Relaciones con Cuba: ¿Qué haría Kamala Harris?
La plataforma del Partido Demócrata para las elecciones de noviembre menciona a Cuba tres veces y solo brevemente en el contexto de las políticas migratorias de Biden. Sobre todos los demás asuntos, solo dice lo siguiente:
El presidente Biden está comprometido con la lucha contra la corrupción, el autoritarismo, el retroceso democrático y la violencia en la región. Ha continuado sentando las bases para el progreso en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba de una manera que beneficia a los estadounidenses, reanudando los vuelos entre las dos naciones, reuniendo a familias separadas y restaurando el compromiso diplomático en temas discretos como la migración.
Esta escasez de información puede significar (1) que se pensó poco en el asunto de las relaciones con Cuba; o (2) el partido concluyó que sería mejor no decir mucho al respecto. Ambas posibilidades sugieren que es poco probable que Harris cambie de rumbo. Pero podemos mirar más allá de lo que dice la plataforma.
Harris ha ofrecido varias declaraciones sobre política exterior que proporcionan una idea de cómo podría abordar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba si es elegida presidenta. Estas declaraciones reflejan su mentalidad más amplia en política exterior, así como puntos de vista específicos sobre Cuba. Muchos progresistas rodean a Harris, que se presenta como una demócrata moderada en política exterior, y la dirigirían en una nueva dirección en varios temas espinosos como la guerra entre Israel y Hamas y la rivalidad con Pekín.
Si gana, tendrá una oportunidad única para comenzar a resolver una situación política estancada que es una vergüenza para Estados Unidos y un desastre para el pueblo cubano. Puede ayudar que Bob Menéndez, posiblemente el mayor obstáculo para los cambios legislativos en esta área se vio obligado a renunciar al Senado.
Política hacia Cuba bajo la administración Biden-Harris:
Harris ha expresado su alineamiento con la política de la administración de Biden hacia Cuba, que enfatiza la preocupación por los derechos humanos y un enfoque cauteloso y diplomático. En 2021, tras las protestas masivas en Cuba, expresó su apoyo a la autodeterminación del pueblo cubano y su derecho a protestar pacíficamente. Por ende, respaldó las sanciones selectivas contra el Ministro de Defensa cubano y una Brigada del Ministerio del Interior por facilitar la represión de las protestas pacíficas y prodemocráticas en Cuba que comenzaron el 11 de julio de 2022. El objetivo fue responsabilizar al régimen por las violaciones de los derechos humanos sin perjudicar al pueblo. El apoyo de Harris a sanciones limitadas, en lugar de medidas radicales, sugiere que puede seguir haciendo hincapié en los derechos humanos, pero sigue abierta a un compromiso incremental si las condiciones mejoran a satisfacción de los estadounidenses. Este enfoque es solo ligeramente diferente del actual régimen de sanciones de la Helms-Burton y Torricelli, pero podría conducir a algún progreso si el gobierno cubano da al menos un pequeño paso en la dirección correcta.
Postura de embargo:
Durante su campaña presidencial de 2019, Harris dijo que el embargo comercial de Estados Unidos a Cuba fue un fracaso. Hizo un llamado a ponerle fin, abogando por un enfoque más inteligente que empodere a la sociedad civil cubana e involucre a la comunidad cubanoamericana para estimular el progreso en la isla. Si bien el Congreso tendría que actuar para levantar formalmente el embargo, su declaración sugiere que podría impulsar políticas que alivien las restricciones y promuevan la participación. Esto contrasta con el enfoque más duro adoptado por otras administraciones, especialmente durante la de Donald Trump.
Filosofía de la Política Exterior:
Harris ha mostrado una preferencia por la diplomacia en vez de la fuerza para abordar los desafíos globales. También ha defendido una política exterior centrada en los derechos humanos, que podría dar forma a su enfoque hacia Cuba, con un enfoque en las reformas democráticas y los derechos civiles. Esto podría significar una presión continua sobre el gobierno cubano, al tiempo que se fomentan aperturas para el diálogo y la participación en mejores condiciones. El gobierno cubano tendría que aprovechar estas aperturas y detener el baile de un paso adelante, dos pasos atrás que ha practicado a lo largo de los años. Harris tendría que conciliar sus acciones con sus palabras.
Asesores de Políticas:
Philip Gordon es su asesor de seguridad nacional y Rebecca Lissner es su adjunta. Estos asesores son expertos en asuntos exteriores con amplia experiencia en la configuración de la política de Estados Unidos. Gordon, por ejemplo, trabajó tanto en la administración de Obama como en la de Biden, centrándose en temas como la diplomacia de Oriente Medio y las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Además, Dean Lieberman se desempeña como asesor adjunto de seguridad nacional de Harris para comunicaciones estratégicas. Este equipo de asesores de confianza ha sido fundamental para ayudar a Harris a navegar por los complejos desafíos globales, desde las guerras en Ucrania y Gaza hasta las relaciones entre Estados Unidos y China. Es razonable esperar que desempeñen un papel similar con respecto a las relaciones con Cuba si permanecen en el equipo de Harris.
En particular, Philip Gordon es autor de libros como “Perdiendo el juego a largo plazo: La falsa promesa del cambio de régimen en el Medio Oriente”, donde critica las intervenciones extranjeras de Estados Unidos y aboga por un enfoque más moderado. Sus escritos reflejan un cambio en su pensamiento hacia el reconocimiento de las limitaciones del poder de Estados Unidos, particularmente en regiones volátiles como el Medio Oriente. Podría ayudar a Harris a darse cuenta de que el gobierno cubano nunca capitulará en sus principios básicos ni accederá a sacrificar la soberanía del país.
Gordon es conocido por abogar por la moderación en las intervenciones extranjeras de Estados Unidos, como lo demuestran sus críticas a las políticas de cambio de régimen en Oriente Medio. Ha sugerido que la humildad y una comprensión profunda de las consecuencias a largo plazo son críticas cuando se trata de asuntos exteriores, lo que también podría implicar un enfoque cauteloso hacia Cuba. En sus escritos más amplios, Gordon se ha mostrado escéptico de las acciones unilaterales agresivas y ha enfatizado la diplomacia sobre la fuerza al tratar temas internacionales complejos. Podría enfatizar el juego a largo plazo y señalar que la democracia Jeffersoniana no puede exportarse ni imponerse a través de invasiones.
Lissner, de manera similar, ha enfatizado la necesidad de que Estados Unidos se adapte a un panorama global cambiante, promoviendo la apertura y la diplomacia como herramientas claves de política exterior. Su enfoque en el compromiso global, la planificación estratégica y el evitar soluciones militarizadas sugiere que puede apoyar un enfoque menos pugnaz hacia Cuba. Más allá de eso, es Cuba la que necesita aprovechar el día, si llega, y mostrar algo de la humildad en los líderes mundiales que los asesores de Harris sugieren que ella debería mostrar. Cuba debe dar un paso hacia el compromiso y no cometer el mismo error cuando Obama restableció las relaciones entre los dos países, calculando erróneamente que había “ganado” el conflicto de décadas –– para poder exigir más y conceder menos a partir de entonces.
Philip Gordon y Rebecca Lissner no han dicho mucho sobre Cuba en escritos específicos o comentarios públicos. Sin embargo, sus perspectivas generales de política exterior enfatizan un enfoque pragmático y multilateral, contrario a la política que Estados Unidos ha seguido durante más de seis décadas, lo que podría influir en la postura de Harris hacia Cuba. A Gordon y Lissner les repelen los intentos de construir democracias a través de las armas o de hacer la paz por la fuerza.
Además, Dean Lieberman se desempeña como asesor adjunto de seguridad nacional de Harris para comunicaciones estratégicas. Lieberman ha desempeñado un papel decisivo en la elaboración de los discursos y declaraciones de Harris sobre política exterior, en particular sobre el conflicto entre Israel y Hamas, donde Harris ha mantenido un equilibrio entre apoyar el derecho de Israel a defenderse y enfatizar la importancia de proteger a los civiles palestinos y defender el derecho internacional humanitario. Si bien Lieberman no ha estado específicamente vinculado a la política hacia Cuba, su influencia general en los mensajes matizados de política exterior y las prioridades diplomáticas de Harris sugiere que abogaría por un enfoque pragmático y comunicativo, alineado con la tendencia de Harris de combinar la defensa de los derechos humanos con el compromiso diplomático estratégico y el pragmatismo en lugar de una ideología rígida.
Conclusión:
La plataforma demócrata no dice nada sobre las relaciones con Cuba, Harris no ha dicho mucho y sus asesores han dicho aún menos. Pero teniendo en cuenta lo que ha dicho Harris y las opiniones de sus asesores, que colectivamente ayudan a articular sus posiciones en política exterior, su enfoque debería alinearse con los objetivos más amplios de multilateralismo de la administración de Biden y centrarse en soluciones diplomáticas. Estos objetivos más amplios y los principios que los sustentan son contrarios al unilateralismo, la falta de pragmatismo y el desinterés por el bienestar del pueblo cubano que implica la política actual. Sin embargo, como dice el proverbio: “Del plato a la boca se cae la sopa.”