicana. La lista es tan larga que resulta abrumadora. Golpes de Estado, invasiones, bloqueos, elecciones fraudulentas, asfixia económica del FMI, “asesoramiento” de la CIA, escuadrones de la muerte disfrazados de “cooperación en seguridad”. ¿Y para qué?
Plátanos. Cobre. Azúcar. Petróleo.
Y la inquebrantable convicción estadounidense de que el destino de América Latina es ser el patio trasero de Washington.
Entra en escena el Corolario Trump: el Imperio dice en voz alta lo que todos pensaban en silencio
Eric Ross, en un artículo de opinión de Tom Dispatch, lo explicó recientemente: Estados Unidos ahora afirma tener el derecho de intervenir para impedir que cualquier “potencia no hemisférica” gane influencia en América Latina. Traducción: si un gobierno latinoamericano se atreve a hacer tratos con alguien que no sea Washington o las corporaciones estadounidenses, los marines podrían estar en el próximo barco.
Y ya estamos viendo las consecuencias. Un enorme despliegue militar estadounidense en el Caribe. Operaciones de la CIA autorizadas en Venezuela. Ejecuciones extrajudiciales en el mar. Una base naval reabrió en Puerto Rico para que el Pentágono pueda “proyectar poder”. E, increíblemente, un presidente coquetea abiertamente con una invasión terrestre a Venezuela en 2025.
Esto no es política. Es una extorsión.
“Narcoestado”, “Terrorismo”, “Estabilidad”: las mismas excusas, siempre
Se podría hacer un cartón de bingo con las justificaciones:
- «Narcoterrorismo»
- «Promoción de la democracia»
- «Estado fallido»
- «Influencia extranjera»
- «Control migratorio»
Es el mismo guion utilizado para justificar el golpe de Estado de 1954 en Guatemala, el asesinato de la democracia de Salvador Allende en Chile en 1973 y la asfixia de Cuba durante décadas bajo la Enmienda Platt. Cada vez que una nación latinoamericana intenta valerse por sí misma —nacionalizar el petróleo, afirmar el control sobre sus recursos o trazar una política exterior independiente—, de repente Washington descubre una crisis.
El Corolario Trump es la última excusa. Nada más.
Lo que Washington realmente teme
Seamos honestos: Estados Unidos no teme la inestabilidad en América Latina; ha causado más inestabilidad que cualquier otra potencia extranjera. Lo que teme es la soberanía.
- Teme que la región elija a sus propios socios.
- Teme a los gobiernos que no se doblegan ante los intereses corporativos estadounidenses.
- Teme el nacionalismo de los recursos.
- Teme la simple idea de que América Latina pertenece a los latinoamericanos.
El verdadero “crimen” de Venezuela no son las drogas, la corrupción ni siquiera el autoritarismo; Washington ha apoyado con gusto regímenes mucho peores. Su crimen es negarse a entregar su petróleo, sus minerales y sus relaciones estratégicas a las empresas occidentales.
El corolario es una advertencia y una oportunidad
América Latina ha presenciado todas las versiones de esta historia. Y ha sobrevivido a todos los imperios que se creyeron eternos: España, Gran Bretaña, Francia y ahora Estados Unidos, que todavía se imagina capaz de dictar el futuro de la región.
El corolario de Trump es un peligro, pero también un momento de lucidez. Se acabaron las ilusiones. Se acabaron los eufemismos diplomáticos. La fachada de la asociación se ha derrumbado.
La tarea ahora
Quienes se preocupan por la soberanía latinoamericana —en la región y en Estados Unidos— deben llamar a esta doctrina por su nombre y oponerse a ella sin concesiones. No moderarla. No suavizarla. No “mejorarla”. Rechazarla.
Porque un hemisferio construido sobre la coerción no es un hemisferio en paz. Y una política exterior que trata a las naciones como vasallos no es estabilidad, sino dominación.
Lo que América Latina necesita no es otro “corolario” estadounidense. Necesita que Estados Unidos finalmente se ocupe de sus propios asuntos.
