La risa no es broma en las elecctiones presidenciales de EE. UU.
Los demócratas insisten en que “la democracia está en la boleta electoral” este noviembre y quieren definir las elecciones presidenciales de 2024 como una guerra entre la libertad y el autoritarismo. Dentro de esta guerra, una batalla está sumergida en profundas corrientes de psicología política: la familia nuclear y el papel de la mujer dentro de ella.
Sigmund Freud, Carl Jung, Friedrich Engels y Claude Lévi-Strauss son algunos de los grandes pensadores modernos que han escrito sobre la psicología de la familia. Wilhem Reich, en La sicología en masa del fascismo, analiza ampliamente cómo los regímenes fascistas explotan y refuerzan los puntos de vista tradicionales y autoritarios sobre la sexualidad y el género. Reich argumenta que las actitudes fascistas hacia las mujeres están profundamente arraigadas en ideologías patriarcales y represivas, que tienen como objetivo controlar la sexualidad femenina y mantener papeles de género rígidos. Según él, estas actitudes se utilizan para suprimir la individualidad y promover la conformidad, subordinando las mujeres a los hombres y al Estado. El control sobre la expresión sexual es considerado esencial para mantener las estructuras de poder autoritarias y surge de la impotencia orgásmica a nivel colectivo, según Reich. Por lo tanto, para las mujeres el fascismo no es cosa de risa.
George Lakoff, el lingüista cognitivo y filósofo contemporáneo, también explora la conexión entre la dinámica familiar y la ideología política en sus influyentes obras, particularmente en su libro Moral Politics: the Way Liberals and Conservatives Think [La política moral: cómo piensan los liberales y conservadores]. Lakoff argumenta que las formas en que las personas conceptualizan y hablan sobre política están profundamente influenciadas por los modelos de vida familiar que respaldan, y estos modelos se alinean con sus creencias políticas. Lakoff describe dos metáforas centrales: el modelo del “Padre Estricto” y el modelo del “Padre Cariñoso”, que asocia con las ideologías conservadora y liberal, respectivamente.
El modelo de padre estricto considera que la familia está estructurada jerárquicamente con una figura paterna fuerte y autoritaria como cabecilla. El papel del padre es enseñar a los niños cómo sobrevivir y prosperar en un mundo duro y competitivo mediante una vigorosa disciplina. Estos valores familiares se traducen en una política conservadora a través de la preferencia por un estado fuerte y autoritario que promueve y hace cumplir un orden moral, valora la autosuficiencia y recalca la importancia de la responsabilidad personal. Estos valores no favorecen la risa incontenible.
El modelo de padre cariñoso ve a la familia como una comunidad de iguales, donde los padres (no necesariamente una pareja de hombre y mujer) nutren a sus hijos a través de la empatía, la comprensión y la comunicación abierta. El énfasis está en la ayuda mutua, la responsabilidad colectiva y el fomento del potencial individual. En política, estos valores se manifiestan en el apoyo a los programas sociales que ayudan a los desfavorecidos, la creencia en que el gobierno debe proteger y empoderar a los ciudadanos, y una preferencia por la diplomacia sobre la fuerza. Estos valores acomodan la risa, el canto y el baile.
Lakoff sugiere que estos modelos de familia no son solo metáforas, sino que están profundamente arraigados en la comprensión del mundo de las personas, dando forma a sus percepciones de todos los aspectos de la sociedad, incluyendo la ley, el gobierno y las interacciones sociales cotidianas. Al analizar la retórica y las decisiones políticas a través de este lente, Lakoff proporciona información sobre por qué y cómo las creencias profundamente arraigadas sobre la vida familiar influyen en las actitudes y comportamientos políticos.
El esquema de Lakoff, las observaciones de Reich y lo que otros grandes pensadores han escrito sobre la psicología de la familia nos ayudan a entender por qué tantos republicanos parecen estar perdiendo la cabeza con el rápido ascenso de Kamala Harris en la carrera hacia la Casa Blanca. Simplemente no pueden entender el entusiasmo que ha generado y están aterrorizados por el repentino giro en las perspectivas electorales. Su risa les parece horrible y declaran estar escandalizados por los videos que la muestran bailando alegremente y pasando un buen rato con personas que la acompañan. ¿Qué podría ser más amenazante para su machismo, que encubre inseguridades en cuanto a su masculinidad?
Nadie ha manifestado más claramente esta psicopatía que J.D. Vance, con su insulto a Kamala Harris en 2021 en un programa del conservador radical Tucker Carlson en Fox News. Se refirió a la vicepresidenta como una de las “mujeres con gatas en vez de hijos” que dirigen la nación y que “quieren hacer miserable al resto del país también”. El republicano de Ohio agregó: “Si te fijas en Kamala Harris, Pete Buttigieg, AOC [Alexandria Ocasio-Cortez], todo el futuro de los demócratas está controlado por personas sin [hijos]”. El Sr. Vance, por supuesto, olvidó que Harris tiene hijastros y Buttigieg tiene hijos adoptivos. ¿O no cuentan como “niños”? En cuanto a AOC, ¿quién sabe por qué no tiene hijos? Inevitablemente, los comentarios del Sr. Vance nos recuerdan que los nazis consideraban que era el deber de las mujeres arias tener más hijos como si estuvieran pariendo caballos de raza pura.
Los republicanos critican a Harris no solo porque se ríe demasiado para su gusto, sino también por la forma en que se ríe. Para los líderes republicanos y otros, sus carcajadas desenfrenadas, divertidas y contagiosas son demenciales. “Está loca”, según Trump. “Se puede decir mucho con una risa. Está loca”. Según Sean Hannity, “Se reirán de Kamala Harris porque eso es lo que hace la mitad del tiempo de todos modos. Ella se ríe . . . constantemente. No creo que [los líderes mundiales] la tomen en serio porque no creo que es una persona seria”. De hecho, Trump es la persona que fue el hazmerreír de los líderes mundiales a pesar de su permanente ceño fruncido.
En una entrevista reciente con la presentadora de TV ultraconservadora Megyn Kelly, Vance también acusó a los medios de comunicación de querer “atacarme y [querer] que me retracte”, antes de agregar que “de lo que se trata fundamentalmente [es] que los demócratas en los últimos cinco a 10 años . . . se han vuelto anti-familia”. Por supuesto, lo que quiso decir es que no le gusta el tipo de familia cariñosa, tal como la define Lakoff, que los liberales abrazan.
Pero en la visión liberal del mundo de Harris, las mujeres son iguales y no están subordinadas a los hombres. Refleja una comunidad donde los padres no están necesariamente atados a los papeles de género, una comunidad donde las mujeres ríen, bailan y se divierten. Este punto de vista expresa actitudes sociales más amplias hacia las mujeres y sirve como instrumento para examinar cuestiones de género, poder y normas sociales. En Sexo, poder e historia, el filósofo y jurista francés Amaury de Riencourt analiza los roles y percepciones de las mujeres a lo largo de la historia y cómo influyen en las estructuras sociales y políticas en una lucha constante entre los sexos. Las mujeres espontáneas, extrovertidas y alegres siempre han sido una amenaza para la dominación y la represión masculinas. Pensemos en los ayatolás, los talibanes y otros conservadores religiosos del mundo.
La risa de las mujeres, en particular, ha sido objeto de interés en diversos contextos culturales y literarios, tanto celebrados como estigmatizados. En algunas culturas y épocas, la risa de una mujer era vista como un signo de alegría, libertad o seducción juguetona. En otros, se veía con sospecha, se consideraba indecoroso o inapropiado y, a veces, como un desafío a la autoridad masculina.
Comiéncese con la literatura griega antigua, donde la risa de las mujeres a menudo se interpretaba como un signo de independencia o desafío. Las obras de Aristófanes, por ejemplo, representaban a mujeres riendo de maneras que resaltaban su ingenio y agencia, vistos como desaforados y amenazantes en una sociedad dominada por hombres. Del mismo modo, en la literatura medieval europea, la risa de las mujeres sugería bien un coqueteo provocativo o brujería.
En la historia más reciente, el movimiento feminista ha reivindicado la risa de las mujeres como un poderoso símbolo de resistencia y empoderamiento. La idea de que las mujeres deben reír libremente, sin temor a ser juzgadas o censuradas, ha sido un aspecto importante para desafiar las mordazas restrictivas de género. Esta reivindicación enfatiza que la risa no es solo una expresión humana natural, sino también una forma de agencia y liberación para las mujeres. Laughter: A Feminist Critical Analysis [La risa: un análisis crítico feminista] de Diane Herbert, por ejemplo, examina la naturaleza doble de la risa para las mujeres: puede ser tanto una fuerza liberadora como una herramienta de restricción. Por un lado, la risa puede ser una poderosa forma de autoexpresión y resistencia contra las normas patriarcales, lo que permite a las mujeres desafiar los estereotipos y afirmar su individualidad. Por otro lado, la risa de las mujeres a menudo ha sido trivializada o estigmatizada, vista como inapropiada o peligrosa cuando desafía las expectativas de la sociedad.
Además, “La risa de la Medusa“, de Hélène Cixous, es un ensayo feminista seminal que anima a las mujeres a expresarse libremente y reclamar sus voces, particularmente a través de la escritura y otras formas de expresión. Cixous argumenta que las sociedades patriarcales tradicionales han suprimido las voces y la creatividad de las mujeres, limitándolas a papeles definidos por los hombres. El ensayo pide a las mujeres que “escriban sus cuerpos y experiencias”, una nueva forma de escritura que abraza lo femenino y se libera de las tradiciones literarias dominadas por los hombres. La risa, en este contexto, es vista como un poderoso acto de desafío y liberación. Representa la alegría y la libertad que provienen de la autoexpresión y el rechazo de las limitaciones impuestas por las normas sociales.
Cixous utiliza la figura mitológica de Medusa, a menudo representada como un ser monstruoso, para ilustrar cómo el poder y las voces de las mujeres han sido demonizados. Ella rescata la imagen de Medusa, sugiriendo que, si las mujeres se atrevieran a mirarla directamente, no se convertirían en piedra, sino que se reirían, simbolizando una aceptación intrépida de su propio poder e identidad.
El ensayo es un llamado a la acción para que las mujeres acepten su individualidad y creatividad, utilizando la risa y la escritura como herramientas para desafiar y transformar las narrativas culturales que las han silenciado durante mucho tiempo. “El futuro ya no debe estar determinado por el pasado”, dice Cixous.
Kamala Harris está respondiendo a este llamado a la acción de manera espontánea y orgánica. “No vamos a volver atrás”, es su lema. Es el tipo de mujer que los autoritarios adustos, tristes y amargados como Trump y Vance no pueden controlar; por lo tanto, ella los aterroriza. Para empeorar las cosas, parece que proviene de “Central Casting,” un término que Trump usa a menudo con admiración, pero hace un papel contrario a “El aprendiz”, que provoca la envidia de Trump. Probablemente ella será la última en reír.