Nuevo Código de Trabajo: la “dignidad” del empleo se decide el día cobro

A pesar de sus tres trabajos, no hay día en que Rober no se sorprenda rebuscando en sus bolsillos algún billete con que completar el importe de una compra en ese momento imprescindible. 

Semanalmente sus ingresos oscilan entre 8 000 y 10 000 pesos; y su tiempo trabajado, entre 80 y 100 horas. Aun así, a duras penas logra cubrir las necesidades de su familia de cinco personas, que incluye a dos menores de edad y una anciana.

Corriendo de un empleo a otro, Rober no tiene oportunidad de llevar sus propias estadísticas ni seguir análisis académicos sobre el tema. Pero la experiencia cotidiana le indica que su vida es más difícil que dos o tres años atrás, cuando la estabilidad en la llegada de los mandados le aliviaba de su principal responsabilidad cotidiana: poner comida sobre la mesa de la familia.

“Antes, el pan de la bodega me salía a cinco pesos diarios; ahora, gasto 120 o hasta 150 pesos por cinco panecitos que parecen ‘de cumpleaños’, para que cada uno de nosotros en casa tenga qué desayunar. Y la cuenta del arroz es mucho peor. Los 245 pesos que costarían las 35 libras que nos corresponden mensualmente por la libreta, en el mercado no alcanzan ni para comprar dos libras del grano. Es una verdadera locura. A cada rato mi mujer me pide que no trabaje tanto, pero si no lo hago corremos el riesgo de morirnos de hambre. Sin exagerar”, explicó.

Rober es uno de los miles de cubanos –probablemente, millones– que simultanea empleos para hacer frente a la incontenible inflación que sufre la Isla. Una estimación elaborada en los últimos dos años por el economista Omar Everleny Pérez Villanueva para la plataforma digital La Joven Cuba reveló que al cierre de 2024 se necesitaban 45 401 pesos para cubrir el consumo básico de dos personas en un mes. El apartado más conflictivo de los presupuestos familiares era –y sigue siendo– el de los alimentos: a ese fin se destinaban 24 351 pesos, el 54% de los gastos. De acuerdo con las conclusiones del experto, de 2023 a 2024 la canasta se habría encarecido un 18%.

Mientras, los ingresos de la población ocupada mantuvieron su tendencia a crecer con más lentitud. Sobre todo los de los trabajadores del sector estatal y presupuestado, que terminaron 2024 con un salario promedio de 6 506 pesos mensuales, 15% más que en 2023 pero un 3% por debajo del incremento que se verificó en el costo de la vida.

La Oficina Nacional de Estadísticas e Información no ofrece los mismos datos respecto a los trabajadores del sector privado y cooperativo, debido a la heterogeneidad de ese grupo (del que forman parte lo mismo profesionales muy bien pagados que braceros con baja calificación y salarios), y a que muy pocos emprendimientos privados ofrecen información detallada sobre sus operaciones. Pero el dato sobre la fuerza laboral del Estado resulta significativo si se tiene en cuenta que de ella forman parte dos tercios de los trabajadores de la Isla.

Crece la brecha entre los gastos e ingresos, que desde hace años constituye el principal motivo de preocupación para los cubanos. En consecuencia, las personas han tenido que buscar nuevas formas de ganar dinero; la mayoría, trabajando más.

Vivir para trabajar

En el artículo 11 del anteproyecto del nuevo Código de Trabajo –que la Asamblea Nacional del Poder Popular pretende promulgar en 2026– se describe al “salario digno” como aquel que garantiza al trabajador “una remuneración en correspondencia con la capacidad demostrada y la cantidad y calidad del trabajo aportado, que satisfaga sus necesidades personales y las de su familia”.

En palabras más simples, que le permita vivir sin estrecheces gracias a su esfuerzo.

Esa pretensión está lejos de ser una realidad para la mayoría de los trabajadores del sector estatal en Cuba, y también para un número significativo de los que prestan servicios en el ámbito privado. Incapaz de tomar otras medidas, hace años el Gobierno se decantó por legalizar el pluriempleo, apostando por que con más horas de labor las personas podrían allegar los recursos necesarios para sostenerse.

Pocas consideraciones se tuvieron respecto al hecho de que alargar la jornada laboral implicaba acortar el tiempo libre de los trabajadores, y por ende, deteriorar su calidad de vida. Tampoco pareció recordarse que hasta en países con un nivel de desarrollo medio la tendencia predominantemente es disminuir el tiempo de las jornadas de trabajo, tanto por razones humanitarias como de racionalidad económica.

Ya en 2013, al debatirse el Código de Trabajo actual –el primero que reglamentó el pluriempleo– los funcionarios del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social lo habían defendido, no como una solución de contingencia, sino una alternativa válida incluso en contextos económicos más favorables. En realidad, ese modelo de contratación había sido autorizado cuatro años antes, en junio de 2009, en el marco del proceso de reformas impulsado por Raúl Castro que más tarde se codificaría en los casi olvidados Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución (abril de 2011).

Mucho ha llovido desde entonces. Al punto, de que concesiones que en aquella época se consideraban impensables, ahora forman parte del anteproyecto de código. Tal es el caso de la autorización para que los cuadros, los contralores y auditores, y los profesionales de la salud y la educación, se pluriempleen. Por mucho tiempo ese fue un reclamo que las autoridades se negaban a satisfacer, aduciendo a potenciales conflictos de intereses o al peligro de que el ejercicio de la ocupación secundaria acabase afectando el de la principal.

Otro asunto sobre el que ahora se legisla es el de la jornada máxima permitida para el pluriempleo. Mientras que el código de 2013 no se pronunciaba al respecto, en el documento que el año próximo será analizado por los parlamentarios sí se establece un límite preciso: 13 horas diarias.

En principio pudiera considerarse un paso de avance, al fijar un patrón por el que deberán regirse empleadores y empleados, pero la realidad es que ese plazo supera los que sobre el mismo aspecto han promulgado otros países, algunos de ellos de nuestra propia área geográfica. A modo de comparación, en Argentina una reforma impulsada por la administración de Javier Milei, que planea ampliar la jornada laboral hasta un máximo opcional de 12 horas diarias, ha motivado fuertes críticas y está en peligro de no convertirse en ley. “Pareciera que la hubiese redactado Montgomery Burns”, bromeó el humorista Federico Simonetti, referenciando al villano capitalista de la teleserie estadounidense Los Simpson, famoso por los abusos que comete contra sus trabajadores.

Por el contrario, Cuba no solo autorizará a que las personas trabajen más tiempo, sino que probablemente también terminará admitiendo que el límite de 13 horas sea ignorado.

En uno de sus tres trabajos, como cocinero en un bar de la ciudad de Camagüey, Rober supera con largueza ese tiempo de labor.

“Lo normal es que entremos a las diez de la mañana, para recibir las mercancías y empezar las elaboraciones. Y rara vez terminamos antes de la una de la mañana del día siguiente. Son unas 15 horas, tres o cuatro veces por semana, en dependencia de la rotación con el otro turno, pues trabajamos dos días y descansamos dos”, detalló.

No es un caso excepcional. Todos los negocios de gastronomía privados que conoce funcionan bajo esa modalidad u otras similares. “Resulta muy complicado planificar dos turnos para el mismo día. Habría que parar el servicio para hacer los ‘cuadres’ y los cambios de turno… sin contar con que serían más gastos en cuanto a salarios. Por eso, todo el mundo ha adoptado el sistema de trabajar ‘corrido'”.

Un muestreo realizado entre una veintena de restaurantes y bares de Camagüey y La Habana confirma sus dichos. La principal diferencia entre ambas ciudades es que en la capital algunos negocios les garantizan transportación a los trabajadores para que regresen a sus casas en horario nocturno, beneficio que en Camagüey ningún emprendimiento proporciona.

“Todo es una cuestión de oferta y demanda. El día que no aparezcan trabajadores dispuestos a irse solos de madrugada, tal vez habrá que prever un transporte que los lleve o algo así, pero por el momento eso no ha pasado. En La Habana las cosas son distintas, porque el nivel de violencia es mayor y la gente lo piensa más para salir a la calle de noche” razonó el dueño de un bar camagüeyano. Sus empleados también entran a trabajar antes del mediodía, y durante los fines de semana y en las fechas en que son alquilados para celebraciones privadas suelen trabajar hasta mucho más allá de la medianoche. Varios no tienen contrato porque “tiene poco sentido meterse en ese papeleo, debido a la fluctuación de la fuerza laboral”, apuntó. Ni esa ni otras prácticas parecían causarle mayores inconvenientes con los llamados “órganos de control” (la denominación oficial para el cuerpo de inspectores).

Al comienzo del período de consultas con los trabajadores sobre el anteproyecto del código, Cubadebate publicó un artículo del decano de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Artemisa, Yuliesky Amador Echevarría, que dedicaba buena parte de sus argumentos a defender la idea de que el “salario digno es más que una cifra”, y que debería entenderse como “el reconocimiento tangible por la contribución del trabajador a la sociedad”. En su opinión, la responsabilidad de garantizarlo no corresponde solo al Estado, sino también “a todos los actores económicos”.

Su punto de vista no era compartido por la mayoría de los lectores que dejaron sus impresiones en el cajón de comentarios. “En 35 años no ha existido en Cuba un trabajo digno en el sector presupuestado ‘no productivo'”, escribió alguien identificado como Alexander. Otro, bajo el seudónimo de María Elena, cuestionó: “Un salario digno… no es una cifra… ¿En serio? ¿Cubriremos nuestras expectativas los profesionales, podremos vivir de nuestro trabajo?”

“No creo que algún día vaya a verlo”, confesó Rober, quien “en otra vida” fue técnico de laboratorio de un policlínico de la ciudad de Camagüey. Pero debió abandonar esa ocupación, que le gustaba, por sus actuales empleos como cocinero, parqueador y gestor de ventas en internet. Cuando se tiene familia que mantener, laboralmente hablando, la prioridad es hacer dinero.

Daniel Valero.
Leave a comment