La masculinidad tóxica, el poder evangélico y las elecciones de 2024
Tras el éxito electoral de Trump y los republicanos, se han ofrecido muchas explicaciones. Sin embargo, hay un ángulo que sigue sin explorarse: el continuo ascenso de Trump como un líder de culto cuyo atractivo se ha extendido a los hombres negros y latinos. Este artículo examina cómo la masculinidad tóxica, particularmente fomentada por el movimiento evangélico, ha contribuido a este apoyo inesperado.
Definición de masculinidad tóxica
La masculinidad tóxica es un concepto de hombría caracterizado por el dominio, la agresión y la supresión de las emociones, que se consideran definitorias de los “hombres de verdad”. La masculinidad tóxica desalienta cualidades como la empatía, la vulnerabilidad o la cooperación. Considera la agresión como una forma de hombría. Idealiza el dominio sobre los demás, a veces tolerando la violencia o la intimidación para imponerse. Incluye la falta de respeto o la cosificación de las mujeres, considerándolas inferiores o subordinadas. Se manifiesta en actitudes que minimizan los logros de las mujeres, las tratan como objetos o las relegan a paleles tradicionales. El rechazo a todo lo que se percibe como “femenino” o “poco varonil” conduce a la homofobia, condenando o ridiculizando los comportamientos no heteronormativos. Los hombres son presionados a mostrar hiper-heterosexualidad, tratando las conquistas románticas como prueba de masculinidad. La masculinidad tóxica en las esferas política y religiosa da forma a ideologías y políticas que enfatizan el autoritarismo, la agresión militar y el desdén por la vulnerabilidad o el compromiso.
La masculinidad tóxica sirve como una forma de compensación por los sentimientos de inseguridad, vulnerabilidad o inferioridad. Este fenómeno de “inseguridad masculina” o “masculinidad compensatoria” ocurre cuando los hombres intentan enmascarar las insuficiencias o ansiedades percibidas exagerando rasgos tradicionalmente “masculinos”, como el dominio, la agresión o el desapego emocional. Los comportamientos resultantes pueden entenderse como formas de mostrar un sentido de valía en línea con una versión rígida y malsana de la masculinidad.
Trump como modelo de masculinidad tóxica
Pocas personas, si es que hay alguna, han encarnado la masculinidad tóxica mejor que Trump. Su personalidad pública está moldeada por múltiples ejemplos que reflejan elementos comúnmente asociados con la masculinidad tóxica. Utiliza un lenguaje agresivo y combativo para proyectar fuerza, etiquetando a los oponentes como “débiles” o “perdedores”. Llama a sus adversarios políticos “locos”, “corruptos” y “desagradables”. Su famosa frase “Tienes que devolver el golpe, tienes que devolver el golpe con fuerza” captura su creencia de que las represalias son la mejor respuesta a las críticas, descartando los enfoques más mesurados.
La infame cinta de Trump de 2005 “Access Hollywood”, donde fue grabado diciendo que cuando eres una estrella, puedes “hacerle cualquier cosa” a las mujeres, incluso “agarrarlas por el coño”, pone de manifiesto una clara cosificación y falta de respeto hacia las mujeres, tratándolas como conquistas u objetos de derecho masculino. Con frecuencia hace comentarios sobre la apariencia física de las mujeres, clasificándolas como “10” o criticando su atractivo públicamente. Esta actitud reduce a las mujeres a sus atributos físicos, reforzando las visiones tóxicas y patriarcales del género. También ha menospreciado a mujeres de alto perfil, como Hillary Clinton y Kamala Harris (“mujeres desagradables”), encasillando a las mujeres fuertes y asertivas como pesadas o amenazantes. También llamó a Harris “perra” y, peor aún, sugirió que era una puta. En un mitin el mes pasado, un orador comparó a Harris con una prostituta con “proxenetas”. Otro la llamó “el Anticristo”. Los seguidores del culto de Trump lo admiran por estos comportamientos, no a pesar de ellos.
Durante la pandemia de COVID-19, Trump inicialmente minimizó el virus y proyectó un mensaje de que los “hombres de verdad” no deberían preocuparse demasiado, desestimando tanto los consejos médicos como las preocupaciones de salud de los demás. Luego él mismo contrajo el virus y su jefe de gabinete temió que fuera a morir. Los “hombres duros” continuaron siguiéndolo y ofreciéndole excusas al pueblo.
La psicología detrás del atractivo de Trump para los hombres
La postura de Trump sobre los temas LGBTQ+ se dirige a audiencias que ven el comportamiento no heteronormativo como incompatible con sus ideales de masculinidad y feminidad. Por ejemplo, su prohibición de las personas transgénero en el ejército, junto con el retroceso de su administración de ciertas protecciones LGBTQ+, envió un mensaje que se alinea con las normas de género tradicionales y conservadoras, reforzando una idea de masculinidad agresiva y feminidad pasiva.
Después de perder las elecciones de 2020, Trump se negó a aceptar la derrota, una acción considerada fundamental para su concepto de masculinidad. Su insistencia hasta el día de hoy en que él era el “verdadero ganador” de las elecciones, a pesar de la evidencia significativa de lo contrario, refleja una falta de voluntad para ser percibido como débil o un “perdedor”. Esto se alinea con una noción masculina tóxica de que los hombres de verdad nunca pierden y que incluso las pérdidas legítimas deben reformularse como victorias o fraude, en lugar de aceptar los resultados con gracia. Algunos hombres admiran esta postura y seguirían a Trump como un líder de culto en lugar de reflexionar sobre el desdén o los prejuicios que les dio. Aparentemente, esta postura resultó en un cambio masoquista de la columna D a la R en sus boletas.
Una opinión interna sobre la relación de Trump con la masculinidad tóxica
Mary Trump, psicóloga clínica y sobrina de Donald Trump, ofrece una mirada en profundo a la personalidad, las inseguridades y la relación de Donald Trump con la masculinidad tóxica en sus libros, en especial Siempre demasiado y nunca suficiente: Cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo.
Sus percepciones sobre el comportamiento y carácter de Trump revelan patrones que se alinean con los conceptos de masculinidad tóxica, que según ella están profundamente arraigados en la dinámica de la familia Trump. El padre de Donald Trump, Fred Trump Sr., le inculcó el miedo a la vulnerabilidad desde una edad temprana. Fred Trump valoraba rasgos como la agresión, la dureza y el dominio, y consideraba que emociones como la empatía o la compasión eran signos de debilidad.
La visión de Donald Trump sobre las mujeres, en particular su cosificación y trato despectivo hacia ellas, también refleja los valores que heredó de su padre. Mary detalla casos en los que Donald devaluó a las mujeres, viéndolas principalmente a través de su apariencia o como objetos a controlar. Esta misoginia, argumenta, es una forma de que él mantenga un sentido de dominio y poder, compensando cualquier pérdida de control percibida. Sin embargo, las mujeres en sectas personales a menudo experimentan maltrato, pero les resulta difícil reconocer, resistir o abandonar el trato abusivo. Los líderes de las sectas y las estructuras que los rodean crean entornos en los que el control coercitivo, la manipulación psicológica y el maltrato basado en el género se normalizan e incluso se valoran. Este parece ser el caso también de un sector del electorado de mujeres blancas.
Mary describe a Donald Trump como profundamente inseguro. Su enfoque en la riqueza, el éxito y el poder, y su tendencia a inflar sus logros, son intentos de compensar en exceso los sentimientos subyacentes de insuficiencia. Esta necesidad de reconocimiento a menudo se manifiesta en exhibiciones hipermasculinas, como jactarse de su “fuerza” y “dureza”. Los hombres con inseguridades similares se identifican con el hombre que trata de compensar en exceso.
La imagen que Trump tiene de sí mismo como un protector
Donald Trump ha construido una imagen de sí mismo como un “hombre fuerte” o un protector, particularmente para aquellos que se sienten marginados o “bajo ataque”. Este personaje está cuidadosamente diseñado para atraer a aquellos que valoran a un líder hipermasculino que “no retrocede”. Su énfasis en la “fuerza” y la “dureza” por encima de las habilidades diplomáticas o la compasión refleja un intento de recorrer a los ideales asociados con la masculinidad tóxica, para asegurar la lealtad de sus seguidores. Esto es lo que lo ha convertido en un líder de culto tan carismático y ha resultado en un aumento en sus seguidores de culto a pesar de todas las acusaciones, juicios políticos, condenas, multas, locuras y escándalos constantes. Hacia el final de la campaña, declaró que era el protector de las mujeres. Tal vez algunos hombres latinos y negros quedaron impresionados por la postura de “nunca retroceder”. Y la mayoría de las mujeres piensan que necesitan ser protegidas de él, pero para un segmento de votantes, mujeres blancas, aparentemente el show de Trump es más realidad.
El cultivo evangélico de la masculinidad tóxica
Una historia exhaustiva de cómo el asunto de la masculinidad tóxica y su complemento, la feminidad sumisa, ha crecido en Estados Unidos desde principios del Siglo XX se describe en Jesús y John Wayne – Cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación (2020), de Kristin Kobez Du Mez.
Du Mez es una historiadora, autora y profesora estadounidense de historia y estudios de género en la Universidad Calvin. Se especializa en la historia religiosa estadounidense, particularmente en la intersección del género, la política y el cristianismo evangélico. El libro citado examina cómo el evangelicalismo estadounidense ha sido moldeado por los ideales de la masculinidad militante y el nacionalismo blanco cristiano. El trabajo explora críticamente cómo estas creencias culturales y religiosas influyen en la política, los roles de género y los valores sociales estadounidenses.
La influencia evangélica en la política estadounidense
El evangelicalismo estadounidense ha abrazado un ideal hipermasculino y militante que fusiona la fe cristiana con el poder político conservador. Du Mez describe cómo, en las últimas décadas, la cultura evangélica ha celebrado un modelo de hombría “guerrero” inspirado en figuras como John Wayne, dando forma a un enfoque agresivo y patriarcal del liderazgo y la moralidad. Este ideal se convirtió en una base de apoyo evangélico para figuras políticas que explotan valores similares, incluidos Dwight D. Eisenhower, Ronald Reagan y Donald Trump, sobre todo. Este ideal se manifiesta en el machismo de la cultura latina y la masculinidad igualmente tóxica de los hombres blancos, negros y latinos. Los hombres que tienen esta visión no pueden tolerar que una mujer aspire a la máxima posición de poder en Estados Unidos.
Esta base ideológica no surgió espontáneamente. Du Mez detalla cómo los medios de comunicación, los libros, los ministerios y las organizaciones evangélicas promovieron esta masculinidad tóxica y su visión correlativa de la feminidad (sumisión y devoción absoluta de las mujeres a sus hombres) y, finalmente, se convirtió en el centro de la identidad evangélica. El lugar de una mujer es la cocina, no el Despacho Oval.
La agenda evangélica y las jerarquías de género
No es de extrañar que días antes de las elecciones, Trump prometiera defender el cristianismo de sus seguidores en la vida y el gobierno estadounidenses. El expresidente a menudo se ha jactado del principal logro que lo convirtió en un héroe para los cristianos conservadores: poner fin a Roe v. Wade, que restringió la agencia de las mujeres. En sus últimos eventos de campaña con activistas y políticos cristianos conservadores, Trump se comprometió a seguir no solo sus prioridades políticas, sino también su influencia ideológica. Dijo que afirmará que Dios hizo solo dos géneros, masculino y femenino, y creará un grupo de trabajo federal para luchar contra los “prejuicios anticristianos”. Además, daría acceso preferencial a los líderes cristianos conservadores, si lo eligen. “Será directamente en la Oficina Oval, y en mí”, dijo Trump a los pastores en Georgia. “Tenemos que salvar la religión en este país”. Muchos han estado preocupados por el fascismo de Trump. Preocuparse por la abolición de la República y el establecimiento de una teocracia puede ser aún más apremiante.
Esta es exactamente la razón por la que los evangélicos se han infiltrado deliberadamente en los niveles más altos del poder estadounidense, obteniendo acceso personal a presidentes republicanos y demócratas, altos funcionarios gubernamentales y comandantes militares para promover activamente una teología que glorifica el servicio militar como un deber cristiano, equiparando el coraje físico y moral con la piedad. El objetivo es establecer una nación cristiana supremacista blanca.
Todo esto es el producto de décadas de planificación y trabajo meticuloso. Los evangélicos han utilizado una amplia gama de instituciones —escuelas, editoriales, medios de comunicación y mega iglesias— para propagar sus ideas de masculinidad militante, nacionalismo blanco y valores “conservadores”. Son estas ideas con las que políticos republicanos quieren asociarse. Son estas ideas las que prosperan en una cultura de machismo latino y misoginia negra o no latina.
Construyendo una base de poder evangélico: instituciones y medios de comunicación
Los evangélicos han invertido mucho en escuelas cristianas privadas, programas de educación en el hogar y universidades que enseñan una visión del mundo centrada en la Biblia, enfatizando los roles tradicionales de género, el excepcionalismo estadounidense y los “valores conservadores”. Editoriales cristianas como Thomas Nelson y Zondervan han producido innumerables libros que popularizan las enseñanzas evangélicas sobre los papeles familiares, la masculinidad y la identidad nacional. Autores como James Dobson, Tim LaHaye y John Eldredge han publicado bestsellers que propugnan una visión combativa y patriarcal de la masculinidad y la vida cristiana, que muchos evangélicos abrazan. Estos libros a menudo enmarcan a los hombres como guerreros o defensores y a las mujeres como partidarias cariñosas, dando forma a las normas de género en línea con los ideales evangélicos. También promueven una visión del mundo que ve la cultura estadounidense como amenazada por el secularismo, motivando a los lectores a adoptar una postura militante en defensa de su fe. Esta es la visión del mundo que alimenta las tendencias autoritarias y atrae a muchos hombres a la política reaccionaria, incluidos los latinos “machos” y afro-americanos cortados por la misma tela.
Las megaiglesias como las dirigidas por Jerry Falwell, James Dobson y Mark Driscoll han sido fundamentales para promover los ideales de la masculinidad militante y el nacionalismo blanco cristiano. Estas grandes iglesias conocedoras de los medios de comunicación llegan a millones de personas a través de sermones, transmisiones de radio y programas de televisión. Los republicanos trazan sus campañas en paralelo a estos marcos sociales y políticos para canalizar el pensamiento de los jóvenes. La idea de una mujer presidenta es incompatible con estos esquemas, que han ido entrando en la cabeza de más latinos y de aproximadamente el 35% de los afroamericanos en Estados Unidos que se identifican como protestantes evangélicos.
Programas como Promise Keepers (un ministerio de hombres que enfatiza la masculinidad tradicional y los valores cristianos) han alentado a los hombres a adoptar un papel de guerrero en sus familias y comunidades. El papel de las mujeres no es ser guerreras, lo que encaja bien dentro del machismo latino y la masculinidad tóxica. Por el contrario, las enseñanzas evangélicas para las mujeres y las niñas se centran en apoyar y someterse a la autoridad masculina. Por lo general, se alienta a las mujeres a encarnar cualidades como la amabilidad, habilidad maternal, modestia y obediencia, que complementan los papeles de los hombres como líderes y protectores. A las niñas se les enseña a honrar y respetar a los hombres, viendo la autoridad masculina como parte del diseño de Dios para la familia y la sociedad. Los papeles de las mujeres son los de seguidoras, ayudantes y guardianas de la moral, defendiendo los valores familiares dentro de un marco de apoyo y subordinado, no de líderes.
Sexualidad y maternidad
En particular, las enseñanzas evangélicas sobre los deberes sexuales de las mujeres y las niñas pueden ser bastante específicas y exigentes. En el matrimonio, a las mujeres se les enseña a estar no sólo sexualmente disponibles para satisfacer las necesidades de sus maridos, sino también responsables de asegurarse de que los hombres estén sexualmente satisfechos, incluso si las mujeres no están de humor o deben participar en actos que les resulten repulsivos, considerando esto como un deber esencial para la armonía matrimonial. La sexualidad también está estrechamente ligada a la maternidad, ya que la maternidad se considera fundamental para el papel de la mujer. Estas enseñanzas consideran la sexualidad de las mujeres principalmente al servicio de la autoridad masculina y la estabilidad familiar, reforzando una jerarquía patriarcal tradicional dentro de la cultura evangélica, de no asumir posiciones de liderazgo. Esto es música para los oídos de hombres latinos o negros infectados con masculinidad tóxica y atraídos por un líder de culto que lo ejemplifica.
El machismo latino y el ascenso de la extrema derecha
En cuanto a los latinos, una encuesta del Pew Research Center de 2022 mostró que el 15% de los latinos en Estados Unidos se identifican como evangélicos, el grupo de más rápido crecimiento. Alrededor de la mitad de los evangélicos latinos se identificaron como republicanos o como independientes que se inclinan hacia la derecha. En Desertores: El ascenso de la extrema derecha latina y lo que significa para Estados Unidos, Paola Ramos aborda el papel del machismo como un factor cultural que contribuye a la creciente atracción de estos latinos hacia la ideología de extrema derecha. Ramos es una periodista, autora y defensora estadounidense conocida por su trabajo sobre temas latinos, derechos LGBTQ+ y justicia social.
Ramos examina cómo los ideales tradicionales de masculinidad, encapsulados por el machismo, se alinean con ciertos valores promovidos dentro de los círculos de extrema derecha, como el liderazgo fuerte, el patriarcado, la resistencia a las amenazas percibidas a la familia y la identidad cultural. Explora cómo el machismo se cruza con temas de nacionalismo, autoritarismo y defensa de papeles “tradicionales”, lo que hace que las ideologías de extrema derecha sean atractivas para los hombres latinos que ven estos valores como parte de su identidad, al igual que los evangélicos. Esta alineación refuerza el apoyo a los políticos y los programas que ejecutan sus ideales, ya que resuenan con normas culturales profundamente arraigadas dentro de partes de la comunidad latina. El machismo, como fuerza cultural, ayuda a tender un puente entre la identidad latina y el movimiento de extrema derecha y es una de las diversas motivaciones detrás de las afiliaciones políticas y los comportamientos latinos.
Masculinidad negra e ideales tóxicos
En cuanto a los hombres negros, muchos factores pueden empujarlos hacia la masculinidad tóxica y la tentación de seguir a un líder de culto que no se preocupa por ellos ni representa sus intereses. Por ejemplo, los estereotipos raciales en los EE. UU. a menudo retratan a los hombres negros como inherentemente más agresivos, sexualmente potentes o físicamente fuertes, creando un ideal distorsionado de masculinidad para mejor naufragar. Esos estereotipos alimentan las expectativas sociales de que los hombres negros deben estar a la altura de la imagen hiper-masculina o rechazarla. Esta imagen puede presionar a los hombres negros para que actúen de maneras que se alinean con los estereotipos y se identifiquen con alguien que los encarna, incluso si son dañinos.
Conclusión: Entendiendo un electorado cambiante
La idealización de la masculinidad combativa no solo alimenta la lealtad política evangélica, sino que se alinea con los valores más amplios impulsados por el machismo en las comunidades negras y latinas, lo que da impulso a una alianza político-cultural que se nutre de las jerarquías de género. Al aprovechar su vasto alcance institucional, desde las mega-iglesias hasta los imperios mediáticos, el evangelicalismo ha ayudado a construir un movimiento reaccionario altamente organizado que influye en la política, los papeles de género y los valores sociales estadounidenses. El resultado es un panorama político cada vez más hostil a las mujeres líderes, al progresismo y los valores de igualdad, que impactan la política interna y exterior de Estados Unidos. El evangelicalismo ha logrado una gran victoria al ayudar a elegir al primer misógino sin remordimientos en la historia del país, con una ayuda crítica de hombres latinos y negros. Ahora apremia comprender las mentes de un electorado cambiante y ofrecer la claridad de visión que necesitan.