An ‘intellectual’ brawl in Miami (+Español)

It is not strange that one or another intellectual endeavor or artistic production provoke violent reactions among extremists of the Cuban-American community in Miami. In that city, works by renowned Cuban painters have been destroyed, books burned in piles, or musical performances canceled due to the threat of terrorist attacks — and from time to time a bulldozer crushes records in the street by an artist disowned for his political positions. 

This time the uproar was caused by a book, where things are written that the Cuban-American right does not want to hear.

“Cuban Privilege: The Making of Immigrant Inequality in America,” written by Dr. Susan Eckstein, professor of sociology at Boston University, in Cambridge, Massachusetts, and currently president of the Latin American Studies Association (LASA). She is also a specialist on immigration issues. Dr. Eckstein has dedicated several of her works to studying Cuban immigration in the U.S. Her sin has been to demonstrate, based on a rigorous historical investigation, that the majority of Cuban immigrants are neither exiles nor refugees, but have been treated as such and subject to exceptional privileges due to the interests that have guided United States-Cuba policy.

This is not even a new debate. No serious study of the Cuban migratory phenomenon since the revolutionary triumph of 1959 has failed to recognize the weight of the political factor in the special treatment that these immigrants have received in the U.S. and the interested distortions that revolve around their characteristics. A fairly basic piece of information is enough to confirm the results of Eckstein’s investigations: the vast majority of these immigrants have traveled to the U.S. under agreements between the two countries; they have emigrated from Cuba legally and since 1979 can visit the country whenever they want.

The inquisitive operation against Eckstein was initiated by Kevin Marino Cabrera, a newly-elected, Trump-supporting county commissioner who worked as Florida State Director for Donald J. Trump for President and the Republican National Committee, who admitted to not having read the book. The local press joined the lynching and the “living forces,” as civil society was called in Cuba in times of the neo-colony, demanded that Florida International University (FIU) cancel the presentation of the book. The president of the institution did not give in to such a demand, but sought a formula for “democratic balance” that consisted of throwing the Bostonian educator to the lions.

Usually, for the presentation of a book an expert on the subject is chosen who talks about the virtues of the work. This was not the case. Jorge Duany, director of FIU’s Cuban Research Institute, which hosted the event, opened by saying that the presentation did not imply that the university agreed with the content of the book. And the invited ‘expert’ opposite Eckstein was Orlando Gutierrez-Boronat, one of the most notorious troglodytes of the Miami political fauna, a ‘Cuban patriot’ who has repeatedly spoken out in favor of a U.S. military invasion of the island. His task was to insult the author and convey the “anger of the community” because of her statements. The audience was made up of people who surely won’t read the book either, let alone buy it, and outside the venue, a representation of the ‘battle-forged Miami exile’ took care of scaring away any naive person in search of culture and information.

In the end Susan Eckstein did not decline the challenge of torture, and with her dignity intact knew how to defend what she considers a right of her citizenship. Because she, Susan Eckstein, is not a communist, but a liberal representative of the best of the North American academic tradition who believes in a democratic system that does not exist in Miami.

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Versión en Español:

Trifulca “intelectual” en Miami

No es extraño que algún que otro producto intelectual o artístico provoque violentas reacciones entre los extremistas de la comunidad cubanoamericana de Miami. En esa ciudad se han destrozado obras de renombrados pintores cubanos, quemado libros en pilas o cancelado presentaciones musicales ante la amenaza de ataques terroristas, de vez en cuando un buldócer aplasta en la calle los discos de algún artista repudiado por sus posiciones políticas. Esta vez el alboroto lo provocó un libro, que dice cosas que la derecha cubanoamericana no quiere escuchar. 

“Cuban Privilege: The Making of Immigrant Inequality in America”, ha sido escrito por la doctora Susan Eckstein, profesora de sociología de la Universidad de Boston, en Cambridge, Massachussets, en su momento presidenta del Latin American Studies Association (LASA) y especialista en temas migratorios, que ha dedicado varios de sus trabajos a estudiar la inmigración cubana en ese país. Su pecado ha sido demostrar, a partir de una rigurosa investigación histórica, que la mayoría de los inmigrantes cubanos no son ni exiliados ni refugiados, pero han sido tratados como tales y objeto de excepcionales privilegios, debido a los intereses que han guiado la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Ni siquiera se trata de un debate nuevo. Ningún estudio serio del fenómeno migratorio cubano en ese país a partir del triunfo revolucionario de 1959, ha dejado de reconocer el peso del factor político en el tratamiento especial que han recibido estos inmigrantes y las distorsiones interesadas que giran alrededor de sus características. Basta un dato bastante elemental para confirmar los resultados de las investigaciones de Eckstein: la inmensa mayoría de estos inmigrantes han viajado a ese país en virtud de acuerdos entre los dos países, han emigrado de Cuba de manera legal y desde 1979 pueden visitar el país cuando lo estimen pertinente. Precisamente lo que reciente la derecha es el “relajito” de los “perseguidos” devenidos en turistas, en cuanto se les presenta la ocasión.

La operación inquisidora contra Eckstein, la inició Kevin Marino Cabrera, un comisionado trumpista del condado, que reconoció no haber leído el libro. La prensa local se sumó al linchamiento y las “fuerzas vivas”, como se denominaba a la sociedad civil en Cuba en tiempos de la neocolonia, exigió a la Universidad Internacional de la Florida (FIU), que cancelara la presentación del libro. El presidente de la institución no se plegó a tamaña demanda, pero buscó una fórmula de “equilibrio democrático” que consistió en tirar a la doctora bostoniana a los leones. 

Usualmente, para la presentación de un libro se escoge a un conocedor en la materia, que habla de las virtudes del trabajo, este no fue el caso. Jorge Duany, director del Centro de Estudios Cubanos de FIU, anfitrión del evento, lo inauguró diciendo que la presentación no implicaba que la universidad estuviese de acuerdo con el contenido del libro. Y el “experto” invitado fue Orlando Gutierrez-Boronat, uno de los trogloditas más notorios de la fauna política miamense, un “patriota cubano”, que varias veces se ha manifestado a favor de una invasión militar norteamericana a la Isla. Su tarea fue insultar a la autora y transmitir el “enfado de la comunidad” ante sus afirmaciones. El público estaba compuesto por personas que seguramente tampoco leerán el libro, mucho menos comprarlo, y fuera del recinto, una representación del “aguerrido exilio miamense”, se ocupó de ahuyentar a cualquier ingenuo en busca de cultura.

Susan Eckstein no declinó el reto del suplicio y con su dignidad intacta supo defender lo que considera un derecho de su condición ciudadana. Porque Susan no es comunista, sino una liberal representativa de lo mejor de la tradición académica norteamericana, que cree en un sistema democrático que no existe en Miami.   

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