Contados disparos a la noche del uno de enero en La Habana
Niño que ya vivía cuando triunfó la Revolución en 1959 podrá recordar que el nuevo año fue recibido con un nivel tal de armas de fuego que hasta las estrellas se alejaban del firmamento por temor a una bala perdida.
Fusiles automáticos, pistolas y revólveres de todo tipo apuntaban al cielo en señal de incuestionable delirio jubiloso. Rara la familia que no tuviera un revolucionario en mesa.
Con el paso de los tiempos, militares y civiles armados fueron disminuyendo el poder de fuego. Aumentó la disciplina y también el control de las armas al extremo que iba contra la Ley hacer uso de ellas en esa festividad.
Hoy por hoy, a duras penas alguien encañona el cielo. La medianoche de este 31 de diciembre, justo al rayar las doce en punto, el silencio era tan absoluto que, al menos a mi alrededor ni música se escuchaba, suceso tal vez diferente en zonas más pobladas donde fueron lanzados cubos de agua, quemaron muñecos, le dieron la vuelta a la manzana con una maleta vacía y sonó algún que otro balazo o algo similar de semejante impacto.
Horas antes, la televisión, mostró su esfuerzo por alegrar hogares al reunir a lo mejor y peor de la música cubana para desde el cabaret Tropicana llegar a nuestras casas con un colorido espectáculo que incluyó a algunos de los mejores humoristas del momento.
Llegadas las doce, una breve alocución del presidente de la República exaltando el esfuerzo realizado por diversos sectores en momentos tan amargos del 2024 seguido de veintiuna salvas lanzadas desde obuses en el parque Morro-Cabaña.
A continuación, casi todos a dormir, excepto los jóvenes siempre con deseos de diversión.
Transcurridas unas horas, al amanecer ya los muchachos dormían; los “viejos”, por pasión religiosa o curiosidad, iban en busca de la socorrida Letra del Año, emitida por la Asociación Cultural Yoruba de Cuba que ya estaba lista junto al desayuno gracias a las redes sociales.
Las caracolas lanzadas sobre un paño de terciopelo no se equivocaron. Curiosamente, nunca toman otro camino que no sea el oficial. El panorama expuesto con recomendaciones, consejos, advertencias y otras indicaciones propias para creyentes, se adecuaba al momento que vivimos.
Nada o casi nada escapó de la posición que ocupó cada caracola. Desde la preocupación por ese mar de basuras y desechos que tenemos en cada esquina hasta esa sana advertencia de “analizar bien las inversiones extranjeras y sus consecuencias”.
Este 2025 me impulsó a salir de casa y recorrer la ciudad capital en torno a las doce del día. Quería ver y que no me contaran. Abiertos de par en par todos los negocios privados. Poca gente en la calle y significativa ausencia de vehículos en la vía pública al arribo del 63 aniversario del triunfo revolucionario.
Un año también difícil es lo que nos espera, que no será sorpresa porque todos, caracolas, curas, ateos y gobierno, lo tienen más que claro.