El fin de la Pax Americana y la estrategia Trump-MAGA

(Nota del editor: Este artículo es una versión resumida de uno de nuestros artículos principales, que aparece en inglés. La versión original y completa se publicó inicialmente en Common Dreams y fue escrita por el Dr. Joseph Gerson.)

Después de haber sobrevivido con soporte vital durante gran parte del período posterior a la Guerra Fría, la Pax Americana ha llegado a su fin. Así lo confirma la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Donald Trump, publicada recientemente, que consigna explícitamente el abandono de la hegemonía global como objetivo estadounidense. No se trata solo de Trump y su entorno: el mundo —y Estados Unidos— han cambiado de manera profunda. Esta estrategia es la respuesta de un sector multimillonario de extrema derecha de la élite estadounidense a transformaciones económicas, militares y tecnológicas de gran escala.

Cuando Estados Unidos emergió como potencia dominante tras la Segunda Guerra Mundial, concentraba cerca del 50 % de la riqueza mundial, poseía el ejército convencional más avanzado y era el único país con armas nucleares. Hoy su participación en el PIB global ha caído a alrededor del 24 %, tras la reconstrucción europea y japonesa, el ascenso de China, la descolonización y el fortalecimiento del Sur Global. Estos cambios han reducido drásticamente la capacidad de Washington para sostener su aparato militar, su poder blando y su dominio económico.

El surgimiento del Sur Global es clave en este nuevo escenario. Sudáfrica desafió a Israel ante la Corte Internacional de Justicia por genocidio; los BRICS disputan la primacía económica de EE. UU.; y los Emiratos Árabes Unidos se han convertido en actores con influencia directa sobre Trump. A ello se suma una extrema concentración de riqueza impulsada por décadas de neoliberalismo y consolidada por una Corte Suprema reaccionaria, dando lugar a nuevas élites antidemocráticas con rasgos casi feudales.

La estrategia Trump-MAGA es contradictoria, ignorante y profundamente supremacista blanca. Está escrita en un lenguaje simple y directo, diseñado para movilizar a la base MAGA, y refuerza una agenda interna autoritaria, racista y cleptocrática. Como suele ocurrir, la política exterior refleja prioridades domésticas.

Analistas estadounidenses y líderes extranjeros han reaccionado con sorpresa y alarma. Richard Haass, ex presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, la calificó como el mayor giro de la política exterior de EE. UU. desde el final de la Segunda Guerra Mundial. China la interpreta como el paso de un mundo unipolar a uno multipolar, mientras que Rusia la ve coherente con su propia visión estratégica. Europa, en cambio, observa con pánico el abandono del paraguas estadounidense.

El analista Walden Bello describe la estrategia como un compromiso entre tres corrientes dentro del trumpismo: quienes aún sueñan con la dominación global; quienes buscan replegarse de Europa y Medio Oriente para concentrarse en China; y los “neo-monroístas” que promueven un aislamiento continental y la conversión de EE. UU. en una fortaleza.

En Europa, el mensaje es claro: Washington ya no garantiza su seguridad. La OTAN queda debilitada, Ucrania fuera de la Alianza y el continente obligado a armarse aceleradamente. Este rearme masivo amenaza los estados de bienestar europeos y abre espacio al avance de fuerzas autoritarias y neofascistas, muchas de ellas alentadas explícitamente por Trump y sus aliados.

En Asia-Pacífico, pese al tono menos beligerante hacia China, la continuidad imperial es evidente. La estrategia reafirma el “pivote” iniciado por Obama y reforzado por Biden, apostando a la contención de China mediante alianzas militares (QUAD, AUKUS) y el control de la Primera Cadena de Islas. Taiwán es reducido a su valor estratégico y tecnológico, y se anuncia un aumento del gasto militar y la venta de armamento avanzado.

En contraste con su retórica de “no intervencionismo”, la estrategia despliega una diplomacia de cañoneras en el hemisferio occidental. Se refuerza una versión actualizada de la Doctrina Monroe, con énfasis en el control de recursos, contratos exclusivos para empresas estadounidenses y una ofensiva racista contra la migración. Venezuela y Cuba vuelven a ocupar un lugar central como objetivos de presión y desestabilización.

El documento deja claro que la política exterior estará subordinada al lucro. El acceso a materias primas, mercados y cadenas de suministro es prioritario, mientras que los derechos humanos dejan de ser un factor relevante. Como resumió The New York Times, el mundo visto desde la Casa Blanca es un lugar donde Estados Unidos usa su poder para ganar más dinero.

En Medio Oriente, la estrategia acepta a los regímenes tal como son, prioriza la alianza con Israel, Arabia Saudita y los Emiratos, y abandona cualquier pretensión de promover cambios democráticos. En África, el enfoque es abiertamente extractivista: aprovechar recursos naturales y “potencial económico latente”.

Ante este panorama, la pregunta es inevitable: ¿qué hacer? La respuesta comienza por nombrar y denunciar el asalto Trump-MAGA a la democracia constitucional, a la seguridad global y al bienestar de las futuras generaciones. Pero también exige construir una visión alternativa de seguridad real.

Esa visión puede apoyarse en el concepto de Seguridad Común, que reconoce que la seguridad no se logra contra los rivales, sino mediante diplomacia, cooperación y soluciones compartidas. La experiencia china —sacando a cientos de millones de personas de la pobreza sin guerras durante décadas— ofrece una lección clara. Defender la democracia, invertir en justicia social y abandonar la ilusión de un pasado glorioso que nunca existió son pasos esenciales.

Como advierte el proverbio, “un pueblo sin visión perece”. El fin de la Pax Americana obliga a imaginar un orden internacional más justo, cooperativo y verdaderamente seguro.

El Dr. Joseph Gerson es presidente de la Campaña por la Paz, el Desarme y la Seguridad Común; copresidente de la Oficina Internacional de la Paz; y autor de “El Imperio y la Bomba”.
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