Lo que más suena terriblemente en La Habana
Un amigo, acaba de hacer una muy interesante pregunta en las redes sociales alrededor de si en la nueva Ley de Comunicación Social no se pudiera prohibir la grabación del Bocadito de Helado.
Lo que ha sugerido “Rafa” Lázaro Rodríguez va en consonancia con ese humor costumbrista que llevamos en sangre desde remotos tiempos y que algunos responsables se resisten a ello por considerarlo más que pecaminoso cuando se abordan temas políticos.
Pero no es este el caso. Se trata ya de un verdadero tormento en cualquier rincón de la ciudad esa grabación que, como tortura china del gota a gota, cada un minuto se repite casi como diez veces lo del puñetero bocadito de helado que, dicho sea de paso, ha subido de diez a cincuenta pesos por obra y gracia de la indetenible inflación.
El pregón ha llegado hasta la escuela internacional sita en 5ta. Avenida y calle 18 en Miramar donde ya deben estar pensando en retirar al profesor de español y contratar al singular vendedor toda vez que los niños extranjeros todos repiten a coro, con idéntica pausa y excelente dicción lo de “el bocadito de helado”.
De momento, desconozco cuántas bicicletas con esas cajas de frío y la grabación a todo volumen salen a diario a las calles habaneras, pero lo que sí puedo sostener es que hasta en el sitio más insospechado aparece ese clamor de ultratumba.
Viví una amplia niñez en el capitalismo. Por fortuna, muy feliz. No preciso de cuentos, conferencias o manuales que expliquen cómo era la publicidad en esos tiempos. De algo estoy convencido, que esto del bocadito no tiene parangón en la historia publicitaria.
Apoyo y aplaudo la iniciativa privada, pero esto merece coto, freno, una variante menos agresiva porque ya los hay dispuestos a linchar a esos jóvenes que se buscan la vida vendiendo los bocaditos. Es la máquina repetidora, la tecnología, quien se encarga de atormentarnos más de la cuenta.
Esa Regla de Oro de que todo lo que no se anuncia no se vende, merece una bengala roja: moderación.