Conclusiones apresuradas
Por Katia Siberia / Invasor
Después de postergar durante una década la anunciada aprobación de las mipymes, en estos casi dos años de creadas les han llovido más cuestionamientos que halagos
La Cadena Cubana del Pan, que pertenece a un ministerio cuya importadora no ha podido situar la harina de trigo en sus almacenes, no amasaría siquiera las 9 toneladas diarias de pan que venderán en Ciego de Ávila a precios diferenciados, si diferente no fuera el origen de su “nueva” harina de trigo.
Una empresa privada hará, y está haciendo, lo que la importadora estatal no ha podido; ya sea a causa del bloqueo norteamericano, por la falta de financiamiento, por los costos de los fletes, o por una larga cadena que la pequeña o mediana empresa privada, a cuenta y riesgo, ha logrado acortar.
Invasor aún no se ha sentado a relatar los avatares del privado, si bien damos por sentado que no compra mayoristamente buques de harina o de trigo y, en consecuencia, paga más por toneladas o que hará “malabares” para luego reaprovisionarse en moneda extranjera y cerrar ciclos financieros, mientras paga por contenedores en el Mariel, y camiones alquilados, y estibadores…
Conclusión primera: toda actividad comercial tiene un costo.
El saldo para la parte estatal se esbozaba en octubre de 2022, cuando la directora técnica de la Empresa Cubana de Molinería aclaraba que un buque de trigo costaba alrededor de 16 millones de dólares y, al mes, Cuba necesitaba cuatro. La inestabilidad en el financiamiento, dijo, nos dejaba con uno o con dos, y entonces el mayor costo era fácil de calcular: no se producía ni la mitad de lo que demandábamos. Y para producir esa harina o ese pan, antes hay que llevar el trigo a la industria molinera, procesarlo, transportarlo en casillas de tren o rastras para luego… Es decir, tampoco se produce al ritmo que necesitamos.
Pero Invasor sí estuvo en la reunión donde el director de la Cadena Cubana del Pan en la provincia sometía a consideración fichas de costo con esa “otra” harina importada que ellos adquieren aquí a 300.00 pesos el kilogramo y elevaría el precio del pan de 200 gramos a 70.00 pesos.
Conclusión segunda: las dos partes han salido ganando en su encadenamiento, aunque no faltarán quienes cuestionen a la empresa de la Industria Alimentaria por el precio abusivo y quienes acusen, en primer lugar, a las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) privadas, por ser más abusivas aún.
Y yo, que no soy ni economista ni fiscalizadora, y que solo tengo la palabra de quienes calculan, certifican y explican por qué la vida se nos ha encarecido tanto, debo decir que, a pesar de no alcanzarme el salario, a veces me bastan ciertas explicaciones.
Ese no será el “pan nuestro de cada día” del sector presupuestado, pero ya sabemos que existen —para bien— otros consumidores, otros ingresos. El de ese mismo trabajador en una mipyme, el del padre que recibe remesas, el del trabajador de la empresa estatal que sí paga resultados porque sí los obtiene…
No sería lógico entonces que yo, desde mis 4800.00 pesos mensuales, le exija a una empresa privada que produzca teniendo en cuenta mi escala salarial. Como si ya esta tuviera suficiente tiempo de creada y hubiese podido abaratar costos a golpe de eficiencia y procesos más dinámicos; como si tuviese la red de distribución estatal o pagara los bajos salarios que pagan las panaderías estatales; como si accediera a recursos por planes y no por gestiones; como si tuviese un fondo aprobado para garantizar producciones subvencionadas y luego viniera el presupuesto del Estado a cubrir ese déficit.
No. No son las mismas circunstancias, por más que se diga que estatales y privados están en igualdad de condiciones. Y esas diferencias se reflejan en precios, también. Se traducen en sesgos, incluso, si decimos empresa estatal socialista, y no empresa privada socialista. Se confunde propiedad con sistema, ¿o es que acaso todas no pertenecen al mismo entramado empresarial del socialismo cubano?
Después de postergar durante una década la anunciada aprobación de las mipymes, en estos casi dos años de creadas les han llovido más cuestionamientos que a las que llevan décadas siendo ineficientes y no han podido, o sabido, reinventarse para abastecer al hoy maltrecho mercado.
De ahí sacan conclusiones apresuradas que dividen en buenas y malas; un fuego cruzado en el que pierden ambas y, por transitividad, todos. Los que compran pan… y los que no.