La nueva Carreta ha resucitado con falta de grasa
Quien, como pulga al perro, viva aferrado a costumbres y tradiciones, deberá exprimir el bolsillo inflacionario y pensarlo dos veces para visitar el otrora afamado restaurante La Carreta, en El Vedado capitalino, tristemente célebre en los últimos tiempos en las redes sociales por su total abandono y la desaparición de la emblemática rueda a la entrada del restaurante, motivo de más de una burla o choteo como es de suponer.
Fue privada en sus inicios capitalistas, luego estatal socialista. Ahora, nuevamente, privada, pero en socialismo. Puesta en marcha hace unos tres meses. No hay persona sin distingo de edad, que pase por allí y pida ver la carta menú, sacar cuentas y concluir que es algo cara para sus posibilidades.
Así ha dado vueltas esa rueda. La otra, desde hace rato, anda multiplicada por Miami que hasta franquicia tiene en su aeropuerto internacional sin que nada tenga que ver con los propietarios de esta en 21 y K.
Hay que reconocer que en otros tiempos esa zona estaba prácticamente inundada de excelentes sitios donde comer bajo diferentes modalidades y precios. Y ahí estaba La Carreta que, de manera muy modesta, podía competir. Para no hacer interminable el listado, vale la pena mencionar al Polinesio, su vecino de poco más de 200 metros y sobreviviente de mejores glorias.
Comparar es un ejercicio de mucho riesgo del que no soy muy devoto. Al final, decisión salomónica. Una rueda aquí; otra allá. Lo demás que lleva ese transporte campesino, su base o soporte, con el chef encima rompiendo guardarrayas y ese típico plato cubano de masas de cerdo fritas, arroz blanco, frijoles negros más la yuca con mojo que debe saber igual así esté en oferta en la helada Alaska. Es y será lo nuestro. Allá los afrancesados de última hora.
Recibí de un serio amigo muchas quejas en el arranque a menos de 24 horas de una reserva que de inmediato cancelé con el propio dueño, quien tuvo la amabilidad de decirme que fuera, que si no era de mi agrado no pagara, pero no soy gente de ese tipo.
Los precios, las diminutas raciones, la ausencia de guarnición en los platos principales, la calidad de lo elaborado, la demora… “Uno se siente estafado”, precisó el informante.
Por encima de todo, el mensaje a los allegados y parientes en Miami: Ya tenemos Carreta nuevamente. Y con rueda que debe subsanar errores para volver a la popularidad de antaño. Vaya, que contrario a lo dicho en conocida melodía del uruguayo Romildo Risso, habrá que “engrasar” sus ejes.