
Cuba de nuevo en la oscuridad
El apagón, confirmado por la estatal Unión Eléctrica de Cuba, es el último capítulo de una crisis energética y económica.
Por cuarta vez en menos de un año, Cuba se ha sumido en una oscuridad total. La noche del 10 de septiembre de 2025, la red eléctrica de la isla colapsó una vez más, dejando sin suministro eléctrico a casi todos los 11 millones de habitantes del país. Desde el centro colonial de La Habana hasta provincias rurales como Granma y Santiago, la vida se paralizó mientras ciudades enteras se sumían en el silencio y la oscuridad, iluminadas únicamente por la luz de las velas y el parpadeo ocasional de radios de batería.
El apagón, confirmado por la estatal Unión Eléctrica (UNE) de Cuba, es el último capítulo de una crisis energética y económica que se agrava y ha dejado la infraestructura del país al borde del colapso. La generación de energía en toda la isla se ha vuelto cada vez más inestable a medida que las plantas antiguas fallan, el combustible escasea y las piezas de repuesto se vuelven imposibles de conseguir; condiciones agravadas por décadas de sanciones estadounidenses y una casi total ausencia de inversión extranjera.
“Una nación unida por cinta adhesiva”
Se cree ampliamente que el apagón actual se originó por una falla en la central termoeléctrica Antonio Guiteras, la más grande de Cuba. La planta, que ha estado operando mucho más allá de su vida útil prevista, ha sufrido repetidas averías durante el último año. Una falla en cascada se propagó rápidamente por el resto de la red eléctrica nacional, que carece de la resiliencia o redundancia necesarias para aislar y contener los cortes.
Un ingeniero cubano que solicitó el anonimato describió la red eléctrica nacional como “una nación unida por cinta adhesiva y oraciones”. La fragilidad de la red ha sido un secreto a voces durante años, pero las recientes condiciones económicas han llevado al sistema a su punto límite.
Años de inversión insuficiente, sumados a una grave escasez de materiales de mantenimiento, han provocado la corrosión de las centrales eléctricas y el desmoronamiento de las subestaciones. La mayoría de las centrales termoeléctricas cubanas se construyeron entre las décadas de 1960 y 1980 y varias operan ahora a menos del 30 % de su capacidad.
El colapso económico agrava los problemas energéticos
La situación económica de Cuba en 2025 es desesperada. El país atraviesa su peor crisis financiera desde el llamado “Período Especial” de la década de 1990, tras la caída de la Unión Soviética. El turismo, otrora un recurso vital y esencial, ha tenido dificultades para recuperarse de una prolongada recesión, agravada por la inflación mundial, las secuelas de la pandemia y el endurecimiento de las restricciones de viaje desde Estados Unidos.
Con la disminución de las reservas de divisas, Cuba no ha podido comprar suficiente diésel o fuelóleo pesado para alimentar sus generadores, y ha dependido en cambio de los envíos intermitentes de aliados como Venezuela y Rusia, envíos cada vez más esporádicos e insuficientes.
Los apagones continuos y la escasez de combustible se han convertido en una realidad cotidiana. El transporte público es precario, los alimentos refrigerados se echan a perder con frecuencia y los hospitales tienen dificultades para mantener los servicios básicos. Para muchos cubanos, este último apagón total es simplemente la confirmación de lo que sospechaban desde hace tiempo: el Estado ya no es capaz de mantener el suministro eléctrico.
Embargo estadounidense: Una barrera persistente
El prolongado bloqueo comercial estadounidense sigue siendo un obstáculo crítico para la estabilidad energética de Cuba. No solo bloquea el acceso a la tecnología y la inversión estadounidenses, sino que también disuade a las empresas extranjeras, temerosas de las sanciones estadounidenses, de hacer negocios con la isla.
Las autoridades cubanas citan el embargo como la principal razón por la que no pueden importar repuestos vitales, herramientas avanzadas o incluso el software necesario para modernizar su red eléctrica. “No podemos reemplazar interruptores automáticos de 50 años con buenas intenciones”, dijo un frustrado trabajador de una empresa de servicios públicos de La Habana, quien también habló de forma anónima por temor a represalias.
Los críticos del embargo argumentan que continuar con la política, a pesar de las consecuencias humanitarias, no solo es cruel sino también contraproducente. “Ya no se trata de política, sino de sufrimiento humano”, declaró la Dra. Elena Torres, analista de energía cubanoamericana residente en Miami. “Cada apagón no es solo un fallo técnico; es un fracaso de la política internacional”.
Vida cotidiana en la oscuridad
En La Habana, los residentes se apresuraron a prepararse para otra noche sin electricidad. Cargaban los celulares en los autos, hervían el agua en estufas de leña improvisadas y racionaban cuidadosamente las velas, ahora un artículo esencial para el hogar.
“Ya nos hemos acostumbrado a esto”, dijo Marisol, una madre de dos hijos de 42 años del barrio del Vedado en La Habana. “Pero eso no significa que estemos bien. Mis hijos no pueden estudiar, no podemos refrigerar la comida y nadie sabe cuándo terminará”.
Los hospitales y las infraestructuras críticas han recurrido a generadores de emergencia, muchos de los cuales también funcionan con gases. En el campo, donde el acceso al combustible y los suministros es aún más limitado, las comunidades están cada vez más aisladas y vulnerables.
Un panorama sombrío
A pesar de las garantías del gobierno de que las cuadrillas están trabajando sin descanso para restablecer el suministro eléctrico, pocos cubanos albergan esperanzas de una pronta solución. Tras cuatro apagones totales en un año e innumerables cortes menores, la confianza en el sistema prácticamente ha desaparecido.
En un inusual momento de franqueza, un portavoz de la UNE reconoció los complejos desafíos que enfrenta el sector energético del país, citando la falta de financiación, la infraestructura obsoleta y las presiones externas.
Las organizaciones humanitarias internacionales solicitan ayuda de emergencia y una reconsideración de las sanciones que afectan directamente a la infraestructura energética y médica. Sin embargo, con la alta tensión política y la presión sobre los canales diplomáticos, pocos esperan un cambio significativo pronto.
Por ahora, Cuba permanece en la oscuridad, tanto literal como figurativamente: su futuro es incierto, su gente resiliente pero agotada, y su red eléctrica, un frágil hilo que mantiene unida a una nación asediada.
