Una pregunta difícil de responder
A lo largo de medio siglo en el ejercicio de la profesión, me he visto en muchas ocasiones ante preguntas bien engorrosas y de delicada respuesta con respecto a la realidad cubana. Recibiéndolas o formulándolas que, al caso, es lo mismo.
Han sido con colegas extranjeros recién llegados al país, turistas, aventureros y empresarios venidos a cumplir obligaciones comerciales o de inversión. Del mismo modo, entre colegas, amigos y familiares.
Hubo un tiempo que una era la constante, la preferente. El aquello de qué pasaría en Cuba cuando muriera Fidel Castro. Pues nada, asumiría su hermano Raúl, solía repetir. Luego, con el tiempo y más actualizada, la misma, pero con otro rostro, qué sucederá cuando muera Raúl Castro. Harina de diferente costal. Pasarán cosas. De ello estoy convencido. Será una hora crucial en la revolución cubana. Y que conste, no me la estoy dando de Nostradamus.
La esposa de un amigo empresario vietnamita, al mes de llegar, ha pedido que le ofrezca razones del por qué si vivimos en una isla, no hay sal ni pescado.
Con los vietnamitas, por aprecio y respeto, hay que tener mucho cuidado con lo que se les cuenta. Aprenden con rapidez inusual nuestra lengua, una de las cinco más difíciles de cuantas existen en el mundo. Son inteligentes y pragmáticos. Preguntan frunciendo las cejas, moviendo ligeramente la cabeza y si no lo tienen claro arremeten con otra de pesado calibre. Son expertos en ponerte entre la espada y la pared con esmerada humildad.
Sería un best seller sin duda alguna si recopilara las respuestas de lectores e interesados ante tal interrogante. El titular, lo tengo más que claro: Cuba, una isla sin sal ni pescado. Mi respuesta, dando tumbos en la masa cerebral. Menos mal no inquirió (lo haría más tarde) por los vegetales del día, el azúcar, el café, los huevos, la leche fresca, el aceite, la carne…