El disfraz de Halloween en Holguín: Inaceptable (+ English version)
English version at bottom.
Para festejar el día de Halloween, un grupo de jóvenes en la ciudad de Holguín alquilaron un local y posteriormente, disfrazados con los atuendos propios del Ku Klux Klan, salieron a la calle gritando “¿dónde están los negros?”
Hecho insólito, aunque tiene un antecedente, quizás de mayor vuelo en nuestra historia.
Lo ocurrido en la ciudad de Holguín, motivó que el intelectual cubano Juan Antonio García Borrero reaccionara en las redes y en su escrito abordara el inaceptable suceso donde a su vez recordó una acción de ese tipo, pero de más alto vuelo, ocurrido en su natal Camagüey y que fue publicada en Progreso Semanal en la edición de 16 de enero de 2016.
A continuación, reproducimos el comentario de García Borrero en FB y su trabajo en Progreso Semanal.
Juan Antonio García on FB
Lo sucedido en Holguín con los jóvenes disfrazados de miembros del Ku Klux Klan, me ha hecho recordar que en Camagüey, en el año 1928, se llegó a crear oficialmente La Gran Orden del Ku Klux Klan, la cual fue inscripta en el Registro de Asociaciones del momento. Eso generó un tremendo debate y malestar social, y obligó a que casi de inmediato, fuera públicamente disuelto.
Recuerdo que le comenté a varios jóvenes documentalistas del ISA (Instituto Superior de Arte) que había allí un gran tema para hacer una película, ya fuera de ficción o documental. Porque, lamentablemente, el racismo sigue existiendo. Pero nunca encontré a nadie que se entusiasmara. Ojalá algún día aparezca alguien que se enamore de la idea.
Copio debajo el artículo que publiqué en Progreso Semanal hablando de ese hecho histórico, y lo que se esconde detrás de todas estas “inocentadas”. Lo grave del racismo (que, por cierto, no opera en una sola dirección) es que, a estas alturas, muchas veces se enmascara, y nos hace creer que no existe, porque en realidad, todo es un “juego”.
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CINE, NACIÓN Y KU KLUX KLAN EN CUBA
Juan Antonio García Borrero
16 de enero, 2016
CAMAGUEY – Con “El nacimiento de una nación” (1915), David W. Griffith entregó a la historia del cine uno de sus primeros hitos narrativos. Griffith dejaba atrás el reciclaje de técnicas sustraídas del teatro, el vodevil y el circo, para proponerse la construcción de un universo inédito donde importaba más la narración de acontecimientos simultáneos a partir del uso de un montaje que, de modo invisible, creaba la ilusión de continuidad. Pero El nacimiento de una nación también es un documento ideológico que, como era de esperar, despertaría y sigue despertando un sinnúmero de polémicas, a partir de la exaltación que hace del Ku Klux Klan, y la representación estereotipada de la comunidad negra de los Estados Unidos.
En Cuba la película no pudo ser estrenada hasta 1924. Según los historiadores Arturo Agramonte y Luciano Castillo: “En un inicio su exhibición fue prohibida por temor de que “provocara algún disturbio entre los elementos de color”, pero luego tomaron en consideración la cultura del público habanero, levantaron el veto y la película fue presentada sin contratiempo alguno”.
Puede entenderse el terror de los gobernantes de entonces a los disturbios vinculados a lo racial. Aunque la masacre de 1912 había sido enmascarada por un relato oficial que disfrazó el crimen discriminatorio con una retórica nacionalista, el impacto de la tragedia en modo alguno había sido olvidado. La construcción de un discurso que optaba por el silencio ante el problema racial, en vez de asumir su debate colectivo y transparente, tenía su eco natural en buena parte de las representaciones cinematográficas.
Como ha hecho notar el investigador Enmanuel Vincenot, el grueso de las películas rodadas en el período silente tiende a describir a Cuba como una nación “blanca”, donde la presencia afro apenas es percibida. El cine se convertía así en el elemento conciliador por excelencia de todas las tensiones sociales que podían experimentarse en el día a día de la realidad cubana, sin importar la procedencia de clase o la pertenencia étnica, tal como nos revela Louis Pérez Jr. al citar en uno de sus textos el testimonio expuesto por alguien en 1920: “Como no hay mucho que hacer, las personas pasan su tiempo libre en el cine. Los negros se aglomeran en ellos. Todas las lavanderas negras creen que deben ir todas las noches”.
Una película como El nacimiento de una nación, que describe las peripecias de dos familias (una sureña y otra norteña) enfrentadas al acoso de un grupo de negros tras la guerra de Secesión, y que gracias a la intervención oportuna del Ku Klux Klan salvaban la vida y el honor de una joven blanca, podía poner en peligro ese pacto invisible que, noche tras noche, conseguían articular las exhibiciones cinematográficas en Cuba.
Más allá de las pantallas, sin embargo, las contradicciones que generaba a diario el racismo no cesaban. Al contrario, se agudizaban en sordina. Por ejemplo, cuatro años más tarde en la ciudad de Camagüey se llegó a crear oficialmente La Gran Orden del Ku Klux Klan, la cual fue inscripta en el Registro de Asociaciones del momento. En la carta fundacional circulada por sus directivos el 20 de agosto de 1928 se describían los siguientes fines:
Exclusivamente cubanos, aunque se inició en 1866 en los Estados Unidos
Aunque con ritual similar al de América del Norte, sus tendencias se encaminan a laborar en Cuba por la conservación y defensa de la patria cubana, su constitución y leyes, y el acatamiento a las autoridades constituidas.
Luchar por el desarrollo de las escuelas públicas, y defender su laicismo
Honrar la memoria de los patriotas cubanos.
Según el testimonio de William Stokes en “Conversación con el último norteamericano”, de Enrique Cirules, la idea de su fundación se le debería a Robert B. Anderson, norteamericano que vivía por entonces en Camagüey, y a quien describe del siguiente modo: “andaba siempre de traje, bien peinado y afeitado… Era pequeño, muy blanco y les hablaba respetuosamente a los clientes de su óptica (en la calle República junto al cine Apolo). (…) Robert trató de fundar la única secta del KKK que se tenga noticias en este país”.
Si bien la idea llegó a obtener respaldo legal, los propósitos de los encapuchados camagüeyanos no demorarían en conocer la oposición de muchos. El malestar público fue tan intenso, que el 2 de octubre aparece en el periódico local el siguiente titular: “QUEDÓ DISUELTO ANOCHE EL KU KLUX KLAN CAMAGÜEYANO”. Y para explicar las razones de su disolución, los periodistas apuntan:
“Que las personas que organizaron esa institución en esta ciudad – todas conocidísimas y respetables- perseguían el propósito de fundar una asociación fraterna tendiente al mayor beneficio de la comunidad; pero que, habiendo bautizado esa institución con el nombre de “Ku Klux Klan” vieron con pena que sus nobles propósitos eran mal interpretados por la generalidad de las personas. Que en vista del desagrado general en torno a esa institución, sus componentes llegaron al acuerdo unánime de disolverla, no obstante estar ya perfectamente organizada de acuerdo en todo con nuestras leyes”.
Lo interesante de una anécdota como esta es que nos remite directamente a las dinámicas simbólicas que operaban en la sociedad cubana de ese momento histórico. Los numerosos críticos que tuvo El nacimiento de una nación en su vertiente ideológica, jugaron el mismo papel que los detractores del Ku Klux Klan camagüeyano, pero aun así el racismo siguió afectando las relaciones sociales establecidas entre cubanos.
Griffith nunca logró entender los ataques dirigidos a su película, y hasta escribió, previo a la realización de esa obra maestra que es Intolerancia, un artículo que tituló The Rise and Fall of Free Speech in America, acusando a sus jueces de mutiladores de la libertad de expresión. Como artista fue un verdadero visionario que ya en 1916 escribía en un periódico: “Es imposible comparar el cine de hoy con lo que pueda ser en un futuro. (…) Imaginemos películas en formato reducido, concebidas para la distracción en casa, o consulta en las bibliotecas, al lado del fuego”. En cambio, fue incapaz de interpretar correctamente la lucha de los negros por conquistar sus genuinos derechos. Claro, el racismo no es algo que se entienda por decreto, en tanto hablamos de un conjunto de ideas y representaciones de “los otros” que se acarrean muchas veces de modo inconsciente.
Los cubanos que se enfrentaban a estas películas foráneas, más que mirarse en ellas como si ante un espejo estuviesen, suspendían temporalmente la incredulidad, y establecían pactos temporales de gratificación audiovisual. No podría negarse, en tal sentido, la tremenda influencia del cine norteamericano en los modos populares de ordenarse una realidad cotidiana que, humana al fin, era caótica, hostil. Pero con el The End de cada cinta la realidad tornaba con todas sus contradicciones, obligando a cada espectador a tomar conciencia de la misma.
Una de esas contradicciones, el racismo, siguió existiendo en Cuba más allá de las películas conciliadoras, si bien tendríamos que hablar no de un racismo explícito, sino en su modalidad de racismo oculto, ante el cual es preciso intensificar el pensamiento crítico.
Imagen de portada: Fotograma de la película El nacimiento de una nación (1915), de David W. Griffith.
Progreso Semanal/ Weekly autoriza la reproducción total o parcial de los artículos de nuestros periodistas siempre y cuando se identifique la fuente y el autor.
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English version:
Unacceptable Halloween costumes in Holguín
A group of young people in the city of Holguín (located in eastern Cuba) celebrated Halloween by renting a place for a party and dressed in the attire of the Ku Klux Klan, later going out into the street shouting “Where are the blacks?”
It was unusual, although not unprecedented.
What happened in the city of Holguín motivated Cuban intellectual Juan Antonio García Borrero to react on social media, and in his writing he addressed the unacceptable event where he in turn recalled an action of this type, but worse, that occurred in his native Camagüey that was published in Progreso Semanal in the edition of January 16, 2016.
What follows is a reproduction of García Borrero’s comment on Facebook, followed by his 2016 article in Progreso Semanal.
Juan Antonio Garcia on FB
What happened in Holguín with the young people dressed as members of the Ku Klux Klan has reminded me that in Camagüey, in 1928, the Great Order of the Ku Klux Klan was officially created and registered in the Registry of Associations of the moment. This action generated tremendous debate and social unrest, and almost immediately forced it to be publicly dissolved.
I remember that I commented to several young documentary filmmakers from ISA (Cuba’s University of the Arts) that there was a great theme there for a film project — fiction or documentary. Because, unfortunately, racism still exists. But I never found anyone who seemed enthusiastic with the idea. Hopefully one day someone will appear who follows up with the idea.
Below is the article I published in Progreso Semanal talking about that historical fact, and what is hidden behind all these “innocents.” The serious thing about racism (which, by the way, does not operate in only one direction) is that, at this point, it is often masked making us believe that it does not exist, because in reality, it’s just a “game.”
CINEMA, THE NATION AND THE KU KLUX KLAN IN CUBA
Juan Antonio García Borrero
January, 16 2016
CAMAGUEY – With “The Birth of a Nation” (1915), David W. Griffith handed over to the history of cinema one of his first narrative milestones. Griffith left behind the recycling of techniques taken from the theater, the vaudeville and the circus, to propose the construction of an unprecedented universe where the narration of simultaneous events was more important through the use of a montage that, invisibly, created the illusion of continuity. But The Birth of a Nation is also an ideological document that, as expected, would arouse and continues to arouse countless controversies, based on its exaltation of the Ku Klux Klan, and the stereotyped representation of the Black community in the United States.
In Cuba, the film was not released until 1924. According to historians Arturo Agramonte and Luciano Castillo: “Initially, its exhibition was prohibited for fear that it would ‘provoke some disturbance among the colored elements,’ but later they took into consideration the culture of the Havana public, they lifted the veto and the film was presented without any setbacks.”
The terror expressed by rulers of that time to the riots linked to the race issue can be understood. And although the 1912 massacre had been masked by an official account that disguised the discriminatory crime with nationalist rhetoric, the impact of the tragedy had by no means been forgotten. The construction of a discourse that opted for silence in the face of the racial problem, instead of assuming its collective and transparent debate, had its natural echo in a good part of the cinematographic representations.
As the researcher Enmanuel Vincenot has noted, the bulk of the films shot in the silent period tend to describe Cuba as a “white” nation, where the Afro presence is hardly perceived. The cinema thus became the conciliatory element, par excellence, of all the social tensions that could be experienced in the day-to-day of Cuban reality, regardless of class origin or ethnicity, as revealed by Louis Pérez Jr. when citing, in one of his texts, the testimony exposed by someone in 1920: “Since there is not much to do, people spend their free time in the cinema. Blacks crowd into them. All the Black washerwomen think they should go every night.”
A film like The Birth of a Nation, which describes the adventures of two families (one from the South and the other from the North) faced with harassment by a group of Blacks after the Civil War, and who, thanks to the opportune intervention of the Ku Klux Klan, saved the life and honor of a young white woman, could endanger that invisible pact that, night after night, the cinematographic exhibitions in Cuba managed to articulate.
Beyond the screens, however, the contradictions generated daily by racism did not cease. On the contrary, they grew quieter. For example, four years later in the city of Camagüey, the Grand Order of the Ku Klux Klan was officially created, which was registered in the Register of Associations at the time. In the founding letter circulated by its directors on August 20, 1928, the following purposes were described:
Exclusively Cuban, although it began in 1866 in the United States
Although with a ritual similar to that of the U.S., its tendencies are directed to working in Cuba for the conservation and defense of the Cuban homeland, its constitution and laws, and compliance with the constituted authorities.
Fight for the development of public schools, and defend their secularism
Honor the memory of Cuban patriots.
According to the testimony of William Stokes in “Conversation with the last American”, by Enrique Cirules, the idea of its foundation was due to Robert B. Anderson, an American who lived in Camagüey at the time, and whom he describes as follows: “he always walked in a suit, well groomed and shaved… He was small, very white and spoke respectfully to the customers of his optician (on República Street next to the Apolo cinema). (…) Robert tried to found the only known KKK sect in this country”.
Although the idea managed to obtain legal support, the purposes of the hooded Camagüeyans would not take long to meet the opposition of many. The public unrest was so intense that on October 2 the following headline appeared in the local newspaper: “THE CAMAGÜEYANO KU KLUX KLAN WAS DISSOLVED LAST NIGHT.” And to explain the reasons for its dissolution, the journalists point out:
“That the people who organized that institution in this city – all well-known and respectable – attempted to found a fraternal association tending to the greater benefit of the community; but that, having baptized that institution with the name of ‘Ku Klux Klan,’ they saw with sorrow that their noble purposes were misunderstood by the generality of the people. That in view of the general displeasure surrounding that institution, its members came to the unanimous agreement to dissolve it, despite being already perfectly organized in accordance with all our laws.”
The interesting thing about an anecdote like this is that it refers us directly to the symbolic dynamics that operated in Cuban society at that historical moment. The numerous critics that The Birth of a Nation had in its ideological aspect played the same role as the detractors of the Camagüeyan Ku Klux Klan, but even so, racism continued to affect the social relations established between Cubans.
Griffith never managed to understand the attacks directed at his film, and even wrote, prior to the making of that masterpiece of Intolerance, an article titled The Rise and Fall of Free Speech in America, accusing its judges of mutilating freedom of expression. As an artist he was a true visionary who already in 1916 wrote in a newspaper: “It is impossible to compare the cinema of today with what it may be in the future. (…) Let’s imagine movies in reduced format, conceived for entertainment at home, or consultation in libraries, next to the fire.” Instead, he was unable to correctly interpret the struggle of Blacks to win their genuine rights. Of course, racism is not something that is understood by decree, as we speak of a set of ideas and representations of “the others” that are often carried unconsciously.
Cubans who watched these foreign films, rather than looking at themselves in them as if in a mirror, temporarily suspended disbelief, and established temporary pacts of audiovisual gratification. In this sense, the tremendous influence of North American cinema on the popular ways of ordering an everyday reality that, human after all, was chaotic, hostile, could not be denied. But with “The End” of each viewing reality returned with all its contradictions, forcing each viewer to become aware of it.
One of those contradictions, racism, continued to exist in Cuba beyond the conciliatory films, although we would have to speak not of explicit racism, but in its form of hidden racism, in the face of which it is necessary to intensify critical thinking.