El pulso entre CNA y Mipyme

La comparación entre estos modelos todavía muestra un panorama complejo y en evolución. Si bien ambos representan un intento de diversificar la economía y ofrecer alternativas al sector estatal, sus diferencias entre gestión, estructura y distribución de beneficios generan experiencias laborales y resultados económicos distintos.

Las Cooperativas No Agropecuarias (CNA) llegaron a Cuba como parte de un amplio grupo de reformas económicas y sociales con el fin de diversificar la economía nacional y fomentar la participación ciudadana en la producción y los servicios. Este modelo cooperativo se formalizó en 2012, durante el gobierno de Raúl Castro, como respuesta a la necesidad de revitalizar sectores que históricamente se encontraban centralizados y estatizados.

Fuente: Anuario Estadístico de Cuba 2023, Edición 2024

Su creación permitió a los cubanos organizarse de manera autónoma, promoviendo la autogestión y la cooperación entre sus miembros. Este enfoque no solo buscaba mantener la eficiencia y la productividad, sino también empoderar a las comunidades locales, generando un espacio para la innovación y el desarrollo sostenible en un contexto desafiante. Así, este modelo se convirtió en una herramienta clave para fomentar el emprendimiento y mejorar las condiciones de vida de la isla.

En febrero de 2014, en el municipio matancero de Colón, Iván Machín Rodríguez funda la CNA de construcción “Reconst” convirtiéndose en la primera de la localidad. Machín nos concede una entrevista para conocer a fondo cómo es exactamente la vida de un emprendedor que opta por este modelo de negocio.

Creación y funcionamiento de las CNA

“Para crear una Cooperativa No Agropecuaria —comenta— hay que hacer una solicitud al gobierno municipal; en otro momento quien las aprobaba era el gobierno provincial. Tienes que explicar cuál es el objetivo de la cooperativa y, según las necesidades del municipio, te aprueban o no. Una vez aprobada, comienza una serie de trámites para insertarte en el sistema tributario. Las CNA tienen los mismos requisitos que una empresa estatal: tener departamentos de contabilidad, etc., y certificar todos los procesos que se hagan, al igual que las empresas estatales.

“Hay que aclarar que las cooperativas no son de una sola persona, funcionan con un sistema de socios, es decir, que lo que ingresa a la cooperativa no es distribuido por un mandamás. Para eso tenemos la Asamblea de Socios, donde acordamos los porcentajes y ganancias de cada uno”, prosigue Machín.

“La Asamblea es el máximo órgano de la cooperativa, es la que decide todo lo que se hace y cómo vamos a funcionar. En esta Asamblea todos los socios tienen el mismo derecho a hablar, decidir o proponer. Es representada por un presidente, pero todos tienen el mismo voto.

“En las cooperativas no se pagan salarios sino anticipos de utilidades. La Asamblea decide: vamos a repartir todos los meses el 15% de lo que anticipas que serán tus utilidades, que son para repartir al final del año. La cooperativa que no tenga utilidades para repartir está muerta; de hecho, hay alguna que por mala contabilidad ha tenido que cerrar.”

Machín también nos comenta que el pago dentro de las CNA es mucho más holgado que en las empresas estatales, debido a que las segundas incurren en muchos gastos que las primeras prefieren evitar para obtener mayor ganancia a fin de mes.

“Una empresa estatal cualquiera, que muchas veces ni siquiera está enfocada en la producción, tiene siete u ocho carros circulando y varias oficinas con aire acondicionado.

Aquí todo el mundo se limita porque para eso hacemos todos los años un plan de gastos, y a la hora de sacar cuentas preferimos menos gastos y más ganancias, antes que derrochar en algo no imprescindible”.

¿Mipymes o CNA? Esa es la cuestión.

El auge de la micro, pequeña, y mediana empresa, y sobre todo las cuantiosas ganancias que estas parecen brindar a algunos de sus propietarios, ha dejado al modelo de cooperativas algo obsoleto a los ojos de muchos emprendedores, o aspirantes a serlo, pero realmente ¿en qué se diferencian? y, sobre todo, ¿cuál es la mejor opción? Sobre esto nos explica Machín:

“Las mipymes tienen un sistema muy diferente al de las CNA. Tienen un dueño, entonces, el dueño te determina un salario fijo por tu trabajo y, aunque él gane muchísimo más, tu pago queda intacto, y cuando quiera cerrar tu contrato te dice: ‘hasta aquí’ y no tienes trabajo. En las cooperativas no, nosotros debemos llevar esos casos a la Asamblea y es ahí donde se aprueba o no la baja de un trabajador, a no ser que exista un incumplimiento de los estatutos de la propia cooperativa.

“Las mipymes no tienen ni un cuarto de la organización que tienen las cooperativas. Nosotros respaldamos mucho más a los trabajadores, además de recibir mayores incentivos, como pagos para alimentación o transportación o bonos en fechas señaladas.

“Las mipymes, al tener un solo dueño sin un sistema de organización sólido de condiciones laborales y salariales, van a estar condicionadas por la forma de gestión que decida el propietario, que puede ser buena o mala, ya eso depende de muchos factores. Los trabajadores de las cooperativas tienen un amparo, por ejemplo, si no hay trabajo en la cooperativa, cualquier beneficio que pueda llegar a tener se va a repartir entre los socios y trabajadores, aunque lleven meses parados”, nos dice el entrevistado.

“Las importaciones también son otro tema: hay cooperativas que exportan e importan. Aunque las mipymes tienen la ventaja de que pueden comprar donde quieran, la cooperativa, no; nosotros debemos tenerlo todo en regla y bien facturado, porque somos auditables, como las empresas estatales. Tienes que decir no solo a quién le compraste, además hay que verificar si ese vendedor tiene permitido vender ese producto en específico que nosotros adquirimos.

“Sinceramente, el cliente debería tener bien claro que las CNA muchas veces son la mejor opción, por ejemplo, un emprendimiento como el nuestro, dedicado a la construcción, tiene prohibido cargar sobreprecio ni siquiera a un saco de cemento. Nuestra ganancia viene de la mano de obra y los servicios. El producto llega a precio de costo al cliente. Sin embargo, el dueño de una mipyme lo va a cobrar al precio que está en la calle porque así funcionan ellos”.

¿Y los trabajadores qué?

Aclaradas las diferencias más marcadas entre ambos modelos, queda la duda de realmente con cuál los trabajadores se sienten más satisfechos. Para ello Esteban (nombre que prefiere usar el segundo entrevistado) nos comparte su experiencia luego de haber sido socio durante cuatro años de una CNA dedicada a la gastronomía, y que desde diciembre del pasado año se encuentra trabajando en una mipyme del mismo sector empresarial.

“Con el tema de las ganancias es cuando la cosa empieza a ponerse interesante. En la cooperativa era un poco complicado; te explico: al final del mes, después de pagar los gastos, se repartía el excedente entre todos los socios según el trabajo que cada uno había hecho. Eso suena bonito, pero en la práctica no siempre era así. Primero, porque a veces costaba entender de qué manera se repartía ese excedente. La Asamblea tenía el control de las finanzas y la información no siempre era muy clara en ese sentido. Segundo, porque el reparto no era del todo equitativo: los que estaban más cerca de la directiva siempre se llevaban la mejor parte aunque sobre el papel todos éramos socios, pero a los de la cocina y el salón nos tocaba lo que dejaban los de arriba. Además, había meses buenos y meses malos y, si la cosa iba mal, todos cobrábamos menos, eso es una lotería.

“En la mipyme el tema del sueldo es mucho más claro: tengo un salario fijo cada mes y sé que ese dinero lo tengo asegurado, y si el negocio encima funciona bien, el jefe nos da un incentivo extra, que puede ser un bono, un aumentico, o algún regalo. Eso por lo menos a mí me motiva a trabajar mejor, no sé, a ponerle más empeño en que vaya la cosa como es. En la cooperativa en teoría todos éramos dueños en mayor o menor medida, sin embargo aquí he logrado un mayor sentido de pertenencia”, afirma sin medias tintas.

Pero las ganancias no son lo único que garantiza el bienestar de un trabajador, los derechos básicos, como días libres o vacaciones, también son un factor a tener en cuenta en la búsqueda de un mejor ambiente laboral.

“Ahí sí hay una gran diferencia. En la cooperativa las vacaciones eran un dolor de cabeza. Tenías que pedirlas con meses de anticipación y dependía que hubiera alguien que cubriera tu puesto ese tiempo, si no, no hay vacaciones que valgan. Y los días libres eran pocos y contados, si faltabas sabías que eso después te lo iban a descontar del pago a final de mes.

“Aquí en la mipyme no, aquí tengo derecho a mis vacaciones y me pagan ese tiempo, aunque sí tengo conocimiento por otros colegas de que en otros lugares no es así. Si necesito faltar un día por cualquier problema personal, el jefe me lo concede siempre que no afecte el funcionamiento del negocio, pero bueno, es más fácil buscar una solución porque el trato es más personal.

“Yo aquí me siento mejor, definitivamente. Ese tema de los socios y de la igualdad está perfecto en papel, pero al final nos trataban como trabajadores de cualquier otro lugar, y sí se notaba esa diferencia entre los de arriba y los de abajo, por así decirlo. Yo sé que esto hoy está bien y mañana no se sabe, pero sinceramente, me quedo aquí hasta que pueda o me deje la salud”, concluye.

La comparación entre las CNA y las mipymes en Cuba todavía muestra un panorama complejo y en evolución. Si bien ambos modelos representan un intento de diversificar la economía y ofrecer alternativas al sector estatal, sus diferencias entre gestión, estructura y distribución de beneficios generan experiencias laborales y resultados económicos distintos.

Las CNA, con su promesa de autogestión y propiedad colectiva, pueden empoderar a sus miembros y fomentar la unión. Sin embargo, también enfrentan desafíos como la burocracia, la falta de acceso a recursos y una transparencia financiera que a veces deja que desear.

Por otro lado, las mipymes, con su estructura más jerárquica y propiedad privada, ofrecen mayor claridad en la toma de decisiones y la gestión de las ganancias, lo que puede traducirse en salarios más estables y una mayor capacidad de adaptación al mercado. No obstante, el éxito de este modelo depende en gran medida de la visión y la ética del propietario, lo que puede generar disparidades en las condiciones laborales y en las ganancias individuales.

No existe una respuesta única y certera sobre cuál de los dos es el mejor modelo, ambos presentan fortalezas y debilidades, pero su peso en el contexto económico de Cuba hace que sean las alternativas más rentables en un futuro, donde la iniciativa privada cobra cada vez más peso.

Tony Vila, periodista matancero.