Aquel desliz idiomático pudo costarle la guillotina

Bajo los efectos de un feroz aguardiente cubano, nuestro intérprete Vasili estuvo a punto de ser sancionado y, con ello, nunca más hacer una traducción del ruso al español.

Bajo los efectos de un feroz aguardiente cubano etiquetado Coronilla, nuestro intérprete Vasili estuvo a punto de ser sancionado y, con ello, nunca más hacer una traducción del ruso al español, además de ser trasladado vaya usted a saber a qué remoto paraje del entonces inmenso territorio.

Al calor del muy merecido homenaje internacional al pueblo soviético en este 80 aniversario de la derrota del fascismo, son diversos los recuerdos que atesoro de mi paso por una escuela militar moscovita donde un grupo de periodistas recibíamos instrucción de nuestra profesión para tiempos de guerra.

Primeros días de la primavera del año 1987. El crudo invierno se resistía a abandonarnos. Era domingo. Aguardábamos en la habitación unos cinco colegas por al aviso de Vasili para tomar un ómnibus de la escuela que nos llevaría al museo por la defensa de Moscú.

Que el joven traductor tenía frío ya es mucho decir. Llega e informa que han tenido una ligera avería en el transporte, que debíamos aguardar unos 20 minutos, lo suficiente para que descorcháramos una Coronilla y le invitáramos a compartirla.

Nada de degustar aquella bebida tan socorrida en esos tiempos en Cuba. El ruso bajaba el medio vaso como aquella leche magnesia que nos daban cuando niños y que debía ser “a cuncún”, sin respirar ni detenerse. En minutos, ya Vasili tenía los ojos enrojecidos, como ese que se ha pasado toda una noche llorando a un familiar en funeraria.

Finalmente, llega el aviso de partida. En el museo nos esperaba un coronel ataviado de gala, con tantas medallas y condecoraciones que estaban a punto de alcanzar cualquier espacio libre en su ya inundada chaqueta. Nos dio la bienvenida y con un lapicero-puntero iba indicando la situación de los alemanes en las cercanías de Moscú, así como las tropas que la protegían.

El coronel hablaba con frases cortas y emoción no fingida, para nada teatral. Vasili, con sus ojos al rojo vivo, traducía más enredado que de costumbre: “él dice que el batallón…”.

Y como en las mejores tragicomedias, llegó el punto culminante. El coronel mencionó las bajas de esa tenaz defensa. Casi dos millones entre muertos, heridos y desaparecidos.

Así, siguiendo el ritmo de fases cortas, lo dijo y miró a Vasili esperando la traducción para continuar.

El otro, que ya dejaba escapar sonrisas sin sentido alguno, con par de focos como semáforo en rojo, no dudó un instante en decirnos:

-Él dice que descojonaron a casi dos millones…

Sonó extremadamente fuerte, completamente inesperado. Algo así como un obús de 122mm que impactara sobre banderas de guerra, armamentos de ambos bandos, fotos en gigantografías, mapas de combates, uniformes… Las risas, nerviosas, no se pudieron contener. Allí mismo, en ruso de confrontación, curiosidad e indignación el director del museo emplazaba a Vasili para indagar qué había causado la hilaridad en momento tan solemne.

A media mañana de lunes fui llamado por el general director de la escuela. Quería conocer de primera mano lo sucedido porque ya tenía sobre el buró un demoledor informe llegado desde el museo.

Vasili era un tipo buena gente, cualidad que apreciamos mucho los cubanos. Se había ganado el cariño del diminuto grupo. No íbamos a permitir que lo reprimieran así tan fácil luego de ser nosotros los promotores de la borrachera que se pegó ese domingo.

-Mire usted, general, -le aseguré con tono muy serio- el camarada Vasili hizo la traducción correcta, pero en ese instante a un compañero nuestro se le escapó un pedo muy sonoro y tuvimos que reírnos.

Si lo entendió o no, nunca se supo. Vasili continuó como traductor. A cada rato dejaba caer una botella de vodka en nuestra habitación que, por supuesto, él compartía alegre y ansioso por profundizar en el español hasta en una cama en horizontal con una hembra.

Gloria perpetua a tantos millones de muertos y un abrazo “descojonante” para Vasili si aún vive.
Aurelio Pedroso, periodista cubano, graduado de la Universidad de La Habana.

Tomado de elBoletin.