Entre la palma y el pino

Lo bueno y lo malo que tiene el cubano es que nunca se dejará vencer viva donde viva, piense como piense o predique la religión que le venga en ganas. Buscará alternativas, el famoso “plan B” cuando algo no funcione. Sin chovinismos, es algo que parece ir en sangre. Tal vez por la condición insular. No lo tengo muy claro, pero somos así.

Nada más ni nada menos que en una planta de guanábanas sembrada en el jardín, un vecino acaba de armar su “arbolito” de Navidad que de noche luce como el más esbelto pino.

Y si me lo permite el lector, una disquisición filosófica de esquina, de esas que emergen cuando varios amigos abren una botella de ron y cada cual repasa su vida a sus formas y maneras: prefiero la palma al pino.

Habrá quien piense al momento, también como psicólogo por cuenta propia en fin de semana, que está leyendo el parecer de algún nacionalista. No estará muy equivocado. Como anunciaba cierta campaña publicitaria en los refrescos nacionales enlatados: Lo mío primero.

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