Creciente feminización de la migración desde Cuba plantea nuevos desafíos
Por Luis Brizuela / IPS
Emigrar de Cuba fue una decisión agonizante para Ana Iraida. Dejó atrás a familiares y amigos; en su mochila llevaba muchas esperanzas, pero también el miedo de enfrentar peligros en el viaje a Estados Unidos.
“Mi salario y el de mi segundo trabajo, como editor, eran insuficientes. Quería prosperar y ayudar a mis padres. Tampoco quería tener un hijo en un país donde es un calvario comprar de todo, desde pañales desechables hasta jabón, pasando por la comida”, preguntó la filóloga de 33 años que, como los demás entrevistados para este reportaje, ocultar su apellido, dijo a IPS.
Luego de vender su departamento en La Habana, partió hacia Nicaragua en diciembre de 2022.
“Unos amigos me prestaron el resto del dinero que necesitaba. Llegué a México por tierra. Pagué 1.800 dólares para que me llevaran a la frontera (de Estados Unidos). Crucé y me entregué a la patrulla fronteriza en Yuma, Arizona, el día de Año Nuevo”, dijo la joven desde Houston, Texas, donde ahora vive.
Las estimaciones cifran en 300.000 el número de cubanos que emigraron en 2022. De ellos, unos 250.000 intentaron llegar a Estados Unidos, el país que recibe la mayor afluencia de cubanos y que se encuentra a sólo 167 kilómetros de Cuba a través del Estrecho de Florida.
El aumento del éxodo de esta nación insular caribeña de 11 millones de habitantes se produce en un contexto de empeoramiento de la crisis económica, alimentada por el COVID, el endurecimiento del embargo estadounidense, la dolarización parcial, la disminución del poder adquisitivo de los salarios y las pensiones, la escasez de bienes esenciales productos e inflación.
A esto se suman fracasos y retrasos en la implementación de un conjunto de reformas para modernizar el país, aprobadas en 2011, y la fallida implementación de reformas monetarias desde enero de 2021.
Los funcionarios locales aquí argumentan que la Ley de Ajuste Cubano de Estados Unidos, conocida como “política de pies secos, pies mojados”, vigente desde 1966, fomenta el éxodo, ya que hizo que todos los cubanos fueran elegibles para la residencia permanente un año y un día después de poner un pie en territorio de Estados Unidos.
En el pasado, la norma beneficiaba a todos los cubanos que pisaban suelo estadounidense. Pero desde enero de 2017 solo se aplica a quienes hayan ingresado legalmente al país.
Sin embargo, el flujo de cubanos hacia Estados Unidos se desaceleró luego de que la administración del presidente Joe Biden adoptara el 5 de enero un programa de permiso de residencia humanitaria temporal conocido como parole, similar al implementado en octubre de 2022 para venezolanos y anteriormente para personas de otras nacionalidades.
A finales de julio, más de 41.000 cubanos habían obtenido libertad condicional temporal, 39.000 de los cuales ya habían llegado al país, informó el 18 de agosto la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de Estados Unidos.
Además, después de un congelamiento de cuatro años, el 4 de enero la Embajada de Estados Unidos en La Habana reanudó el procesamiento de visas de inmigrantes, una decisión que el gobierno cubano acogió como un “paso necesario y correcto” destinado a garantizar una migración regular, ordenada y segura.
Riesgos e impactos
Organizaciones internacionales y grupos de derechos humanos advierten sobre los riesgos que enfrentan los inmigrantes en el camino, especialmente mujeres, niños y ancianos, quienes tienen más probabilidades de convertirse en víctimas de abusos, maltratos, discriminación, extorsión, secuestro y violencia sexual por parte de grupos del crimen organizado.
“El viaje fue estresante”, dijo Ana Iraida. “Me podrían haber robado mi dinero, violado o incluso asesinado. Hace casi dos años, cuando los aeropuertos reabrieron después de la pandemia de COVID, algunas mujeres jóvenes que vivían cerca de mi casa se fueron y sus familias nunca volvieron a saber de ellas”.
Otros migrantes nunca llegan a sus destinos y quedan atrapados en países de tránsito en condiciones de hacinamiento o como víctimas de la violencia.
También me preocupaba “que me detuvieran y me enviaran de regreso a Cuba, y que al final no tuviera un hogar al que regresar y estuviera endeudada”, agregó Iraida.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), las mujeres representan el 48 por ciento de los migrantes internacionales en todo el mundo y un número cada vez mayor migra de forma independiente, incluso como jefas de hogar, en busca de nuevas oportunidades, para unirse a sus familias o para ayudar a familiares en sus necesidades en sus países de origen.
Las investigaciones indican que este fenómeno, conocido como feminización de la migración, genera impactos significativos en indicadores demográficos, físicos, económicos, culturales y de género en regiones y países.
La reforma migratoria cubana de enero de 2013 eliminó el requisito de permisos de salida y cartas de invitación para los nacionales que residen en la isla, amplió de 11 a 24 meses el tiempo que podían permanecer en el extranjero sin perder la residencia y derogó la legislación que permitía la confiscación de activos de quienes deja el pais.
Regulaciones posteriores también han favorecido el aumento de los viajes al exterior por motivos personales y la posibilidad de vivir temporal o permanentemente fuera del país, abriendo las puertas a una mejor relación con la comunidad de exiliados cubanos.
Las mujeres constituyen la mayoría de quienes buscan residencia temporal en el exterior, mientras que los hombres son mayoría entre quienes deciden vivir en el extranjero de forma permanente, reveló el informe de la Encuesta Nacional de Migraciones (Enmig 2016-2017), publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei) en enero de 2019.
La encuesta encontró que el 59 por ciento de los hombres y el 45 por ciento de las mujeres que decidieron vivir temporal o permanentemente en otro país lo hicieron “para mejorar sus condiciones económicas”.
En el caso de las mujeres, “acercarse o visitar a la familia”, “apoyar o cuidar a miembros de la familia” y “ayudar a su familia aquí” (35 por ciento) son los motivos más importantes, mientras que fueron los motivos principales sólo para el 21 por ciento de los hombres.
Centrándose en el cuidado
Los investigadores han pedido que se preste más atención a la relación entre la feminización de la migración y la carga de cuidados.
En el caso de Cuba, dicen, la migración misma a menudo se convierte en una estrategia complementaria para enfrentar los problemas asociados con el cuidado.
La crisis económica, el envejecimiento demográfico y la emigración de jóvenes y profesionales están imponiendo obstáculos adicionales a los cuidadores para proporcionar alimentos, comprar medicamentos y gestionar suministros.
“Me mudé a Ecuador hace siete años”, dijo a IPS, desde la ciudad de Guayaquil, Betsy, una docente de 38 años. “Mis dos hijos nacieron aquí. Mi trabajo me permite enviar dinero, medicinas y otros productos a Cuba para cuidar a mi padre de 80 años, que padece demencia senil. De lo contrario, sería muy difícil para mi hermana mayor brindarle la atención adecuada”.
En Cuba, el 22,3 por ciento de la población tiene más de 60 años, y para 2025 se estima que uno de cada cuatro residentes en la isla será un adulto mayor.
La Encuesta Nacional de Igualdad de Género, publicada en 2019, mostró que las mujeres cubanas dedican un promedio de 14 horas más que los hombres a la semana al trabajo no remunerado, que incluye el cuidado de personas mayores, enfermos crónicos y dependientes, así como la ayuda a niños y adolescentes con sus deberes.
Por su parte, la Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional (Enep) de 2017, cuyos datos salieron en 2020, mostró que alrededor del 68 por ciento de quienes brindan cuidados son mujeres y la mayoría tiene más de 50 años.
En el caso de necesitar cuidados, más del 57 por ciento de la población mayor de 50 años prefiere recibirlos de mujeres, según el estudio.
“Elegí quedarme a vivir en Canadá hace casi dos años”, dijo Rocío desde Halifax, la capital de la provincia canadiense de Nueva Escocia. “Ha sido un calvario, pero no me arrepiento. Es una manera de ayudar a mi hijo de 11 años y a mis padres jubilados, quienes lo están cuidando hasta que podamos estar juntos nuevamente”.
La traductora de 40 años, residente en la oriental ciudad cubana de Holguín, dijo a IPS que “con mi salario, mi hijo y yo vivíamos con un presupuesto ajustado. Apenas podía ayudar a mis padres, cuyas pensiones apenas cubrían las facturas del hogar, las medicinas y los pocos alimentos que podían permitirse. Estoy lejos, sufro la separación, pero todos los meses puedo enviarles dinero para que vivan más cómodamente y coman mejor”.
La emigración cada vez más joven y predominantemente femenina está desafiando los planes nacionales de desarrollo sobre una base sostenible.
“Esta situación exige más investigación y debate público sobre los impactos presentes y futuros de las dinámicas demográficas como la migración y el envejecimiento en su relación con la organización social del cuidado en la isla”, argumenta la socióloga cubana Elaine Acosta.
En opinión de Acosta, directora ejecutiva de Cuido60, Observatorio de Envejecimiento, Cuidados y Derechos, urge “acelerar y profundizar reformas estructurales para que la migración deje de ser una estrategia de supervivencia cotidiana y, al mismo tiempo, obtener los recursos necesarios para implementar políticas sociales apropiadas e integradas para enfrentar los desafíos actuales y futuros del envejecimiento”.