Turismo ruso en Cuba: ¿auge pasajero? ¿oportunidad perdida?

El turismo ruso no debe verse como un salvavidas, sino como un termómetro. Su auge y caída en tan corto tiempo reflejan tanto las oportunidades como las fragilidades del turismo cubano.

A finales de 2024, el turismo ruso parecía convertirse en el salvavidas de una industria cubana que, una vez más, no lograba alcanzar sus metas planificadas. Mientras el número total de visitantes internacionales a la isla se quedaba corto, los viajeros procedentes de Rusia rompían récords: más de 185 mil turistas llegaron a Cuba, superando incluso los niveles prepandémicos en un 5% (Cubadebate, 2024). El optimismo oficial no se hizo esperar. El titular del sector turístico en Cuba anunciaba con entusiasmo la meta de alcanzar el medio millón de turistas rusos anuales en los próximos años.

Sin embargo, el 2025 ha traído consigo una realidad menos talentosa. En los primeros cinco meses del año, Cuba apenas recibió el 54,6% de los turistas rusos que habían llegado en el mismo período de 2024. Este desplome es aún más preocupante si se considera que, aunque el número de visitantes hacia Cuba ha caído un 26,5% (unos 312 mil visitantes menos), el caso ruso representa casi el doble de esa contracción. Entre los diez principales mercados emisores de turistas hacia la isla, Rusia es el que presenta el mayor decrecimiento interanual.

Figura 1. Arribo de Viajeros y Visitantes Internacionales a Cuba. Fuente (ONEI). 

¿Qué está ocurriendo con el turismo ruso?

Responder a esta pregunta no es sencillo, en parte por la escasa información disponible. Las bases de datos internacionales, como las de ONU Turismo, no actualizan cifras sobre el turismo emisor ruso desde 2020. No obstante, a través de medios de prensa y análisis sectoriales, es posible esbozar algunas hipótesis.

Tras la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022, muchos destinos turísticos tradicionales para los rusos, especialmente en la Unión Europea, se volvieron inaccesibles. Las restricciones aéreas, el encarecimiento y la dificultad para obtener visados, así como una creciente hostilidad percibida hacia los viajeros rusos, empujan a este segmento a buscar nuevos horizontes. En teoría, Cuba se presentaba como una alternativa atractiva: sin necesidad de visado, con vuelos directos y una relación política cercana con Moscú.

Este fenómeno se explica desde la teoría del efecto de desplazamiento en el turismo: cuando factores externos, como conflictos geopolíticos o desastres naturales, alteran los flujos turísticos tradicionales, los viajeros se desplazan hacia destinos alternativos. En ese contexto, apostar por el turismo ruso no parecía una mala idea y de algún modo, dio resultado.

Mientras que, en 2019, más de 18 millones de turistas rusos viajaron al extranjero y Cuba no figuraba entre los 15 destinos principales, el potencial era evidente. De hecho, durante la pandemia la nación caribeña apostó fuerte por mantener a flote su industria apostando todo a este mercado, y cuando muchas restricciones de viajes se mantenían producto a la pandemia, el mercado turístico ruso generando flujos hacia la isla (ubicados en destinos turísticos aislados como Varadero o los cayos de la costa norte)

Figura 2. Flujo emisor de turismo ruso 2019. Fuente (Interfax.com)

En 2023, la isla utilizó el noveno lugar en el ranking de destinos turísticos rusos, con más de 120 mil visitantes. En 2024, ascendió al puesto 11, según datos de Interfax. Sin embargo, la competencia es feroz: países como Sri Lanka, Marruecos y Tailandia han abierto rutas directas con Rusia, mientras que otros como Irán, India y Omán exploran acuerdos bilaterales para facilitar el turismo.

¿Qué busca hoy el turista ruso?

Más allá de los números, es crucial entender los cambios en el comportamiento del turista ruso. Diversos estudios apuntan a una transformación en sus preferencias: se alejan del turismo de paquete tradicional y se inclinan por experiencias más participativas, de larga estancia y con un fuerte componente cultural y comunitario.

En Armenia, por ejemplo, turistas rusos participan en cooperativas de panadería y proyectos de archivo de folclore. En Tailandia, colaboran con comunidades locales para documentar técnicas artesanales. En Serbia, co-curan residencias de eco-arte centradas en la regeneración del paisaje. Estos simples ejemplos reflejan un deseo creciente de transformar el turismo en un intercambio mutuo, más allá del consumo pasivo de sol y playa.

¿Está Cuba preparada para ofrecer este tipo de experiencias? ¿Puede competir con destinos que ya están adaptando su oferta a estas nuevas demandas?

Probablemente la respuesta más evidente sea no. Aun cuando se han desarrollado estudios del mercado emisor ruso a la isla durante los años previos a la pandemia, existe un conocimiento limitado de las características del segmento que visita Cuba. Las estadísticas oficiales no abarcan en profundidad estos elementos, lo cual limita cualquier análisis al respecto. Las instituciones académicas pueden contribuir a este vacío, pero requiere del trabajo mano a mano con el sector turístico que garantice acceso a los datos necesarios para un estudio de mercado serio.

El modelo turístico cubano: ¿una camisa de fuerza?

En este sentido, el modelo turístico cubano es parte del problema, lo cual no es nuevo. Cuba sigue anclada en una lógica de masificación turística (que resulta irónica porque no llega a ser masivo), con un modelo de desarrollo centrado en grandes polos hoteleros, turismo de sol y playa, y una oferta poco diversificada. Aunque existen iniciativas comunitarias y proyectos de turismo alternativo, estos siguen siendo marginales frente al peso de los grandes operadores estatales y las cadenas hoteleras extranjeras.

Además, la infraestructura turística del país enfrenta desafíos estructurales: conectividad aérea limitada, problemas de abastecimiento, servicios inestables y una burocracia que dificulta la innovación. A esto se suma la falta de datos actualizados y accesibles, lo que impide una planificación estratégica basada en evidencia.

El otro problema son los precios. Diario de Cuba (2025) reporta que, a pesar de la exención de visado y los vuelos directos desde Moscú a Varadero y Cayo Coco, operados exclusivamente por Aeroflot y Nordwind Airlines debido a la falta de aeronaves de largo alcance en Rusia, los precios de estos viajes no resultan atractivos. Un boleto de ida y vuelta puede costar alrededor de 900 dólares, incluso si se adquiere con antelación. En cambio, destinos como Estambul (130 dólares), Dubái (270), El Cairo (402) o Hanói (695) ofrecen tarifas mucho más competitivas y, en muchos casos, mejores condiciones de servicio.

Cambios de paradigma: ¿está Cuba leyendo bien el nuevo mapa turístico?

Como se ha señalado en investigaciones recientes, el turismo global ya no responde a los mismos patrones que lo definieron durante décadas. La digitalización, la automatización, el cambio climático y las nuevas expectativas de los consumidores están transformando profundamente el sector. Este cambio de paradigma exige que los destinos turísticos, especialmente aquellos con alta dependencia económica del turismo, reevalúen su modelo de desarrollo.

Desde la perspectiva del turista, se valora cada vez más la experiencia personalizada, sostenible y tecnológicamente integrada. Desde la oferta, se requiere una mayor capacidad para generar valor a través de la innovación, la productividad laboral y la sostenibilidad. En este contexto, el modelo cubano, centrado en grandes resorts, baja conectividad digital y limitada diversificación, parece desfasado frente a las nuevas demandas del mercado.

El caso del turismo ruso es ilustrativo: mientras otros destinos adaptan su oferta a las nuevas formas de viajar (más participativas, culturales y sostenibles), Cuba sigue apostando por un modelo que no responde a las motivaciones emergentes del viajero pospandemia. Si no se reconoce este cambio de paradigma, el país corre el riesgo de seguir perdiendo competitividad, incluso en mercados donde antes tenía ventajas comparativas.

¿Una oportunidad que se desvanece?

El auge del turismo ruso en 2024 representó una oportunidad concreta para reposicionar a Cuba en el mapa turístico global. Sin embargo, la caída en las llegadas durante 2025 no solo refleja factores externos, como la recuperación de otros destinos o la situación económica en Rusia, sino también limitaciones estructurales del modelo turístico cubano.

Apostar por el turismo ruso tenía sentido en un contexto de reconfiguración geopolítica. Pero capitalizar esa oportunidad requería más que vuelos directos y exención de visados. Requería una transformación profunda del modelo turístico, capaz de adaptarse a nuevas demandas, diversificar la oferta y ofrecer experiencias auténticas y sostenibles.

El turismo ruso no debe verse como un salvavidas, sino como un termómetro. Su auge y caída en tan corto tiempo reflejan tanto las oportunidades como las fragilidades del turismo cubano. Si la isla quiere posicionarse como un destino relevante en un mundo cada vez más competitivo y cambiante, necesita más que discursos optimistas: necesita datos, estrategia, innovación y, sobre todo, voluntad política para transformar el modelo turístico imperante.

Dr. Ernesto Batista Sánchez, Profesor e investigador en turismo.