Una lupa, por favor
Durante mi etapa en el ejercicio de la profesión periodística en la vida militar, tuve un jefe que, como pocos, en cierto momento nos explicó muy ilustrativamente cómo en Cuba nadie era responsable de nada bajo el amparo de que era otro quien debía cargar con las reprimendas.
Mi superior, con grados de general en sus charreteras, era y es un hombre con vasta cultura, inteligente y amplio conocedor de los temas más alejados de su oficio.
Han transcurrido casi cuatro décadas desde entonces y, como dice el popular dicho, “el cuartico sigue igualito”. No hay mucha variación en tales comportamientos. No admitir los errores, pasárselos al primero que se ponga por delante, por detrás o por un costado, y el sentido auto crítico, sinónimo de honestidad y valentía, que se lo lleve alguien de servicios comunales.
El cubano, así sea la responsabilidad que tenga, desde la más simple hasta la más compleja, posee ese don inigualable si lo comparamos con el resto del mundo, para argumentar con cierta cordura que él no ha sido el responsable de determinada falta que quieran endilgarle.
El tema en cuestión se puede exponer con múltiples ejemplos. Ahora recuerdo de aquellos años pasados, el de una auxiliar de limpieza que no cumplía bien su cometido de mantener higiénico el local donde laboraba.
Alguien la reprendió y la mujer no tardó en argumentar que carecía de un cubo o balde, que el jefe de servicios no se lo suministraba. El aludido, que eso era responsabilidad del administrador que no se había ocupado de gestionar los aperos necesarios. Algo más arriba en la pirámide, el director de la empresa sostenía que los suministros del año ya estaban agotados según el plan, que investigaran dónde diablos se había metido el cubo. Y así, llegar hasta algo más arriba donde las preocupaciones eran otras de mayor peso y no un simple utensilio plástico para limpiar un pasillo.
Todos absueltos en un hipotético juicio sin necesidad de un abogado defensor.
Esto del “cuartico”, si lo llevamos a la actualidad, lo tenemos a las claras en la no poca cantidad de responsables o no que con facturarle al bloqueo gringo las razones de no hacer las cosas bien, duermen tan tranquilos como ese devoto que se confiesa con el cura, reza par de Padre Nuestros y tres Avemarías y soluciona el inconveniente para quedar libre de cualquier pecado.
Largo el camino que nos falta por recorrer porque siempre tendremos a alguien justificando que no podemos avanzar, que la vía, como metáfora, no ha podido ser reparada porque al de la aplanadora se le casó una sobrina en el otro extremo de la isla y no irá al trabajo por unos días.