
¿Por qué los exiliados cubanos apoyan a Trump y a la extrema derecha?
En el corazón de la Pequeña Habana de Miami, los ecos de un pasado doloroso aún dan forma a las creencias políticas de un bloque de votantes fanáticamente leal. Décadas después de huir de la Cuba de Fidel Castro, muchos exiliados cubanos se mantienen firmes en su apoyo al Partido Republicano, abrazando a figuras como Donald Trump con un entusiasmo inquebrantable. Es una paradoja que desconcierta a los politólogos: ¿Por qué tantos exiliados cubanos respaldan a políticos de derecha que, contrariamente a su retórica, han hecho poco para “liberar” a Cuba o defender sus intereses en el exilio?
La respuesta no está en logros políticos tangibles, sino en una falsa narrativa histórica profundamente arraigada, un alineamiento ideológico, y una identidad política forjada en las llamas propagandísticas de la Guerra Fría.
Una identidad política enraizada en el anticomunismo
Para muchos exiliados cubanos, la política no es solo un cúmulo de medidas, sino supervivencia. Después de haber vivido el trauma de una revolución socialista que despojó a algunos de ellos de la propiedad, la libertad y la patria, muchos ven cualquier indicio de ideología izquierdista como anatema. Si bien los demócratas promueven programas sociales y políticas progresistas que ayudan a los inmigrantes, estos a menudo tienen un parecido incómodo, en la mente de muchos exiliados, con la retórica que alguna vez justificó el gobierno de Fidel Castro.
El discurso de los republicanos, por el contrario, ofrece una postura intransigente contra el “socialismo”, incluso si sus acciones no logran desmantelar al régimen cubano y confunden el socialismo democrático con el autoritarismo. Trump, en particular, maneja magistralmente una fraseología antisocialista, asustando a los exiliados cubanos y venezolanos para que crean que votar por los demócratas sería un paso para convertir a Estados Unidos en otra Cuba o Venezuela.
El alarmismo es un tambor que redobla para la generación de viejos exiliados cubanos. No solo recuerdan la revolución, sino que la vivieron. Y para ellos, el gobierno no es cuestión de detalles ideológicos, sino de evitar que la historia se repita. Las generaciones anteriores también han inculcado esta noción en las mentes de sus descendientes. Como resultado, el odio y resentimientos profundos continúan dominando sus pensamientos, atados a una nostálgica visión de lo que nunca fue.
La traición que nunca sanó
Para entender el origen de la desconfianza de los exiliados cubanos hacia el Partido Demócrata, hay que remontarse a 1961 y a la fallida invasión de Bahía de Cochinos. La operación, lanzada por exiliados cubanos con el apoyo de la CIA, fue abandonada por el presidente John F. Kennedy en un momento crítico. Para muchos exiliados, esto fue más que una derrota militar: fue una traición imperdonable que cimentó una desconfianza transgeneracional hacia los demócratas.
Esa herida nunca ha sanado del todo. Cuando administraciones demócratas posteriores, incluidas las de Jimmy Carter, Bill Clinton y Barack Obama, buscaron un enfoque más diplomático y racional hacia Cuba, estos esfuerzos no fueron vistos como pasos hacia la liberación, sino como concesiones a una dictadura. Por el contrario, los líderes republicanos han adoptado históricamente una línea ostensiblemente más dura contra el régimen cubano, incluso si sus políticas equivalen a poco más que palabras vacías y sanciones económicas que perjudican a los cubanos comunes, pero que no han logrado producir un cambio político positivo en el transcurso de sesenta años.
El poder de la retórica sobre los resultados
Las políticas de Trump hacia Cuba, incluyendo la anulación del compromiso diplomático de Obama y el restablecimiento de estrictas sanciones, son bien vistas entre los exiliados, a pesar de que hacen poco para debilitar al gobierno cubano, aunque causan muchos daños a los familiares o cubanos en general en la isla. Pero a muchos cubanoamericanos no les importan los resultados reales o a quién ayudan. Lo importante es el simbolismo: la idea de que Trump es “duro” con el comunismo, mientras que los demócratas son blandos.
Por tanto, las políticas republicanas no traen beneficios tangibles a la comunidad cubana en el exilio, pero la imagen del partido como el enemigo mortal del comunismo ha sobrevivido. En un clima político donde la percepción importa más que la realidad, esa imagen es suficiente para asegurarles el apoyo.
Economía, religión y mentalidad conservadora
Más allá de la política exterior, los exiliados cubanos también se alinean con los republicanos en asuntos internos. Muchos en la comunidad han prosperado como dueños de negocios y empresarios, y ven el énfasis republicano en los impuestos bajos y la desregulación como beneficioso para su éxito. Irónicamente, los primeros exiliados cubanos recibieron ayuda a través de un conjunto de programas de asistencia específicos que establecieron la base para triunfos colectivos y deberían ser un modelo de cómo tratar a los inmigrantes en general. Pero esa realidad cayó en el olvido y ahora muchos exiliados cubanos no sienten simpatía por los recién llegados.
El conservadurismo religioso también hace un papel importante. La cultura cubana tiene profundas raíces católicas, y temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la “libertad” religiosa a menudo atraen a los votantes cubanos hacia el Partido Republicano. La adopción de políticas sociales progresistas por parte del Partido Demócrata no hace más que reforzar la creencia de que no está en sintonía con sus valores. El machismo también desempeña un papel, y los hombres fuertes han mantenido a los cubanos encandilados a lo largo de la historia de la nación isleña. Trump, con su falsa bravuconería e inclinaciones dictatoriales, es más el tipo del exiliado cubano que el debilucho Biden.
El papel de los medios de comunicación y las cámaras de eco políticas
Los medios conservadores en español han alimentado aún más la lealtad de los exiliados cubanos a la derecha. Las ondas radiales de Miami están saturadas de programas de radio y televisión que enmarcan a los demócratas como simpatizantes comunistas y presentan a los líderes republicanos como defensores de la libertad. En una comunidad insular donde la familia y las redes sociales refuerzan las creencias políticas, esto hace difícil romper el ciclo de lealtad republicana.
Un voto basado en el miedo, no en los resultados
Para muchos exiliados cubanos, apoyar a Trump y al Partido Republicano no es cuestión de dar resultados, sino de garantizar que Estados Unidos nunca dé un paso hacia el “socialismo”. Las heridas del exilio son profundas, y el miedo es un poderoso motivador político.
Aunque Trump y otras figuras de derecha no logren “liberar” a Cuba ni mejorar materialmente la vida de los exiliados cubanos, sus mentiras y retórica son suficientes. En la imaginación política de muchos cubanoamericanos, el Partido Republicano sigue siendo la última línea de defensa contra la ideología que se apoderó de su patria. Y en la batalla entre los hechos y la fantasía inducida por el miedo, la fantasía sigue ganando––como en gran parte del país en general.