
Los peligros de una nueva administración Trump
Todo presidente norteamericano en su primer mandato tiene como objetivo principal garantizar su reelección. Eso lo hace ser mucho más propenso a tener en cuenta los intereses de otros grupos y sectores, y al compromiso en busca de necesarios acuerdos consensuados. Estas condiciones, en su mayor parte, desaparecen en el segundo mandato, dejándole libre las manos para poder poner en práctica políticas mucho más acordes a sus intereses y criterios.
En el caso de Donald Trump existe, además, un factor muy importante que probablemente constituye la mayor diferencia entre su primer mandato y este: su control sobre el Partido Republicano.
En 2016 Trump tenía autoridad sobre la mayoría de las bases republicanas. En la actualidad esta supremacía ha aumentado en un 20 %, según cálculos, y sobrepasa el 80 % de los electores republicanos.
Pero el núcleo fundamental de respaldo con que cuenta Trump dentro del Partido Republicano lo constituye un grupo grande de fanáticos de extrema derecha que lo siguen ciegamente, conocidos como MAGA por su lema Make America Great Again, quienes, convertidos en verdaderos guerreros asistidos de métodos mafiosos, realizan todo tipo de amenazas contra aquellos que se oponen a las políticas del magnate con el fin de amedrentarlos y doblegarlos. Estos fanáticos trumpistas, que según la National Library of Medicine en un estudio publicado en enero de 2024 constituyen un 33.6 % del total de los miembros del partido, desdeñan las leyes y consideran legítimo el uso de la violencia.
En relación con los funcionarios republicanos, vemos como hoy en día estos orientan sus políticas en la misma dirección que las de Trump, en proporción considerablemente mayor que ocho años atrás.
El control del presidente electo sobre los funcionarios políticos del Partido Republicano puede verse claramente en lo que ha venido ocurriendo con los candidatos que ha endosado para el Congreso y los endosos que ha recibido.
En las elecciones de medio término de 2018 Trump endosó a 73 candidatos, mientras que ya en 2024 199 candidatos obtuvieron su endoso. Estas diferencias se observan mucho mejor aún en el endoso por él recibido de miembros de su partido. En 2016 el mandatario obtuvo el endoso de un senador y 11 representantes, mientras en 2024 fue de 43 senadores de un total de 49, y de más de 200 representantes del total de 220.
Otro aspecto a destacar es el control que ha venido asumiendo sobre las estructuras del Partido, especialmente del Comité Nacional del Partido Republicano (CNR), cuyo nuevo presidente a propuesta de Trump, Michael Whatley, apoyó sus falsos reclamos sobre el robo de que había sido objeto en las pasadas elecciones. Además, Trump logró que su nuera, Lara Trump, fuera nombrada copresidenta del CNR. Para cerrar completamente su control sobre esta estructura, Chris LaCivita, uno de los principales asesores de su campaña, será el nuevo Jefe de Operaciones. Numerosos miembros del staff del CNR, que aparentemente no le habían mostrado suficiente subordinación, han sido dejados cesantes y están siendo sustituidos por conocidos partidarios suyos.
Esto apunta a un elemento nuevo y de vital importancia. Hasta no hace mucho se reconocía que el poder y la fuerza de Trump radicaban en el apoyo de las bases, en la actualidad su poder se ha extendido y alcanza a la mayoría de los políticos de alcance nacional y las estructuras del Partido. Ahora el próximo inquilino de la Casa Blanca domina el Partido de arriba abajo en su totalidad.
Si en 2016 Trump hubo de tener en cuenta a otras fuerzas políticas, especialmente dentro del propio Partido Republicano, a la hora de designar a los funcionarios que ocuparían los principales cargos dentro de su administración, en esta ocasión, todos los hasta ahora anunciados, sin una sola excepción, son personas totalmente afines a él y a su movimiento extremista MAGA. En muchas ocasiones lo ha hecho, sin importarle siquiera que se trate de personas sin la menor preparación y experiencia para asumir cargos de la mayor importancia, incluso en aspectos tan sensibles como los relacionados con la seguridad nacional, a saber la comunidad de inteligencia y el FBI.
Cerrando el círculo de su casi absoluto predominio sobre las fuerzas políticas que ejercen el poder en el país, Trump contará con un Poder Judicial encabezado por una Corte Suprema dominada por conservadores, donde de los nueve jueces seis han sido nombrados por presidentes republicanos, incluso tres de ellos por el propio Trump, por solo tres nombrados por presidentes demócratas. Poder conservador que seguramente se continuará extendiendo a otras instancias menores en el transcurso de los próximos cuatro años, y un Poder Legislativo con mayoría republicana, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes.
En las elecciones del pasado mes de noviembre, los republicanos lograron mantener su exigua mayoría en la Cámara de Representantes. La ventaja de ahora -cinco asientos (220 por 215)- es incluso algo menor que la que antes tenían. Con solo tres asientos que cambien a favor de los demócratas la perderían. Incluso esta mínima ventaja se reducirá aún más cuando dos representantes designados por Trump para asumir cargos en su administración pasen a ocuparlos. Esta mínima superioridad les hará difícil lograr sus objetivos en algunas ocasiones, pues no podrán darse el lujo de perder siquiera el voto de uno solo de sus representantes.
Pero de lo que sí no hay dudas es que será una Cámara de Representantes dominada casi por entero por el trumpismo. Recientemente, y antes de la elección del nuevo portavoz de la Cámara, Trump lanzó su apoyo a Mike Johnson, quien hasta entonces había tenido el liderazgo. Johnson estaba siendo fuertemente criticado por la forma en que había manejado algunos asuntos y se pensaba que podía ser sustituido, sin embargo, el mandatario lo elogió ampliamente y dijo que Johnson contaba con “el pleno y total respaldo de MAGA”. En la primera ronda de votaciones este quedó dos votos por debajo de los requeridos para ganar. Trump rápidamente llamó por teléfono a los representantes disidentes, y Keith Self y Ralph Norman cambiaron sus votos permitiendo la elección de Johnson. Un grupo importante de legisladores ultraconservadores le enviaron una carta, donde dejaban constancia de que solo habían votado por él a solicitud del nuevo presidente. Con él al frente de la Cámara, Trump tiene las garantías requeridas de que tendrá el apoyo irrestricto que necesita del líder para un camino lo más expedito posible de sus políticas en la Cámara Baja.
Sin embargo, es probable que el neoyorquino pueda enfrentar la segunda parte de su mandato de cuatro años sin contar con el control de la Cámara de Representantes. Considerando que la ventaja republicana es mínima y que casi siempre el partido que controla la Casa Blanca suele perder escaños en el Congreso en las elecciones de medio término, especialmente en la Cámara Baja, las perspectivas de tener esta Cámara bajo control demócrata durante los dos últimos años de su mandato son considerables.
El Senado, que estaba hasta ahora bajo control demócrata por 51 senadores contra 49, pasó a tener mayoría republicana como resultado de las elecciones del pasado noviembre. Se daba por seguro que los demócratas iban a perder la mayoría, cediendo uno o dos escaños al Partido Republicano; sin embargo, terminaron perdiendo cuatro, por lo que ahora los rojos lo dominan 53 por 47.
El líder de la hasta ahora minoría republicana es el veterano senador Mitch McConnell. Este, aunque endosó a Trump como candidato, ha tenido serias diferencias con él. Declaró que lo consideraba práctica y moralmente responsable por los ataques del 6 de enero y condenó los intentos por no certificar la victoria electoral de Biden. Privadamente se ha referido a Trump como “estúpido”, “de temperamento malvado”, “despreciable ser humano” y “narcisista”. Pero McConnell anunció su retiro y, por lo tanto, no continuará como líder de la mayoría.
Para el cargo se postularon tres senadores: John Thune, John Cornyn y Rick Scott. A los dos primeros se les considera protegidos de McConnell, mientras Scott es un trumpista ferviente partidario de los MAGA. Los más reconocidos trumpistas MAGA cercanos a Trump, como Elon Musk, Steve Bannon y Tucker Carlson, hicieron campaña en contra de los primeros y a favor de Scott, a quien consideran el único confiable para llevar adelante las políticas del presidente. Trump, sin embargo, consciente del casi ningún apoyo con que cuenta Scott dentro del Senado, se mantuvo al margen. John Thune es ahora el nuevo líder de la mayoría, tras vencer a Cornyn por muy poca diferencia, mientras que Scott apenas sacó votos.
Aunque Thune se ha comprometido a pasar la agenda de Trump, en ocasiones ha dado muestras de enfrentársele. Condenó la conducta del magnate el 6 de enero, señalando como inexcusables sus intentos por impedir una transferencia pacífica del poder. Estos antecedentes apuntan a que el nuevo presidente no tendrá un aliado incondicional en su líder del Senado, por lo que no deberá esperar carta blanca para todos sus proyectos.
A diferencia de lo que pudiera ocurrir con la Cámara Baja, todo apunta a que el Senado continuará bajo control del Partido Republicano durante toda la nueva administración y probablemente más allá.
La fuerte polarización política por la que atraviesa Estados Unidos desde los años 80 del pasado siglo ha continuado intensificándose. Entre sus varias consecuencias, una ha sido que prácticamente solo queden seis estados de los llamados pendulares, mientras que 25 estados son ahora claramente republicanos y 19 claramente demócratas, y así se comportan a la hora de votar en las presidenciales, y ahora también con mayor frecuencia en las senatoriales. Solo un puñado de cuatro o cinco estados, tanto de los del bando demócrata como del republicano, no son totalmente seguros y eventualmente podrían inclinarse a votar por algún candidato del partido contrario.
En estas últimas elecciones, los únicos tres senadores demócratas que había en estados republicanos, perdieron su escaño. Todos los senadores demócratas hoy están en estados demócratas o en los llamados pendulares. Lo mismo ocurre con los republicanos: todos, excepto una senadora que lo es desde el siglo pasado y es la más progresista de entre los republicanos, están en estados claramente republicanos o en pendulares.
Por todo lo apuntado y considerando la mayor cantidad de estados republicanos, 25 por 19 demócratas, es que parece bastante difícil, si esta situación no cambia, que los demócratas vuelvan a tener control de la Cámara Alta.
Además de todo lo planteado, habría que tener en cuenta las características personales de este presidente y sus claras propensiones de dominación imperial en las que Estados Unidos recuperaría su rol de única potencia dominante del mundo. Sin ocupar aún el sillón presidencial, y con su habitual desdén e irrespeto por las normas que rigen la conducta de un mandatario, ha dicho al primer ministro de Canadá que este gran país podría convertirse en el estado 51 de los Estados Unidos y él en gobernador, ha amenazado con anexarse nuevamente el Canal de Panamá, con enviar tropas a México, y ha mencionado sus intenciones de adquirir Groenlandia por su importancia estratégica, tanto desde el punto de vista económico como militar.
Los pueblos y demás gobiernos del mundo deberán estar conscientes y preparados para enfrentar los serios peligros que les depara la nueva administración estadounidense.
