Cuba debe recurrir a la creatividad y la solidaridad para enfrentar a los fascistas de hoy (+English)

El colapso (improbable) del Gobierno revolucionario cubano no acabará liquidando a la Revolución, raíz y ala del proyecto político de país que Cuba se ha dado a sí misma desde que tomara conciencia de su particularidad y destino histórico. La Revolución cubana, que comenzó a gestarse en las aulas del Seminario San Carlos y de los colegios de Mendive y de la Luz y se cribó en la manigua, tiene su momento cenital en la vida y obra de José Martí y su realización irreversible en el triunfo insurreccional del M-26-7, liderado por Fidel Castro, y son de tan gran envergadura tales acontecimientos que hace impensable cualquier solución que los margine o minimice. Los sueños restauracionistas de los emprendedores —herederos de la derecha anexionista y entreguista— y las vacilantes aproximaciones socialdemócratas —hijos díscolos de la contrarrevolución— no son más que alucinaciones producidas por excesos de odio e incapacidad.

Aun así, es justo (y necesario) consignar que al interior de la estructura y la institucionalidad políticas cubanas se cuecen historias cruzadas por la ambición y la deshonestidad. Si bien los generales de la Revolución no se ha repartido el país como lo hicieran los diádocos de Alejandro Magno, algunos de sus hijos —los epígonos— tienen al país saturado con su arrogancia e impunidad. Pero eso no es más que la inevitable mancha que acompaña toda realización humana.

La recién estrenada administración estadounidense, para confirmar la falta de seriedad de los gobiernos de este país —unos peores que otros—, acaba de invalidar la exclusión de Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo. La administración saliente, en una movida moral y políticamente cuestionable, y a destiempo, removió a Cuba de dicha lista más que nada para ocasionarle problemas al gobierno que los sucedería y, un poco, para concitar las pocas simpatías que su apoyo total al Estado genocida de Israel y la franca manipulación del conflicto ruso-ucraniano le habían restado. Además, del daño que el gobierno del país imperialista más fuerte del mundo se inflige a sí mismo —cosa, que creo, no le importa en absoluto—, lo más jodido es el daño que se le ocasiona al pueblo cubano. La política de Estado de las sucesivas administraciones norteamericanas de rendir a la Revolución cubana a través de la guerra económica es tan genocida como la política de Estado de Israel de aniquilar al pueblo palestino usando los medios de la guerra de exterminio total.

Los efectos de la política de bloqueo de los Estados Unidos a Cuba están codificados en estadísticas y a disposición de todos en el Internet. No se puede negar el tremendo impacto negativo de esta política de bloqueo, endurecida con el paso de los años, más de sesenta, en la vida cotidiana del pueblo cubano. Rendir por hambre a un pueblo es éticamente inadmisible y este es the ultimate goal de esta política a la que eufemísticamente algunos se refieren como embargo, pero que no es otra cosa que bloqueo total, porque no se trata de suspender el comercio entre los dos países a iniciativa de uno de ellos, sino de bloquear —en este caso, el país más fuerte, los Estados Unidos, al país más débil, Cuba— toda posibilidad de comercio con terceros cuyos productos contengan el más mínimo porcentaje de componentes de los Estados Unidos; se trata de bloquear operaciones financieras para pagar por servicios o mercancías y de impedir cualquier tipo de transacción o préstamos por parte de organismos financieros supuestamente internacionales. En el contexto de la guerra fría, la política de bloqueo afectó la economía cubana, pero no a los niveles de desangre y empobrecimiento que se ha alcanzado después del colapso de la URSS y la caída del bloque comunista. Las condiciones que llevaron al gobierno de Eisenhower para implementar esa política ya no existen —Cuba no “exporta” la revolución, no hay presencia militar cubana en ningún país, y ya el líder histórico de la Revolución Cubana falleció, pero queda la Revolución y su resistencia al dictum de los imperialistas que ahora sí ya se pasean desnudos de toda maniobra y forma democráticas. 

Las probabilidades de que una administración elimine la política de bloqueo a Cuba, que ha sido repudiada por la comunidad internacional durante más de 30 años, son muy remotas, porque eso sería una derrota política costosísima para el imperio, más ahora en su momento fascista. A Cuba no le queda otra alternativa que seguir implementando cuantas estrategias diplomáticas y económicas sean necesarias para por un lado continuar con el aislamiento del verdugo y por el otro tratar de conseguir los recursos que garanticen la funcionalidad, aunque sea mínima, del país. Pero esa es una situación insostenible a largo plazo, incluso a mediano. La solución de facilitar la emigración no compensa el deterioro económico y deslegitima cualquier acción política. Las soluciones creativas en políticas siempre tienen un alto riesgo de pervertirse en el camino de la implementación. ¿Qué tal si el Gobierno cubano y sus instituciones son más agresivos en sus intentos de recuperar políticamente a la emigración cubana? Cuba no tiene otra alternativa que apelar a la creatividad y la solidaridad para vencer a los fascistas de hoy.

Huberto Tirado Fernández es instructor de estudios sociales en el condado de Miami-Dade.