Terroristas con suerte

Nadie es nunca excornudo, ni tampoco exterrorista. El terrorismo pudiera ser delito imprescriptible por lo cual, quienes lo cometen deberían pagar por sus culpas y, a tenor con las leyes de cada país, saldar sus deudas con la sociedad.

Para evitar las complejidades y matices que conlleva la judicialización del terrorismo y aplicar a los terroristas las reglas jurídicas del Estado de Derecho, ante los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, Estados Unidos declaró la «guerra al terrorismo», con lo cual evadió la jurisprudencia al respecto.

Bajo esa cobertura invadió países, declaró guerras locales y preventivas, creó cárceles secretas, llevó prisioneros a la base naval de Guantánamo y realizó diversas operaciones, en las cuales se atuvo exclusivamente a las leyes de la guerra, por cierto, no escritas.

El comando que el 5 de mayo de 2011 viajó a Abbottabad, Pakistán, donde se había localizado a Osama bin-Laden, no llevaba la instrucción de apresarlo, lo cual habría hecho si hubieran sido policías, sino de liquidarlo, recuperar el cuerpo y entregarlo a un portaaviones que lo hundió en el mar.

Ocurrió así porque se trataba de militares en guerra, únicas personas que, en tiempo de guerra y en operaciones, son habilitados por los Estados con licencia para matar.

No obstante, es preciso admitir que existen otras formas de lidiar con el terrorismo. Una de ellas es arreglarse con los terroristas. Eso puede llamarse pragmatismo, una filosofía según la cual, al no poder derrotar a un enemigo, es posible pactar con él.

Así ha ocurrido antes y ocurre ahora en Siria cuando, ante un inesperado giro de los acontecimientos, por primera vez los terroristas ganan, se apoderan de un Estado con todas sus estructuras y comienzan a gobernar. ¿Qué hacer?, deben haberse preguntado otros actores de la guerra, entre ellos poderosos países como Rusia, Estados Unidos, Irán, Turquía y otros gobiernos de Oriente Medio.

También operan así la Liga Árabe, incluso la ONU que, rápidamente, como si el poder fuera el Jordán donde se lavan todas las culpas, se aprestan a exonerar a los vencedores de Bashar al-Assad.

Apenas dos semanas después de haber tomado el poder en Siria, Estados Unidos ofreció diez millones de dólares por la captura de Ahmed al Sharaa, (Abu Mohammad al Jolani), cabecilla de Hayat Tahrir al Sham, al cual ya se trata de «nuevo líder sirio».

El ahora exterrorista fue informado por Bárbara Leaf, secretaria asistente del Departamento de Estado para Asuntos del Cercano Oriente, que viajó a Damasco para entrevistarse con el sujeto a quien comunicó la buena nueva. In articulo mortis, al administrarle la extremaunción, un cura le habría exigido un mea culpa.

La transacción recuerda una «venta de indulgencias». La diplomática se reunió con otros funcionarios del nuevo régimen, probablemente todavía militantes de Al-Qaeda o del Estado Islámico.

Al resumir los resultados de sus gestiones en Damasco, Leaf describió al sirio como «pragmático» y se refirió a una conversación «buena» y «detallada» sobre temas nacionales y regionales. «Escuché sus prioridades, enfocadas en poner a Siria en el camino de la recuperación económica», señaló. «Juzgaremos por hechos, no solo por palabras».

Luego abundaré en el tema. Por ahora me basta con constatar que se trata de terroristas con suerte. Por cierto, no son los únicos. Allá nos vemos.

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