¡Queremos la 14!
En estos últimos tiempos tan aciagos que vivimos, que no han faltado descontentos populares con más matices que un espectacular atardecer, no he dejado de recordar aquella dramática elección de la reina del carnaval en 1974, la última efectuada en Cuba.
Lector que pase de los sesenta años de edad tiene muchas posibilidades de recordar el incidente y cuidado no lo haya presenciado en el coliseo de la propia Ciudad Deportiva o visto por televisión toda vez que fue transmitido en vivo para toda la isla.
La gran preferida de esa multitud de unas 15,000 personas se llamaba Nancy y era la concursante número 14. En la segunda vuelta fue eliminada por el jurado. La protesta fue casi unánime. Tan prolongada que expertos en conducción de multitudes como lo eran Consuelito Vidal y Germán Pinelli, perdieron el don de tranquilizar a los inconformes.
Por ello y otros motivos más, tal vez de mayor peso, nunca más tuvimos elección de reina y luceros carnavalescos.
Mi inolvidable dúo de trabajo en el periódico Granma y luego como combatiente en Angola, Jorge Smith Mesa, no tardó mucho en cargarle a nuestra esbelta compañera de mesa Raisa Pagés, el sobrenombre de “La 14”.
Cuentan que poco después, la inigualable Juana Bacallao en el club Palermo, subiría a escena, contorsionándose frenéticamente con un número 14 en manos y gritándole a la enardecida y alegre concurrencia: “¡Yo soy su reina!”.
De todo esto, una enseñanza, una moraleja. Cuando la gente, el cubano, siente y padece alguna arbitrariedad, suele gritar y bien alto. Generalmente, por inspiración propia y no inducida. Fue lo que pasó aquella noche de 1974 que, para colmos, el jurado se aferró al buró y no cambió de parecer ante el reclamo popular.