Los cubanos en Estados Unidos (+English)
Pew Research Center, una reconocida institución especializada en investigaciones demográficas en Estados Unidos, acaba de publicar un estudio sobre la evolución de la población de origen cubano en ese país, durante las dos primeras décadas de este siglo (2000-2021).
Como es habitual, estos estudios están referidos a las personas que se identifican voluntariamente con esta condición étnica, dígase cubanoamericano, e incluye tanto a los inmigrantes procedentes de Cuba, como a sus descendientes nacidos en Estados Unidos.
Los resultados destacan el considerable incremento de esta población: de 1,2 millones en 2000 a 2,4 millones en 2021, un 92% de crecimiento en el período. La mitad de la población actual nació en Estados Unidos (1,2 millones) y la otra mitad son inmigrantes, de los cuales el 51% reside hace más de 20 años en ese país.
Es posible entonces calcular que el saldo de inmigrantes cubanos en las dos primeras décadas de este siglo fue de unas 294 000 personas, 14 700 por año, por debajo de la media anterior, debido a casi cuatro años de suspensión de los acuerdos migratorios por parte del gobierno norteamericano y los efectos de la pandemia en la restricción de la movilidad internacional.
Esta realidad cambió radicalmente en 2022, un año después de concluida la investigación, cuando tuvo lugar la migración irregular de 224 607 cubanos. Según la Oficina de Aduana y Protección de las Fronteras (CBP en inglés), otros 135 090 ingresaron en el primer semestre del año fiscal 2023 (octubre-marzo), aunque a partir de enero disminuyó drásticamente el componente de la inmigración irregular como resultado de las restricciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos en la frontera y la puesta en marcha del Programa de Parole Humanitario, que concede 30 000 visas mensuales repartidas entre Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Al parecer, si no ocurren otros imprevistos, la puesta en marcha de este programa y la reapertura de los servicios consulares en la embajada estadounidense en La Habana, debe estabilizar el flujo migratorio hacia ese país en cifras que rondan los 30 000 migrantes anuales, lo que confirma los pronósticos llevados a cabo por el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), a principios de este siglo.
No estamos en presencia de un fenómeno exclusivo de los cubanos. PEW también reporta que la población latina creció un 90% en el mismo período, de 32 a 62 millones, y en algunos países llegó a triplicarse (El Salvador y República Dominicana) o incluso a cuadriplicarse, como fueron los casos Guatemala y Honduras, a pesar de que ninguno de estos países goza de las ventajas que se ofrece a los inmigrantes cubanos. De hecho, la población de origen cubano descendió del tercer lugar que ocupaba en la escala demográfica de los latinos a principios de siglo, al quinto, representando solo un 4% de esta población, donde predominan por amplio margen los mexicanos.
El trato preferencial recibido por los inmigrantes cubanos, unido a indicadores que demuestran la superioridad del capital humano que emigra de Cuba, explican los mejores indicadores sociales que muestran los cubanoamericanos respecto al resto de la población latina.
Según Pew, el 30% de los cubanoamericanos mayores de 25 años son graduados universitarios, mientras solo el 20% de la población latina tiene esta condición. El ingreso promedio de los cubanoamericanos (35 000 USD) es también superior a la media de los latinos (30 000 USD) y el indicador de pobreza es inferior (14%), en comparación con un 18% de la población latina. Son dueños de sus casas el 56% de los cubanoamericanos y solo el 51% de los latinos.
Aunque estos indicadores colocan a los cubanoamericanos por debajo de la media social norteamericana, los convierten en el grupo latino más beneficiado por el sistema y ello también se refleja en la representación política, donde gozan de una posición privilegiada respecto al resto, en parte por la funcionalidad que han tenido en la política contra Cuba.
Contrario al criterio bastante extendido respecto al mejor dominio del inglés por parte de los cubanoamericanos, es precisamente en este aspecto donde único están en desventaja dentro del conjunto latino. Mientras que el 72% de la población latina habla inglés con fluidez, solo lo hace el 64% de los cubanoamericanos.
Esto pudiera explicarse por dos factores: en primer lugar, por el componente inmigratorio de la población cubanoamericana, que asciende al 53% del total, mientras que en el caso de los latinos solo alcanza el 32%. En segundo lugar, por el alto grado de concentración de los cubanoamericanos en el estado de la Florida (64%) y en particular en el enclave de Miami (41%), donde se abren oportunidades para los que no son bilingües, aunque en trabajos por lo general menos remunerados.
El fenómeno migratorio actual tiene un carácter global y responde a problemas estructurales del capitalismo, donde la emigración es un componente de los movimientos de capital y fuerza de trabajo que exige el sistema. Está condicionado por la asimetría en las condiciones económicas de los países, las facilidades técnicas para emigrar y el desarrollo de una cultura que alienta la emigración, como solución individual a los problemas existenciales y la falta de expectativas de vida en los países de origen.
En el caso cubano, esta lógica se potencia porque la política norteamericana no está dirigida a atenuar los impulsos migratorios excesivos mediante políticas de asistencia internacional, como ocurre en otros países, sino a incrementar las tensiones domésticas, mediante el bloqueo económico y otras sanciones, con tal de promover un cambio de régimen en Cuba.
La principal diferencia del fenómeno migratorio cubano, respecto a otros países de la región, es su connotación política. De Cuba, la gente no emigra, sino que “huye”, según enfatiza la matriz mediática prevaleciente, y lo hace mayoritariamente hacia el país agresor, lo que conlleva implicaciones políticas e ideológicas que no existen en otras partes.
Tal peculiaridad condiciona las políticas migratorias cubanas y restringe la capacidad de mitigar las consecuencias más negativas de la emigración de sus ciudadanos, mediante el pleno aprovechamiento de las oportunidades económicas, científicas y culturales, que también están presentes en este fenómeno.
Además plantea problemas de naturaleza subjetiva, tanto para los hacedores de la política cubana, influidos durante años con el criterio de identificar la emigración como aliados del enemigo, como entre los propios emigrados, los que a veces asumen posiciones extremas de oposición que no tenían en Cuba, tanto para racionalizar la decisión de emigrar a contrapelo del discurso patriótico, como para ajustarse a las exigencias políticas del entorno al que aspiran insertarse y de las que dependen sus privilegios.
La posibilidad de que los emigrados participaran en la discusión de la nueva Constitución de 2019 y el Código de las Familias, aprobado en 2022; la promoción de que inviertan en el país, aprobado hace años pero escasamente implementado; las reducciones en los costos consulares; mayor apertura y promoción para los intercambios culturales y académicos; las reuniones de los principales dirigentes cubanos con cubanos residentes en varios países; un discurso oficial donde se resalta la condición nacional de estas personas, así como la convocatoria a una nueva conferencia de la Nación y la Emigración en noviembre próximo, han sido medidas tomadas recientemente, que dan continuidad a la política de aceptación y diálogo con los emigrados, planteada por Fidel Castro hace más de cuarenta años.
Pero no es suficiente, enfrentada a la realidad de que casi un tercio de la nación cubana -si tenemos en cuenta a los descendientes- radica fuera del país, Cuba no tiene otra alternativa que promover la integración de estas personas a la vida nacional, mediante la puesta en marcha de políticas inclusivas, que promuevan la condición transnacional de sus emigrados, mediante una participación orgánica en la sociedad cubana, sin menoscabo de sus intereses existenciales en otras partes.
Una emigración vinculada a su país, comprometida con su independencia y soberanía, así como contribuyente al desarrollo de su pueblo, constituye una necesidad estratégica de la nación cubana, precisamente porque la mayoría vive en Estados Unidos.
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English version:
Cubans in the United States
The PEW Research Center, a renowned institution that specializes in demographic research in the United States, has just published a study on the evolution of the population of Cuban origin in that country during the first two decades of this century (2000-2021).
As usual, these studies refer to people who voluntarily identify with this ethnic condition, say Cuban-American, and include both immigrants from Cuba and their descendants born in the United States.
The results highlight the considerable increase in this population: from 1.2 million in 2000 to 2.4 million in 2021, a 92% growth in the period. Half of the current population was born in the United States (1.2 million) and the other half are immigrants, of which 51% have lived in that country for more than 20 years.
It is then possible to calculate that the balance of Cuban immigrants in the first two decades of this century was around 294,000 people, 14,700 per year, below the previous average, due to an almost four year suspension of the migration agreements by of the US government and the effects of the pandemic on the restriction of international mobility.
This reality changed radically in 2022, one year after the investigation was completed, when the irregular migration of 224,607 Cubans took place. According to the Office of Customs and Border Protection (CBP), another 135,090 entered in the first semester of the fiscal year 2023 (October-March), although as of January the component of irregular immigration decreased drastically as a result of the restrictions imposed by the United States government on the border and the implementation of the Humanitarian Parole Program, which grants 30,000 monthly visas distributed among Cuba, Venezuela and Nicaragua.
Apparently, unless other unforeseen events occur, the implementation of this program and the reopening of consular services at the US embassy in Havana should stabilize the migratory flow to that country in figures of around 30,000 migrants per year, which confirms the forecasts by the Center for Demographic Studies of the University of Havana (CEDEM) at the beginning of this century.
We are not in the presence of a phenomenon exclusive to Cubans. Pew also reports that the Latino population grew 90% in the same period, from 32 to 62 million, and for some countries it tripled (El Salvador and the Dominican Republic) or even quadrupled, as was the case for Guatemala and Honduras, despite the fact that none of these countries enjoys the advantages offered to Cuban immigrants. In fact, the population of Cuban origin fell from the third place that it occupied in the demographic scale of Latinos at the beginning of the century, to fifth, representing only 4% of this population — where Mexicans predominate by a wide margin.
The preferential treatment received by Cuban immigrants, together with indicators that demonstrate the superiority of the human capital that emigrates from Cuba, explain the better social indicators that Cuban-Americans show compared to the rest of the Latino population.
According to Pew, 30% of Cuban-Americans over the age of 25 are college graduates, while only 20% of the Latino population have this condition. The average income of Cuban Americans (35,000 USD) is also higher than the average for Latinos (30,000 USD) and the poverty indicator is lower (14%), compared to 18% of the Latino population. 56% of Cuban-Americans own their homes as compared to only 51% of other Latinos.
Although these indicators place Cuban-Americans below the North American social average, they make them the Latino group that benefits the most from the system and this is also reflected in political representation, where they enjoy a privileged position compared to the rest, partly due to the functionality they have had in the policy against Cuba.
Contrary to the widespread opinion regarding the better command of English on the part of Cuban-Americans, it is precisely in this aspect where they are uniquely disadvantaged within the Latino group. While 72% of the Latino population is fluent in English, only 64% of Cuban-Americans are.
This could be explained by two factors: first, by the immigrant component of the Cuban-American population, which amounts to 53% of the total, while in the case of Latinos it only reaches 32%. Secondly, due to the high degree of concentration of Cuban-Americans in the state of Florida (64%) and particularly in the enclave of Miami (41%), where opportunities are open for those who are not bilingual, although in jobs generally less paid.
The current migratory phenomenon is global in nature and responds to structural problems of capitalism, where emigration is a component of the movements of capital and labor required by the system. It is conditioned by the asymmetry in the economic conditions of the countries, the technical facilities to emigrate and the development of a culture that encourages emigration, as an individual solution to existential problems and the lack of life expectancy in the countries of origin.
In the Cuban case, this logic is strengthened because US policy is not aimed at mitigating excessive migratory impulses through international assistance policies, as is the case in other countries, but rather at increasing domestic tensions — through the economic blockade and other sanctions — and whose goal is to promote regime change in Cuba.
The main difference of the Cuban migratory phenomenon, compared to other countries in the region, is its political connotation. From Cuba, people do not emigrate, but rather “flee,” as emphasized by the prevailing media matrix, and they do so mostly to the aggressor country, which entails political and ideological implications that do not exist elsewhere.
Such a peculiarity conditions Cuban migration policies and restricts the ability to mitigate the most negative consequences of the emigration of its citizens, through the full use of economic, scientific and cultural opportunities, which are also present in this phenomenon.
It also raises problems of a subjective nature, both for Cuban policy makers, influenced for years by the criteria of identifying emigration as allies of the enemy, as well as among the emigrants themselves, who sometimes assume extreme positions of opposition that they did not have while living in Cuba, both to rationalize the decision to emigrate against the grain of the patriotic discourse and to adjust to the political demands of the environment to which they aspire to insert themselves, and on which their privileges depend.
The possibility for emigrants to participate in the discussion of the new Constitution of 2019 and the Family Code, approved in 2022; promoting investment in the country, approved years ago but now barely implemented; reductions in consular costs; greater openness and promotion for cultural and academic exchanges; the meetings of the main Cuban leaders with Cubans residing in various countries; an official speech where the national condition of these people is highlighted, as well as the call for a new conference of the Nation and Emigration next November, have been measures taken recently, which give continuity to the policy of acceptance and dialogue with emigrants , raised by Fidel Castro more than 40 years ago.
But this is not enough, faced with the reality that almost a third of the Cuban nation — if we take into account the descendants — lives outside the country, Cuba has no other alternative than to promote the integration of these people into its national life, through the implementation of inclusive policies that promote the transnational condition of their emigrants, through an organic participation in Cuban society, without undermining their existential interests elsewhere.
An emigration linked to its country, committed to its independence and sovereignty, as well as a contributor to the development of its people, constitutes a strategic need for the Cuban nation, precisely because the majority lives in the United States.